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SALMOS - iglesia bautista getsemani de montreal

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Vv. 21—33. El Señor nuestro Dios requiere que actuemos con justicia y <strong>de</strong>mos a todos lo<br />

<strong>de</strong>bido. Gran pecado es que los que pue<strong>de</strong>n, nieguen el pago <strong>de</strong> <strong>de</strong>udas justas; gran miseria es no<br />

po<strong>de</strong>r pagarlas. El que es verda<strong>de</strong>ramente misericordioso siempre será misericordioso. Debemos<br />

abandonar nuestros pecados; apren<strong>de</strong>r a hacer el bien y aferrarnos a eso. Esta es la verda<strong>de</strong>ra<br />

religión. —La bendición <strong>de</strong> Dios es el manantial, la dulzura, y la seguridad <strong>de</strong> todos nuestros<br />

placeres terrenales. Y si estamos seguros <strong>de</strong> esto, no estamos seguros <strong>de</strong> que no nos faltará bien<br />

alguno en este mundo. Por su gracia y por el Espíritu Santo, Él dirige los pensamientos, los<br />

afectos y los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> los hombres buenos. Por su provi<strong>de</strong>ncia Él pasa por encima <strong>de</strong> los<br />

hechos como para hacer sencillo el camino <strong>de</strong> ellos. No siempre les muestra un tramo extenso <strong>de</strong><br />

su camino, sino que los guía paso a paso, como se guían los niños. Dios los guardará <strong>de</strong> ser<br />

<strong>de</strong>struidos por sus caídas, sea en pecado o en problemas, aunque la caída en pecado será<br />

sumamente dolorosa. —Pocos, si es que hay alguien, han conocido a un creyente coherente, o a<br />

sus hijos, reducido a una <strong>de</strong>sesperada y miserable necesidad. Dios no abandona en la aflicción a<br />

sus santos; y sólo el justo habitará por siempre en el cielo; esa será su morada eterna. Un hombre<br />

bueno pue<strong>de</strong> caer en las manos <strong>de</strong> un mensajero <strong>de</strong> Satanás y ser dolorosamente afectado, pero<br />

Dios no lo <strong>de</strong>jará en las manos <strong>de</strong> su enemigo.<br />

Vv. 34—40. El <strong>de</strong>ber es nuestro y <strong>de</strong>bemos ocuparnos <strong>de</strong> él; pero los acontecimientos son <strong>de</strong><br />

Dios, <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jar en sus manos disposición <strong>de</strong> ellos. —¡Qué cuadro impactante es el <strong>de</strong> los<br />

versículos 35, 36, acerca <strong>de</strong> más <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los prósperos enemigos <strong>de</strong> Dios! Pero Dios <strong>de</strong>struye<br />

notablemente los proyectos <strong>de</strong> los impíos prósperos, especialmente <strong>de</strong> los perseguidores. —<br />

Nadie es perfecto en sí mismo, pero los creyentes lo son en Cristo Jesús. Si todos los días <strong>de</strong> los<br />

santos continúan siendo tenebrosos y nublados, su día <strong>de</strong> morir pue<strong>de</strong> resultar consolador y<br />

ponerse brillante su sol. O si <strong>de</strong>ben ponerse bajo una nube, <strong>de</strong> todos modos su estado futuro será<br />

<strong>de</strong> paz perdurable. La salvación <strong>de</strong>l justo será obra <strong>de</strong>l Señor. Él los ayudará a cumplir sus<br />

<strong>de</strong>beres, a llevar sus cargas; les ayudará a soportar bien sus problemas, y lograr el bien a través<br />

<strong>de</strong> ellos, y en el tiempo <strong>de</strong>bido, los librará <strong>de</strong> sus problemas. Entonces que los pecadores se<br />

alejen <strong>de</strong>l mal y hagan el bien; que se arrepientan, abandonen el pecado, y confíen en la<br />

misericordia <strong>de</strong> Dios por medio <strong>de</strong> Jesucristo. Tomen ellos su yugo sobre sí y aprendan <strong>de</strong> Él,<br />

para que puedan habitar por siempre en el cielo. Notemos las escenas finales <strong>de</strong> diferentes<br />

personajes, y siempre <strong>de</strong>pendamos <strong>de</strong> la misericordia <strong>de</strong> Dios.<br />

SALMO XXXVIII<br />

Versículos 1—11. El <strong>de</strong>sagrado <strong>de</strong> Dios por el pecado. 12—22. Los sufrimientos y las oraciones<br />

<strong>de</strong>l salmista.<br />

Vv. 1—11. Nada inquietará tanto el corazón <strong>de</strong> un hombre bueno como sentir la ira <strong>de</strong> Dios. La<br />

manera <strong>de</strong> tener el corazón tranquilo es mantenernos en el amor <strong>de</strong> Dios. Sin embargo, el sentido<br />

<strong>de</strong> culpa es <strong>de</strong>masiado pesado para soportarlo; y hundirá al hombre en la <strong>de</strong>sesperación y la ruina<br />

a menos que lo quite la misericordia perdonadora <strong>de</strong> Dios. —Si no hubiera pecado en nuestra<br />

alma, no habría dolor en nuestros huesos, ni enfermedad en nuestros cuerpos. La culpa <strong>de</strong>l<br />

pecado es una carga para toda la creación, que gime bajo ella. Es una carga para los pecadores<br />

mismos, cuando están trabajados y cargados por ella, y será una carga <strong>de</strong> ruina cuando los hunda<br />

en el infierno. Cuando nos damos cuenta <strong>de</strong> nuestra verda<strong>de</strong>ra condición, valoramos, buscamos y<br />

obe<strong>de</strong>cemos al Buen Médico. Pero muchos <strong>de</strong>jan que sus heridas apesten, porque tardan en ir a

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