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SALMOS - iglesia bautista getsemani de montreal

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e<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong> pecadores, en arrepentimiento, fe y amor, Él acepta nuestros <strong>de</strong>fectuosos servicios,<br />

perdona el pecado que los alcanza y aprueba la medida <strong>de</strong> santidad que el Espíritu Santo nos<br />

capacita para ejercer. —Aquí tenemos la naturaleza <strong>de</strong> la adoración religiosa; es tributar al Señor<br />

la gloria <strong>de</strong>bida a su nombre. Debemos ser santos en todos nuestros servicios religiosos,<br />

consagrados a Dios y a su voluntad y gloria. Hay belleza en la santidad y esta embellece todos<br />

los actos <strong>de</strong> adoración. —Aquí el salmista establece el dominio <strong>de</strong> Dios en el reino <strong>de</strong> la<br />

naturaleza. Po<strong>de</strong>mos ver y oír su gloria en el trueno, en el rayo y en la tormenta. Que nuestros<br />

corazones sean por ello llenos con pensamientos grandiosos, y elevados, y honrosos <strong>de</strong> Dios, en<br />

la santa adoración <strong>de</strong> aquel para quien es tan importante el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la piedad. ¡Oh, Señor, Dios<br />

nuestro, tú eres muy gran<strong>de</strong>! El po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l rayo iguala al terror <strong>de</strong>l trueno. El temor causado por<br />

estos efectos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r divino <strong>de</strong>ben recordarnos el gran po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios, la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l hombre<br />

y la condición in<strong>de</strong>fensa y <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong>l malo en el día <strong>de</strong>l juicio. Pero los efectos <strong>de</strong> la<br />

palabra divina en las almas <strong>de</strong> los hombres, bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu Santo, son mucho más<br />

gran<strong>de</strong>s que los <strong>de</strong> las tormentas que atronan el mundo natural. Ante el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la Palabra, los<br />

más fuertes tiemblan, los más orgullosos son <strong>de</strong>rribados, los secretos <strong>de</strong>l corazón salen a luz, los<br />

pecadores se convierten, el salvaje, sensual e inmundo se vuelve inofensivo, amable y puro. —Si<br />

hemos oído la voz <strong>de</strong> Dios y hemos huido a refugiarnos en la esperanza puesta ante nosotros,<br />

recor<strong>de</strong>mos que los hijos no tienen que temer la voz <strong>de</strong> su Padre, cuando Él habla enojado a sus<br />

enemigos. Mientras tiemblan los que no tienen refugio, bendíganle por su seguridad quienes<br />

permanecen en el refugio que Él señaló, esperando sin <strong>de</strong>smayar el día <strong>de</strong>l juicio, seguros como<br />

Noé en el arca.<br />

SALMO XXX<br />

Versículos 1—5. Alabanza a Dios por la liberación. 6—12. Otros son animados por su ejemplo.<br />

Vv. 1—5. Las gran<strong>de</strong>s cosas que el Señor ha hecho por nosotros, tanto por su provi<strong>de</strong>ncia como<br />

por su gracia, obligan nuestra gratitud para hacer todo lo que podamos para el progreso <strong>de</strong> su<br />

reino entre los hombres, aunque lo más que podamos hacer sea poco. —Los santos <strong>de</strong> Dios en el<br />

cielo le cantan; ¿por qué no hacen lo mismo los que están en tierra? Ninguna <strong>de</strong> las perfecciones<br />

<strong>de</strong> Dios conlleva en sí más temor para el impío o más consuelo para el santo que su santidad.<br />

Buena señal es que seamos, en parte, partícipes <strong>de</strong> su santidad si po<strong>de</strong>mos regocijarnos <strong>de</strong> todo<br />

corazón con su solo recuerdo. Nuestra felicidad está ligada al favor divino; si lo tenemos,<br />

tenemos bastante, sea lo que sea lo <strong>de</strong>más que necesitemos; pero mientras dure la ira <strong>de</strong> Dios,<br />

durará el lloro <strong>de</strong> los santos.<br />

Vv. 6—12. Cuando las cosas nos salen bien, somos dados a pensar que siempre será así.<br />

Cuando vemos nuestro error, nos correspon<strong>de</strong> pensar con vergüenza que nuestra seguridad carnal<br />

es necedad nuestra. Si Dios escon<strong>de</strong> su rostro, el hombre piadoso es perturbado, aunque ninguna<br />

calamidad le sobrevenga. Pero si Dios, en su sabiduría y justicia, se aparta <strong>de</strong> nosotros, será una<br />

gran necedad si nosotros nos apartamos <strong>de</strong> Él. No; aprendamos a orar en las tinieblas. El espíritu<br />

santificado que vuelve a Dios, lo alabará, seguirá aún alabándolo; pero los servicios <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />

Dios no pue<strong>de</strong>n ser realizados por el polvo; no pue<strong>de</strong> alabarlo; no hay ciencia ni obra en el<br />

sepulcro, porque es la tierra <strong>de</strong>l silencio. Pedimos bien cuando pedimos vida, si lo hacemos para<br />

alabarlo. —En su <strong>de</strong>bido momento, Dios libró al salmista <strong>de</strong> sus problemas. Nuestra lengua es<br />

nuestra gloria, y nunca lo es más que cuando se la usa para alabar a Dios. Quisiera perseverar

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