14.05.2013 Views

Un profeta della carità _spagnolo_ - Beato Luigi Monza

Un profeta della carità _spagnolo_ - Beato Luigi Monza

Un profeta della carità _spagnolo_ - Beato Luigi Monza

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

DON LUIGI MONZA - LA FATIGA DE NACER 20<br />

«El segundo acontecimiento es motivo de gozo y título de orgullo, porque nos<br />

presenta colocado en dignidad muy alta a un hijo de esta parroquia nuestra. Son éstos<br />

acontecimientos distintos, pero que se remiten el uno al otro. El Círculo de San Miguel saluda<br />

en el neo-sacerdote a un miembro suyo siempre adicto y querido, y el neo-sacerdote<br />

agradece el haber obtenido de su asitencia al Círculo un notable aporte a su formación<br />

espiritual. Y yo vivo en la memoria este recuerdo: la primera vez que vi y conocí al muchacho<br />

que hoy sube al altar por vez priemra, fue precisamente en las reuniones del Círculo, cuando<br />

recién llegado junto a vosotros, tuve que asumir su animación por encargo del párroco<br />

Uboldi. Más, fue allí donde percibí la semilla de vocación sacerdotal que Dios había<br />

sembrado, y sentí el deber de cooperar con la divina gracia a su desarrollo y logro. Andad<br />

alegres, pues, especialmente vosotros, jóvenes inscritos en el Círculo de San Miguel, y<br />

admirad la bondad y la sabiduría de Dios».<br />

<strong>Un</strong> profundo recogimiento y la devoción de quien está de veras unido a Jesús, fueron<br />

las notas que distinguieron la misa de Don <strong>Luigi</strong> aquel día. Todo su historial delataría ese<br />

rasgo distintivo, y de hecho serán muchas las personas que, según pasen los años, se le<br />

acercarán, impactadas por su celo.<br />

Con la ordenación sacerdotal concluía el tiempo del seminario y <strong>Luigi</strong>, en adelante<br />

Don <strong>Luigi</strong>, dejó tras sí la juventud para calar en lo vivo del ministerio. Aquellos años se<br />

sucederán entre mil dificultades, ensombreciendo con sus altibajos la meta, que más de una<br />

vez pareció alejarse y sumió a Don <strong>Luigi</strong> en la inquietud y la incertidumbre. Su fuerza de<br />

voluntad, su sacrificio y sobre todo su fidelidad al plan de Dios le habían hecho superar las<br />

adversidades del seminario y a vencer la tentación de volver atrás, ante la precaria situación<br />

de la familia. La brusquedad e impulsividad que, episódicamente, había delatado en los<br />

años formativos, semejaban tormentas de verano, que asustan por lo repentino y violento,<br />

pero luego se disipan, y dejan ver el azul o aun el arco iris. La lucha por el triunfo de la justicia<br />

y la verdad ya le habían atraído los regaños de los superiores. Habérselas con una<br />

personalidad de este temple significaba, para el joven sacerdote, sujetarse a intenso<br />

laboreo, para adquirir la resistente dulzura propia de los varones de Dios. Y a Don <strong>Luigi</strong> la<br />

vida misma le revelaría pronto como palestra de humildad y sumisión, dejando los episodios<br />

de Saronno en mero anticipo de las incomprensiones esparcidas por su camino.<br />

Precisamente esta humildad, experimentada en primera persona, constituirá la base<br />

de su espiritualidad y le permitirá adquirir la asbiduría, tal como lo expresa T. S. Eliot en los<br />

Cuatro cuartetos: «Única sabiduría, en cuya adquisición podemos esperar, es la sabiduría<br />

de la humildad».<br />

Pero el Señor sostiene a quien se le confía con todo el corazón, y será en el corazón<br />

donde Don <strong>Luigi</strong> se sentirá afianzar por quien le llamara a este ministerio, tal vez con<br />

palabras semejantes a las que Michel Quoist pone en su libro, Oraciones: «Hijito, no estás<br />

solo, yo estoy contigo, soy tú mismo. Pues necesitaba una humanidad adicional para<br />

continuar mi encarnación y mi redención. Te tengo elegido desde la eternidad, estoy<br />

necesitado de ti. Necesito tus manos para continuar bendiciendo, necesito tus labios para<br />

continuar hablando, necesito tu cuerpo para continuar amando, te necesito a ti para continuar<br />

salvando, sigue conmigo, hijo mío» 22 .<br />

22 El pasaje de Eliot está hacia el final de la composición II de East Coker. M. Quoist, Preghiere. Preghiera del<br />

sacerdote la domenica sera, Marietti, Turín 1980, 9ª ed., p. 70.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!