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Un profeta della carità _spagnolo_ - Beato Luigi Monza

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DON LUIGI MONZA - PREFACIO 4<br />

avienen el celo y la paz, la consideración a las personas y la exclusión de críticas malévolas,<br />

la prudencia, el discernimiento, el don de concretar. He ahí las raíces del apostolado en<br />

Vedano Olona - demasiado fecundo como para que lo tolerase el fascismo -, pero además<br />

la innovación cuando, en Saronno, las voces alegres del nuevo oratorio rompen el silencio<br />

del santuario. Hay en ello intuición, que muchos entonces estimaron profética: la importancia<br />

de un laicado apostólicamente comprometido, «que no dejase de ejercer en el mundo su<br />

actividad profesional», y «actuase en la sociedad como los primeros apóstoles cristianos».<br />

Se pone de manifiesto la ductilidad, que llevó a sacrificar el proyecto inicial - i. e. dedicarse a<br />

la obra de los retiros y la formación espiritual -, para comprometerse en el campo de la<br />

caridad hacia los más menesterosos, como eran entonces los menores retrasados. La<br />

caridad era lo único importante, como el espíritu de familia que debía animarla. Fue la<br />

enseñanza de Don <strong>Luigi</strong> a sus feligreses y a las Conferencias de San Vicente: con<br />

frecuencia recordaba que «el amor de Dios es completo sólo cuando se empareja con el<br />

amor del prójimo». Y así hubieron de producirse los frutos más fecundos de su<br />

discernimiento, las Piccole Apostole <strong>della</strong> Carità, y Nuestra Familia, para que «la caridad<br />

tuviera una casa» e «hiciese de casa la caridad» en cada establecimiento. En esa casa, y<br />

en toda morada, la caridad encontraría, junto a la compasión, (sentimiento tan precioso a<br />

quienquiera se haga evangélicamente prójimo), la ciencia, pues Don <strong>Luigi</strong> decía una y otra<br />

vez que «ciencia y técnica (están) al servicio de la caridad».<br />

Hojeando la biografía de Don <strong>Luigi</strong> <strong>Monza</strong>, se nos dirige y vuelve a dirigir la invitación<br />

a la alegría, al entusiasmo: «Que con nuestra vida podamos decir al dislocado mundo<br />

moderno: observad lo estupendo de vivir en el amor». Don <strong>Luigi</strong> invoca el Salmo 133, y con<br />

ello su invitación al amor arraiga en la Escritura; se remite también al icono de la Iglesia de<br />

los Apóstoles. Y así decía a menudo: «Hay que hallar almas capaces de vivir en el amor de<br />

los primeros tiempos del cristianismo».<br />

Hace a Don <strong>Luigi</strong> <strong>Monza</strong> tanto más actual su insistencia en la invocación de los<br />

Hechos de los Apóstoles, pues nuestro XLVII sínodo se inspira en la ecclesiae primitivae<br />

forma ("forma de la primitiva iglesia"), un paradigma que «presentice a la Iglesia de Milán<br />

como activa en la sociedad contemporánea, con ánimo de servirla, humilde y entregada,<br />

siendo sal de la tierra ..., grito de alegría en las plazas, y gozoso cántico en las casas de la<br />

gente» (Carta del Sínodo, n. 11).<br />

Cuando fue el papa Juan Pablo II (1º de mayo, 1992) al establecimiento de Nuestra<br />

Familia en San Vito al Tagliamento, dijo, al final de la visita y fuera de protocolo. «¡Hacer el<br />

bien humano y cristiano: cristiano y humano bien, por el que tan presente está Cristo, está<br />

tan presente Dios!... Todo el programa de esta escuela se cifra en la educación por la<br />

alegría... alegría que, donde hay sufrimiento, no se puede recuperar más que por el amor».<br />

Es la misión que Don <strong>Luigi</strong> <strong>Monza</strong> les encomendaba con la recomendación: «Quereos tanto<br />

como yo os quiero en Cristo». El Señor conceda a las Piccole Apostole ser siempre fieles a<br />

esta exhortación.<br />

Al tiempo que ve la luz la biografía de un típico sacerdote ambrosiano, como fue Don<br />

<strong>Luigi</strong> <strong>Monza</strong>, celebra su diócesis el XVI centenario de la muerte de san Ambrosio. Por ello<br />

es justísimo concluir con las palabras que le celebran a él, en el himno de vísperas, como<br />

nostrum parentem maximum ("nuestro padre más grande"). Él decía: «(Cristo) es nuestro<br />

tesoro, nuestra vida, nuestra esperanza, nuestra justicia, nuestro pastor y pastor bueno. Él es

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