SALMOS - iglesia bautista getsemani de montreal
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liberación <strong>de</strong> los problemas es misericordia indudable cuando se fundamenta en el perdón <strong>de</strong>l<br />
pecado; por tanto, nuestra oración pidiendo sean quitados nuestros pecados <strong>de</strong>be ser más<br />
ferviente que cuando pedimos sean quitadas las aflicciones. Ellos no tenían esperanzas sino <strong>de</strong><br />
las misericordias <strong>de</strong> Dios, sus tiernas misericordias. No alegaron mérito, no pretendieron nada<br />
sino: Ayúdanos por la gloria <strong>de</strong> tu nombre; perdónanos por amor <strong>de</strong> tu nombre. —El cristiano no<br />
se olvida que a menudo está atado en la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> sus pecados. El mundo es una prisión para él;<br />
se dicta sentencia <strong>de</strong> muerte contra él, y no sabe cuán pronto será ejecutada. Cuán fervoroso <strong>de</strong>be<br />
orar en todo momento: ¡Oh, que el suspirar <strong>de</strong> un preso llegue ante ti, conforme a la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />
tu po<strong>de</strong>r preserva a los que están marcados para morir! —¡Cuán glorioso será el día en que,<br />
triunfante sobre el pecado y el dolor, la <strong>iglesia</strong> contemple al adversario <strong>de</strong>sarmado para siempre!<br />
Mientras la <strong>iglesia</strong> cantará, <strong>de</strong> siglo en siglo, las alabanzas <strong>de</strong> su gran Pastor y Obispo, su Rey y<br />
su Dios.<br />
SALMO LXXX<br />
Versículos 1—7. El salmista se queja <strong>de</strong> las miserias <strong>de</strong> la <strong>iglesia</strong>. 8—16. Su prosperidad<br />
anterior y <strong>de</strong>solación actual. 17—19. Una oración pidiendo misericordia.<br />
Vv. 1—7. El que habita en el trono <strong>de</strong> la gracia es el buen Pastor <strong>de</strong> su pueblo. Pero no po<strong>de</strong>mos<br />
tener la expectativa <strong>de</strong>l consuelo <strong>de</strong> su amor ni <strong>de</strong> la protección <strong>de</strong> su brazo si no participamos <strong>de</strong><br />
su gracia que convierte. —Si muestra indignación por las oraciones <strong>de</strong> su pueblo, es porque,<br />
aunque oran, sus fines no son justos, o hay en ellos algún pecado secreto que satisfacen, o<br />
probará la paciencia y la perseverancia <strong>de</strong> ellos para orar. Cuando Dios está <strong>de</strong>scontento con su<br />
pueblo, <strong>de</strong>bemos esperar verlo llorando y a sus enemigos, triunfantes. No hay salvación sino por<br />
el favor <strong>de</strong> Dios; no hay conversión a Dios sino por su gracia.<br />
Vv. 8—16. La <strong>iglesia</strong> está representada como una vid y una viña. La raíz <strong>de</strong> esa vid es Cristo,<br />
las ramas son los creyentes. La <strong>iglesia</strong> es como una vid que necesita apoyo, pero que se extien<strong>de</strong><br />
y da fruto. Si una vid no da fruto, ninguna otra planta vale tan poco. ¿Y nosotros no somos<br />
plantados como en un huerto bien cultivado con todos los medios para dar fruto en obras <strong>de</strong><br />
justicia? Pero las inútiles hojas <strong>de</strong> la profesión y los manojos vacíos <strong>de</strong> las nociones y formas<br />
abundan mucho más que la piedad real. —Fue <strong>de</strong>solada y <strong>de</strong>struida. Hubo una buena razón para<br />
este cambio en el trato <strong>de</strong> Dios con ellos. Con nosotros está bien o mal, conforme nos sometamos<br />
a las sonrisas o al ceño fruncido <strong>de</strong> Dios. Cuando consi<strong>de</strong>ramos el estado <strong>de</strong> la parte más pura <strong>de</strong><br />
la <strong>iglesia</strong> visible, no po<strong>de</strong>mos maravillarnos <strong>de</strong> que sea visitada con correctivos punzantes. Ellos<br />
pi<strong>de</strong>n que Dios ayu<strong>de</strong> a la vid. Señor, fue formada por ti mismo y para ti mismo, por tanto que,<br />
con humil<strong>de</strong> confianza, sea encomendada a ti mismo.<br />
Vv. 17—19. El Mesías, protector y salvador <strong>de</strong> la <strong>iglesia</strong>, es el Hombre <strong>de</strong> la diestra <strong>de</strong> Dios;<br />
Él es el brazo <strong>de</strong>l Señor, pues todo po<strong>de</strong>r le ha sido dado. En Él está nuestra fortaleza, por la cual<br />
somos capacitados para perseverar hasta el final. Por tanto, la vid no pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>struida, ni<br />
pue<strong>de</strong> perecer toda rama fructífera; pero la estéril será cortada y arrojada al fuego. —El fin <strong>de</strong><br />
nuestra re<strong>de</strong>nción es que <strong>de</strong>bemos servir a Aquel que nos redimió y no regresar a nuestros<br />
antiguos pecados.