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Acequias 55 - Torreón - Universidad Iberoamericana

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46<br />

Ensayo<br />

en última instancia, como afirma el escritor argentino Tomás<br />

Eloy Martínez en su novela Santa Evita (2008), “cada quien<br />

construye el mito del cuerpo como quiere”. Por una parte,<br />

cuando las personas hablan de su propia vida, omiten datos,<br />

agregan otros, todo ello con el propósito de crear su propia<br />

leyenda o inventar la historia como les gustaría que hubiera<br />

sucedido. Por la otra, mi tía Chayo hacía hincapié en las<br />

relaciones familiares, en la reacción de sus parientes frente<br />

al papel que Andrea interpretó en La mujer del puerto (1933).<br />

El padre ya había fallecido, la madre consideró que se trataba<br />

de “la tragedia de su vida” y los hermanos, más tolerantes,<br />

apoyaron la carrera cinematográfica de Andrea. No obstante,<br />

mi tía Rosario afirmaba que la carrera de su hermana había<br />

repercutido sobre su propia vida limitando su libertad por<br />

el estricto control ejercido sobre ella por su madre Luz.<br />

Aquí recuerdo que, en el caso de Ramón Novarro y según su<br />

biógrafo Andre Soares, en su libro Beyond Paradise. The Life<br />

of Ramon Novarro (2002) , su madre siempre se condolió del<br />

éxito alcanzado por Novarro como actor lamentando que no<br />

hubiera continuado con sus estudios musicales ya que mientras<br />

residieron en Durango ofrecieron conciertos de piano tocando<br />

a dúo y lo mismo hicieron en las tertulias familiares en sus<br />

primeros años en Los Angeles.<br />

A su arribo a la capital del país, durante aquellos días difíciles,<br />

doña Luz Pérez Gavilán de Bracho, auxiliada por sus hijas,<br />

contribuía al sostenimiento de la familia elaborando pasteles<br />

y dulces que entregaban para su venta en la Dulcería Celaya,<br />

en las calles de 5 de Mayo, en el Centro Histórico de la Ciudad<br />

de México. Andrea, aficionada a la sombrerería y con dotes<br />

para la costura, abrió la “Casa Andrea”, donde confeccionaba<br />

elegantes sombreros en los estilos acostumbrados para asistir<br />

al hipódromo o al frontón que eran muy demandados por las<br />

señoras de sociedad. Al terminar la jornada, acompañada de<br />

su prima Teresa, frecuentaba el teatro de Gómez de la Vega<br />

donde una noche sustituyó a una actriz enferma dado que<br />

sabía bien el papel. Tal fue el inicio de lo que sería una brillante<br />

carrera cinematográfica. El apellido Palma le fue sugerido por<br />

su gran amigo, el pintor Adolfo Best Maugard (1897-1965) que<br />

también incursionó en el cine cuando el director ruso Serguei<br />

Eisenstein filmó en nuestro país.<br />

En busca de mejores horizontes, Andrea cerró la casa de<br />

sombreros para viajar a Los Ángeles, California, con el fin<br />

de entrevistarse con su primo Ramón Novarro, entrevista<br />

frustrada por la celosa madre del actor, según recordaba mi tía<br />

Chayo. Sin amedrentarse por el frío recibimiento de su tía,<br />

consiguió alojamiento con su prima Teresa Bracho y empleo<br />

en una fábrica de sombreros a donde la famosa actriz Marlene<br />

Dietrich, siempre difícil de complacer, acudía en busca de<br />

nuevos diseños. Quiso la suerte que fuera Andrea quien la<br />

atendiera confeccionándole novedosos sombreros y tocados<br />

que la dejaron muy complacida. Como consecuencia de la<br />

admiración que despertó en ella la actriz alemana o como<br />

un homenaje sin palabras, cuando personificó a Rosario, la<br />

protagonista de La mujer del puerto, imitó algunas de sus<br />

poses y ademanes al grado que Luz Alba (seudónimo de Cube<br />

Bonifant) afirma: “No se comprende por qué se empeña tanto<br />

en imitar a Marlene Dietrich. Andrea Palma no necesita<br />

hacerlo”.<br />

Siguiendo su costumbre, Andrea y Teresa iban al cine<br />

o al teatro al finalizar las diarias tareas. Una noche, al salir<br />

<strong>Acequias</strong> <strong>55</strong> Primavera/Verano 2011 Ibero <strong>Torreón</strong><br />

del cine, conoció a Arcady Boytler. Días después recibió<br />

una llamada telefónica del famoso director invitándola a<br />

protagonizar la película antes mencionada, en el rol que<br />

escandalizaría a su familia. El responsable de la fotografía<br />

fue Alex Phillips, especialista en close-up. Una vez concluida<br />

la filmación, al ver las pruebas, Andrea se preguntaba: “¿De<br />

dónde me habrá sacado ese hombre la belleza que no tengo?”,<br />

a lo que el fotógrafo respondió: “La calavera, la calavera vale<br />

millones”. Presumida, en esa misma entrevista, agregó: “Claro<br />

que después salí más bonita en una película con Figueroa, pero<br />

él aprendió de Alex”.<br />

Andrea prefería el teatro al cine, y no es ninguna sorpresa.<br />

Heredó esa afición de su familia y quizá también de su corta<br />

vida en la hacienda. En esa época, era común que las personas<br />

que vivían en un rancho o en un lugar apartado escribieran<br />

y representaran sus propias obras de teatro invitando a los<br />

vecinos. Así lo relata Elena Garro en un pasaje de su novela Los<br />

recuerdos del porvenir (1977), donde la protagonista, Isabel<br />

Moncada, y sus hermanos, que viven en Puebla, escribían<br />

pequeñas obras de teatro que luego representaban para sus<br />

padres armando la escenografía con sábanas, manteles y lo que<br />

encontraran en la casa.<br />

En distintas ocasiones, los Bracho, Guerrero, Cincúnegui,<br />

Gómez Palacio y otras personas de la sociedad durangueña<br />

escenificaban zarzuelas o comedias con propósitos benéficos.<br />

Por ejemplo, el día 22 de febrero de 1896 en el periódico El<br />

Estandarte, de la ciudad de Durango, apareció una reseña<br />

comentando la puesta en escena de la zarzuela La fille de<br />

Madame Argot, de Lecoq, en el Teatro Coliseo, por integrantes<br />

de las familias mencionadas. Los fondos recaudados se<br />

destinarían al Asilo de Huérfanas que los Pérez Gavilán<br />

sostenían desde 1890. Relata que de los palcos superiores<br />

arrojaron unos versos dedicados a la señorita Concepción<br />

Guerrero, que interpretó “espléndidamente un difícil papel<br />

donde lució su afinada voz”, calificando, además, a la señora<br />

Leonor P.G. de Samaniego (madre de Ramón Novarro), de<br />

“bella y virtuosa”. Los primeros versos de ese poema dicen:<br />

¿Por qué mágica fuerza, irresistible,<br />

Has venido hoy a la teatral escena,<br />

Tú, siempre tan modesta y apacible?<br />

Te trajo tu virtud, porque eres buena.<br />

Andrea llegó al Distrito Federal cuando tenía diez años.<br />

Concluida su tarea escolar, siempre encontraba tiempo para<br />

escribir obras de teatro que representaba en su casa para<br />

deleite de su padre que la premiaba con generosos aplausos.<br />

Seguramente recordaba las piezas que montaba la familia en<br />

Durango antes de su partida hacia la capital del país. Su carrera<br />

cinematográfica se inició más tarde pues antes se impuso<br />

la necesidad económica de salir adelante, lo que la llevó a la<br />

sombrerería. No obstante su afición a escribir argumentos<br />

teatrales, creemos que no dejó ninguna obra escrita o<br />

publicada. A lo largo de su carrera, según recordaba mi tía<br />

Chayo, interpretó papeles de mujer fatal y madre abnegada,<br />

pero también encarnó a Sor Juana Inés de la Cruz en 1935 en<br />

una película que, en opinión de Andrea, resultó “mediocre”.<br />

No obstante, afirmaba: “puse mis cinco sentidos en ella y me<br />

veía estupenda de monja”.<br />

En La mujer del puerto, inspirado en la novela Le port, de<br />

Guy de Maupassant (1850-1893), la actriz dio vida a Rosario,<br />

apelativo de moda en esos años y, en este caso, polémico porque

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