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SALMOS - iglesia bautista getsemani de montreal

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promesa, su evangelio, y la buena obra <strong>de</strong> Dios comienza y es llevada a cabo en nosotros. El<br />

salmista, versículos 3—5, anuncia con regocijo, el progreso y éxito <strong>de</strong>l Mesías. Las saetas<br />

agudas <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>nación son muy terribles en el corazón <strong>de</strong> los pecadores, hasta que son<br />

humillados y reconciliados; pero las saetas <strong>de</strong> la venganza lo serán mucho más para sus<br />

enemigos que se niegan a someterse. Todos los que han visto su gloria, y gustado su gracia, se<br />

regocijan al verlo poner, por medio <strong>de</strong> su palabra y su Espíritu, bajo su dominio a enemigos y<br />

extranjeros.<br />

Vv. 6—9. El trono <strong>de</strong> este Rey todopo<strong>de</strong>roso está establecido para siempre. Mientras el<br />

Espíritu Santo guía al pueblo <strong>de</strong> Cristo a mirar su cruz, Él les enseña a ver la maldad <strong>de</strong>l pecado<br />

y la belleza <strong>de</strong> la santidad, para que ninguno <strong>de</strong> ellos pueda sentirse animado a continuar en<br />

pecado. —El Mediador es Dios, <strong>de</strong> lo contrario no hubiera sido capaz <strong>de</strong> hacer la obra <strong>de</strong>l<br />

Mediador, ni hubiera sido apto para llevar la corona <strong>de</strong>l Mediador. Dios Padre, como su Dios, en<br />

cuanto a su naturaleza humana y oficio <strong>de</strong> mediación, le ha dado sin medida el Espíritu Santo.<br />

Así ungido para ser Profeta, Sacerdote y Rey, Cristo tiene la preeminencia <strong>de</strong> los dones y gracias<br />

<strong>de</strong>l Espíritu que alegran, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su plenitud los comunica a sus hermanos <strong>de</strong> naturaleza humana.<br />

—El Espíritu es llamado óleo <strong>de</strong> gozo por la <strong>de</strong>licia con que fue lleno Cristo al ejecutar su<br />

empresa. La salvación <strong>de</strong> los pecadores es el gozo <strong>de</strong> los ángeles, mucho más <strong>de</strong>l Hijo. Y en la<br />

proporción en que somos conformados a su santa imagen, po<strong>de</strong>mos tener la expectativa <strong>de</strong> la<br />

influencia grata <strong>de</strong>l Consolador. Las excelencias <strong>de</strong>l Mesías, la propiedad <strong>de</strong> sus oficios y la<br />

suficiencia <strong>de</strong> su gracia, parecen estar figuradas por la fragancia <strong>de</strong> sus vestidos. —La Iglesia<br />

formada por los creyentes verda<strong>de</strong>ros se compara aquí con el lino fino, por su pureza; al oro, por<br />

su costo: porque como <strong>de</strong>bemos nuestra re<strong>de</strong>nción, también <strong>de</strong>bemos nuestro ornato a la sangre<br />

preciosa <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios.<br />

Vv. 10—17. Si <strong>de</strong>seamos compartir estas bendiciones, hemos <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer la palabra <strong>de</strong><br />

Cristo. Debemos olvidar nuestra búsqueda e inclinación carnal y pecaminosa. Él <strong>de</strong>be ser nuestro<br />

Señor y nuestro Salvador; <strong>de</strong>bemos arrojar fuera a todos los ídolos para darle todo nuestro<br />

corazón. Y aquí hay un buen aliento para liberarnos <strong>de</strong> previas alianzas. —La belleza <strong>de</strong> la<br />

santidad, <strong>de</strong> la <strong>iglesia</strong> y <strong>de</strong> los creyentes en particular, es <strong>de</strong> gran precio y muy afable a los ojos<br />

<strong>de</strong> Cristo. La obra <strong>de</strong> la gracia es hechura <strong>de</strong>l Espíritu, es la imagen <strong>de</strong> Cristo en el alma, una<br />

participación <strong>de</strong> la naturaleza divina. Está limpia <strong>de</strong> todo pecado, no lo hay en ella, ni viene <strong>de</strong><br />

ella. Nada glorioso hay en el viejo hombre o naturaleza corrupta; pero todo es glorioso en el<br />

nuevo hombre, u obra <strong>de</strong> la gracia en el alma. El manto <strong>de</strong> la justicia <strong>de</strong> Cristo, que ha elaborado<br />

para su <strong>iglesia</strong>, el Padre se lo imputa a ella la viste con Él. —Nadie es llevado a Cristo sino los<br />

que el Padre lleva. Esto <strong>de</strong>staca la conversión <strong>de</strong> las almas a Él. —El manto <strong>de</strong> justicia y las<br />

vestiduras <strong>de</strong> la salvación, el cambio <strong>de</strong> atavío que Cristo ha puesto en ella. —Los que se aferran<br />

estrictamente a Cristo, y lo aman con todo su corazón son los miembros <strong>de</strong> la esposa, que<br />

participan <strong>de</strong> la misma gracia, disfrutan <strong>de</strong> los mismos privilegios, y comparten la común<br />

salvación. Cada uno <strong>de</strong> ellos será llevado al Rey; ninguno se per<strong>de</strong>rá, ni será <strong>de</strong>jado atrás. En<br />

lugar <strong>de</strong> la <strong>iglesia</strong> <strong>de</strong>l Antiguo Testamento, habrá una <strong>iglesia</strong> <strong>de</strong>l Nuevo Testamento, una <strong>iglesia</strong><br />

gentil. — En la esperanza que cree en nuestra felicidad eterna en el otro mundo, siempre<br />

mantengamos el recuerdo <strong>de</strong> Cristo como nuestro único camino hacia allá; y transmitamos el<br />

recuerdo <strong>de</strong> Él a las siguientes generaciones, para que su nombre perdure por siempre.

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