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La luna dormida - Foro de Literatura

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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />

El apartamento que Nerea y Teresa habían alquilado estaba en el barrio <strong>de</strong><br />

San Lorenzo, en el distrito <strong>de</strong> Tamaraceite-San Lorenzo, el más alejado <strong>de</strong>l<br />

mar <strong>de</strong> los cinco que conformaban la ciudad. De hecho San Lorenzo había<br />

sido un municipio histórico <strong>de</strong> la isla que <strong>La</strong>s Palmas siempre había<br />

pretendido anexionar. El golpe franquista, que coincidió con el mandato <strong>de</strong><br />

un alcal<strong>de</strong> comunista en el municipio, propició las circunstancias perfectas<br />

para se produjera dicha anexión en el 36.<br />

El edificio don<strong>de</strong> se encontraba el apartahotel era una vieja construcción<br />

que <strong>de</strong>bió vivir sus mejores momentos en los setenta. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s blancas<br />

necesitaban urgentemente una mano <strong>de</strong> pintura y el pasamanos <strong>de</strong> la<br />

escalera exterior que permitía el acceso a las tres plantas estaba oxidado. El<br />

apartamento <strong>de</strong> Nerea se encontraba al final <strong>de</strong> la segunda planta por lo<br />

que para llegar hasta él tuvimos que recorrerla toda. Muchas <strong>de</strong> las puertas<br />

ante las que pasamos estaban abiertas, <strong>de</strong>jando a la vista la intimidad <strong>de</strong><br />

sus habitantes, turistas en su mayoría, que habían <strong>de</strong>jado los bañadores y<br />

las toallas sobre la barandilla para que se secaran al sol. Era la hora <strong>de</strong><br />

comer y muchos <strong>de</strong> ellos estaban reunidos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa. El aroma<br />

<strong>de</strong> cocina llenaba el ambiente y el ruido <strong>de</strong> platos y cubiertos se mezclaba<br />

con la voz <strong>de</strong>l presentador <strong>de</strong> las noticias que anunciaba una nueva llegada<br />

masiva <strong>de</strong> pateras a las costas <strong>de</strong> la isla. Me vinieron a la memoria las<br />

imágenes <strong>de</strong>l fuerte D´Estrées en el vi<strong>de</strong>o <strong>de</strong>l viaje a Senegal <strong>de</strong> Merche y<br />

Ricky. Los mismos que antes eran confinados en bo<strong>de</strong>gas para ir a morir<br />

como esclavos a tierras lejanas, se veían obligados ahora a <strong>de</strong>jar su país<br />

por voluntad propia.<br />

Nerea se <strong>de</strong>tuvo en la penúltima puerta y se asomó al interior.<br />

«¿Isabel?».<br />

Una adolescente, con un bikini negro por toda vestimenta, se incorporó<br />

en el sofá don<strong>de</strong> estaba tumbada.<br />

«Hola, Nerea. Está fregando los platos».<br />

«Ya le podrías echar una mano ¿no mi niña?».<br />

<strong>La</strong> chica se encogió <strong>de</strong> hombros y llamó a la tal Isabel.<br />

Por el pasillo que se abría al otro lado <strong>de</strong>l pequeño comedor apareció<br />

una mujer que rondaría la cuarentena. Era la versión adulta <strong>de</strong> la<br />

muchacha: pelo cobrizo recogido en una cola, ojos claros y <strong>de</strong>lgada. Nerea<br />

me las presentó como a Isabel y su hija Carmen. Estaban pasando unos<br />

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