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SALMOS - iglesia bautista getsemani de montreal

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preserve continuamente. Pero obsérvese la espantosa visión que el salmista tuvo <strong>de</strong>l pecado. Esto<br />

hizo que fuera tan bien acogido el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>l Re<strong>de</strong>ntor. En todas sus reflexiones sobre<br />

cada paso <strong>de</strong> su vida, <strong>de</strong>scubría que faltaba algo. La vista y el sentir nuestros pecados en sus<br />

propios colores, <strong>de</strong>be distraernos, si no tenemos al mismo tiempo una visión <strong>de</strong> un Salvador. —<br />

Si Cristo ha triunfado sobre nuestros enemigos espirituales, entonces nosotros, por medio <strong>de</strong> Él,<br />

seremos más que vencedores. Esto pue<strong>de</strong> animar a todos los que buscan a Dios y aman su<br />

salvación, para que se regocijen en Él y le alaben. Ni el pesar ni la pobreza que puedan hacer<br />

miserables a los que temen al Señor. Su Dios y todo lo que Él tiene o hace es la base <strong>de</strong>l gozo <strong>de</strong><br />

ellos. La oración <strong>de</strong> fe pue<strong>de</strong>n abrir su abundancia, que sea a todas sus necesida<strong>de</strong>s. Las<br />

promesas son seguras, el momento <strong>de</strong> su cumplimiento se acerca con rapi<strong>de</strong>z. El que antes vino<br />

con gran humildad, vendrá <strong>de</strong> nuevo en gloriosa majestad.<br />

SALMO XLI<br />

Versículos 1—4. El cuidado <strong>de</strong> Dios por su pueblo. 5—13. La traición <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong><br />

David.<br />

Vv. 1—4. El pueblo <strong>de</strong> Dios no está libre <strong>de</strong> pobreza, enfermedad ni aflicción externa, pero el<br />

Señor consi<strong>de</strong>ra el caso <strong>de</strong> ellos y envía las necesarias provisiones. Del ejemplo <strong>de</strong> su Señor, el<br />

creyente apren<strong>de</strong> a consi<strong>de</strong>rar a sus hermanos pobres y afligidos. Esta rama <strong>de</strong> la santidad suele<br />

ser recompensada con bendiciones temporales. Pero nada es tan angustiante para el creyente<br />

contrito como el temor o sentido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scontento divino, o <strong>de</strong> pecado en su corazón. El pecado es<br />

la enfermedad <strong>de</strong>l alma; la misericordia que perdona la sana, la gracia que renueva la sana y<br />

<strong>de</strong>bemos anhelar más esta sanidad espiritual que la salud corporal.<br />

Vv. 5—13. Nos quejamos, y justamente, <strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> sinceridad, y <strong>de</strong> que escasamente se<br />

pue<strong>de</strong> hallar una amistad verda<strong>de</strong>ra entre los hombres; pero los días pasados no fueron mejores.<br />

En particular uno en quien David había puesto gran confianza tomó parte con sus enemigos. Y<br />

no pensemos que es extraño si recibimos mal <strong>de</strong> los que suponemos amigos. ¿No hemos<br />

quebrantado <strong>de</strong> esa manera nuestras palabras ante Dios? Comemos diariamente <strong>de</strong> su pan pero<br />

levantamos el calcañal contra Él. Pero aunque no nos complazcamos en la caída <strong>de</strong> nuestros<br />

enemigos, po<strong>de</strong>mos complacernos en que sus <strong>de</strong>signios se vuelven vanidad. —Cuando po<strong>de</strong>mos<br />

discernir el favor <strong>de</strong>l Señor en cualquier misericordia, sea personal o pública, eso la dobla. Si la<br />

gracia <strong>de</strong> Dios no tuviera constante cuidado <strong>de</strong> nosotros, no seríamos sustentados. Pero mientras<br />

estemos en la tierra asintamos <strong>de</strong> todo corazón a las alabanzas que los redimidos <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l<br />

cielo rin<strong>de</strong>n a su Dios y Salvador.<br />

El conflicto <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>l creyente.<br />

SALMO XLII<br />

Vv. 1—5. El salmista miraba al Señor como su sumo bien, y puso <strong>de</strong> manera coherente su<br />

corazón en Él; echada al comienzo el ancla, capea la tempestad. El alma bajo la gracia halla poca<br />

satisfacción en los atrios <strong>de</strong> Jehová, si no se encuentra ahí con Dios mismo. Las almas vivas<br />

nunca pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>scansar en otra parte que no sea el Dios vivo. Comparecer ante el Señor es el

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