ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México
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imprevisible y desconcertante porque Él es así: pura gratuidad.<br />
Y de aquí nace esa terrible ley por la que las personas<br />
abandonan la vida con Dios: la ley de la desproporción entre los<br />
esfuerzos y los resultados. En efecto, la observación de la vida<br />
me lleva a la conclusión de que esta desproporción es la raíz<br />
principal por la que las personas abandonan la vida de oración.<br />
Estamos acostumbrados a la rapidez y a la eficacia. Todo lo<br />
queremos rápido, eficaz, casi automático: a tanta acción, tanta<br />
reacción; a tales causas, tales efectos; a tales esfuerzos, tales<br />
resultados. Continuamos en el esfuerzo porque vemos los<br />
resultados positivos; los resultados dinamizan el esfuerzo, y el<br />
esfuerzo produce los resultados; y en este circuito vital avanza<br />
toda actividad humana.<br />
Pero en la vida con Dios no sucede eso. Más bien nos<br />
parecemos a aquellos pescadores que estuvieron toda la noche<br />
con las redes tendidas, y a la mañana siguiente las redes estaban<br />
vacías: ¡Desproporción entre los esfuerzos y los resultados! O<br />
como en aquella clásica comparación de santa Teresa: echar el<br />
balde en el pozo una y mil veces y... ni una gota de agua:<br />
desproporción entre los esfuerzos y los resultados.<br />
Las personas van perdiendo la fe en todo esto, mientras van<br />
comentando: esto parece irracional, estamos perdiendo el tiempo<br />
¡no vale la pena...! y acaban por abandonarlo todo.<br />
Por no saber que no necesariamente a nuestros esfuerzos por<br />
buscarlo corresponderá la gracia de encontrarlo. Por no saber y<br />
aceptar en paz que no necesariamente los resultados serán<br />
proporcionales a los esfuerzos. Por no saber y aceptarlo con paz<br />
que Él es así: pura gratuidad. En suma, por no tener paciencia.<br />
hasta el final.<br />
b) Oración auditiva<br />
Toma una frase breve y evocadora, algo así como una<br />
jaculatoria, que a ti te conmueva profundamente. Tiene que ser<br />
una sola frase, por ejemplo «mi Dios y mi todo», «misericordia,<br />
Dios mío», «Señor, Señor»...<br />
Comienza a pronunciar esa expresión con la boca, pero sin<br />
voz, más o menos cada diez segundos.<br />
Al pronunciarla, trata de hacerlo sin tensión, con mucho<br />
sosiego y mucha concentración, sintiendo profunda y<br />
serenamente el contenido de la frase.<br />
Poco a poco irás sintiendo que Dios mismo, su santa<br />
presencia va inundando serenamente tu ser.<br />
Si te sientes bien, continua así mismo. Pero si sientes deseo<br />
de silenciarte, ve distanciando paulatinamente la repetición de<br />
la jaculatoria, dando lugar cada vez más al silencio, hasta<br />
quedarte completamente en silencio en la presencia.<br />
Si no sucede algo de esto, continua repitiendo la frase,<br />
dejándote llevar de la iniciativa del espíritu. .<br />
c) Oración de acogida<br />
Toma una correcta posición; palmas <strong>hacia</strong> arriba sobre las<br />
rodillas, respirando paz. Jesucristo resucitado está aquí ahora,<br />
vivo y presente. Ábrele de par en par las puertas de la intimidad<br />
y acógelo en tu interior con las expresiones que van a<br />
continuación. Después de decir cada expresión, haz una pausa<br />
más o menos larga (medio minuto, un minuto) identificando<br />
todo tu ser con el significado y contenido de cada frase.<br />
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