crónica de la guardia civil - orden y ley asoc. duque de ahumada de ...

casi nadie, pero que algún niño
había..., la ilusión de conocer
gente nueva. El día aquel que
llegamos, yo venía de Cádiz, solamente
conocía la geografía
andaluza: ese sol brillante, las
llanuras, y entré y era un día de
estos típicos del País Vasco: con
una niebla, un chirimiri, y lo
primero que vi fueron unos carteles
que ponían “Guardia Civil,
asesinos.” Y yo decía “Dios
mío ¿dónde venimos?” “
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Lo primero que vi
fueron unos carteles
que ponían “Guardia
Civil, asesinos.” Y yo
decía “Dios mío
¿dónde venimos?”
L. O.: ¿Qué datos tiene de su
padre? ¿le va a ver usted a la
cárcel con frecuencia?
M. F. Rodríguez: Mi padre
hasta hace un año aproximadamente
se encontraba en la
prisión militar de Alcalá de
Henares. Yo estoy casada, vivo
en Zaragoza y tengo un niño.
Cuando podía íbamos a verlo,
si no era en el día, pues en el
fin de semana. Mi padre se
puede decir que lleva ya casi
cinco años en prisión. Mi niño
tiene seis años, mi niño adora
a su abuelo, mi padre adora a
mi crío “¿Qué vamos a hacer,
mamá, este fin de semana?¿vamos
a ver al abuelito Enrique a
la casita del soldado?” Porque
la prisión militar de Alcalá de
Henares tiene unos soldados
en la puerta y parecía un cuartel.
Yo le decía “Hijo sí, ya verás
qué bien.” Allí yo llevaba a
mi niño recién nacido; allí le
he cambiado los pañales, allí
Orden y Ley Guardia Civil
EL HONOR ES SU DIVISA
“
ha tomado su biberón. Allí le
ha visto mi padre crecer.
L. O.: ¿Ha dejado de ver a su
padre desde que está en una prisión
civil?
M. F. Rodríguez: A mi me
han descrito cómo es la prisión
en la que está. Mi niño ya tiene
seis años y ya se da cuenta de
las cosas. Me han dicho que es
una prisión terrible, es una prisión
de hace casi dos siglos, para
llegar adonde está él tienes
que pasar puertas y puertas, de
éstas metálicas cuyo ruido te
deja helada el alma cuando lo
vas escuchando.
L. O.: ¿Está en una celda sólo
su padre o compartida?
M. F. Rodríguez: Es muy duro.
Mi padre está una prisión
donde hay etarras y por seguridad
los han puesto en un ala a
los dos solos: a él y al teniente
coronel Vaquero. En un primer
momento tenían completamente
prohibido por seguridad que salieran
al patio. Mi padre, casi se
puede decir, que lleva un año sin
saber lo que es el aire en la cara.
L. O.: María Fernanda, ayer
cuando escuchaba a Chofo meterse
con su padre ¿qué paso
por su imaginación? ¿qué sentía
usted? Cuando Chofo decía
que sentía asco de su padre.
M. F. Rodríguez: No sé si
usted tendrá todavía padre pero
yo he escuchado a través de la
radio verdaderas barbaridades.
Y yo en la soledad de mi casa he
llorado y he rabiado. Pero es
que el otro día me pareció tan
duro pensar que una persona,
un narcotraficante reconocido
por él mismo, que aparece en la
sentencia, que dicen que tiene
antecedentes penales, que ha
participado en estos delitos, por
los cuales yo le he escuchado
muchas veces a usted que detesta
seguramente igual que yo
y mi padre, una persona que ha
tenido que ver con droga, una
persona que se pregunta por
ella en San Sebastián y todo el
mundo sabe de qué calaña es...
Que de su boca salieran esas palabras,
usted se puede imaginar
lo que yo pude sentir en ese
momento. Casi me tuve que
sentar, porque me dieron ganas
de vomitar, porque no comprendo
como un periodista como
este señor puede hacer de
protagonista de un libro a un
ser detestable y abominable,
una persona que en el año 95
no se podía imaginar la vida
que está llevando ahora.
L. O.: María Fernanda, usted
continúa pensando que su padre
es inocente ¿no?
M. F. Rodríguez: No es que
lo siga pensando. Es que lo sé.
A mi me basta con que mi padre
me mire a los ojos y me diga
que no lo hizo.
Casa cuartel de Inchaurrondo