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Acequias 55 - Torreón - Universidad Iberoamericana

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42<br />

Ensayo<br />

del verdadero oficio de escritor, el del escritor profesional.<br />

Los cuentos “Amor en Moscú” (6), de Saúl Rosales, “Sirena del Báltico” (7), de Vicente<br />

Alfonso, y “Las grandes alamedas” (8), de Jaime Muñoz Vargas, parecen pertenecer a un mismo<br />

libro, aun cuando no es así, debido a que presentan similitudes en el estilo, el fondo, la forma y el<br />

desenvolvimiento de sus personajes, siendo todo esto más notorio en “Amor en Moscú” y “Sirena<br />

del Báltico”, donde el segundo parece una continuación del primero. En “Las grandes alamedas”<br />

la ideología política y el pensamiento intelectual reflejan la influencia del cuento “Amor en<br />

Moscú”, que ha quedado impregnada en la trama del relato de Jaime Muñoz Vargas.<br />

“Amor en Moscú” está narrado en primera persona a través de la voz de un estudiante<br />

torreonense que viaja a Rusia con fines académicos y termina convirtiéndose en amante de Olga,<br />

una joven estudiante rusa y rubia, que lo conquista con la belleza de su cuerpo. El estudiante se<br />

enamora del cuerpo de Olga, cuerpo que él describe como La Belleza, e intenta traerla consigo a<br />

México, pero lo impiden los prejuicios que cada uno de los dos padece.<br />

En “Sirena del Báltico”, Vicente Alfonso nos relata las desventuras que enfrenta un<br />

joven que al parecer representa a un museo mexicano, y que es responsable de unas estatuillas<br />

pertenecientes a una muestra de arte precolombino que se exhibe en un museo de San Petersburgo,<br />

en Rusia. El joven, en una de sus vagancias por los pasillos del enorme museo, se topa con Katia,<br />

una hermosa muchacha rusa que inmediatamente despierta sus sueños eróticos, y con quien los<br />

cumple casi en forma instantánea. El joven, sin saberlo, se enfila hacia la pérdida irreversible del<br />

corazón y de la razón.<br />

Las similitudes entre el personaje narrador de “Amor en Moscú” y el de “Sirena del Báltico”<br />

comienzan con la admiración que ambos sienten hacia la URSS y su sistema político socialista,<br />

pero no como para quedarse a vivir ahí permanentemente. Ambos jóvenes torreonenses son<br />

asaltados por la idea de traer a sus amantes rusas a México. En el cuento de Saúl Rosales, el joven<br />

estudiante, al llegar al aeropuerto de Moscú, se sorprende al mirar las inscripciones de identidad<br />

de los aviones (9); lo mismo le sucede al personaje masculino en el relato de Vicente Alfonso (10).<br />

Saúl Rosales utiliza un leguaje barroco en su cuento, barroco no tanto en las palabras, pero<br />

si en el ensamble estructural de las frases, en las cuales es necesario leerlas completas hasta donde<br />

dé la pauta una coma, un punto y coma, un punto y seguido o un punto y aparte, para así poder<br />

entender en su totalidad el mensaje narrativo. Vicente Alfonso se vale de un lenguaje similar<br />

en “Sirena del Báltico”, y utiliza un breve juego de palabras al comenzar el cuento: “Pero ella<br />

no está allí. Ahora es el hada helada, es celada de celos” (11). Este juego de palabras es utilizado,<br />

aunque un poco más extenso, por Saúl Rosales al describir los momentos eróticos que pasan los<br />

protagonistas de “Amor en Moscú”: “Jugando con las palabras era una forma de vida/ una forma<br />

debida. […] Todo lo fecundaba el consentimiento recíproco, consentimiento, con sentimiento,<br />

con amor, con amor-nía, con armonía, con plenitud y con tranquilidad” (12).<br />

Dos detalles más: tanto Saúl Rosales como Vicente Alfonso comienzan sus cuentos<br />

con una probadita del final, dándole un toque de narración casi circular, volviendo al punto<br />

donde todo empezó para después cerrar con el final completo. Por otro lado, los protagonistas<br />

masculinos muestran sus prejuicios machistas al aferrarse por convencer a sus amantes rusas de<br />

que se vayan con ellos, pero ambos fracasan, las mujeres rusas no ceden.<br />

En sus relatos, Saúl Rosales y Vicente Alfonso reflejan la admiración y el amor platónico<br />

que sienten por la Rusia socialista a través del amor y la idealización que experimentan sus<br />

personajes por las mujeres rusas. Sin embargo, el estudiante torreonense de “Amor en Moscú”<br />

prefiere su país y sus prejuicios, y el personaje de “Sirena del Báltico” despotrica contra la ilusión<br />

de la belleza que le presenta Rusia y se aleja de toda lógica y de la razón al grado de ya no querer<br />

volver a la realidad, optando por acabar con todo, incluso consigo mismo.<br />

Una diferencia muy notable entre “Amor en Moscú” y “Sirena del Báltico” es que el<br />

primero en todo momento es realista, y el segundo, al llegar a la parte final, justo en el penúltimo<br />

párrafo, si se analizan más a fondo las líneas, pareciera como si Vicente Alfonso abriera una<br />

pequeña ventana para que a través de ella se pueda conjeturar un final fantástico: el espectro<br />

o fantasma de una joven mujer que perdura y vive a través de una figura femenina pintada por<br />

Rembrandt en uno de sus cuadros, seduce y enamora a los hombres que pasean por el pasillo<br />

donde se encuentra la pintura, al grado de hacerlos perder la razón.<br />

Retomando el cuento “Las grandes alamedas”, de Jaime Muñoz Vargas, la influencia de<br />

Saúl Rosales en el relato nos sonríe justo después del título, ya que Jaime utiliza como epígrafe la<br />

frase con que termina “Amor en Moscú”: “La solidaridad vive y resiste”, palabras seguidas en el<br />

siguiente renglón por el nombre de su autor (13).<br />

Jaime Muñoz Vargas también adereza su relato con la ideología socialista clavada en el<br />

espíritu de los tres personajes principales: Pepe Rojas -el narrador-, Antar Lynch -el extranjero<br />

<strong>Acequias</strong> <strong>55</strong> Primavera/Verano 2011 Ibero <strong>Torreón</strong>

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