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ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México

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28<br />

Definitivamente, no hay derrota posible para los que se<br />

abandonan.<br />

He aquí, pues, que, desde ahora y en las paginas que siguen,<br />

abrimos una ancha alameda por la que avanzará la<br />

reconciliación a banderas. desplegadas. Expondremos<br />

desmenuzadamente la vivencia de la oración de abandono, cuya<br />

practica dejará al cristiano en estado de armonía y paz, para<br />

después internarse resueltamente en las profundidades divinas,<br />

según el propósito de este trabajo. Expliquémonos.<br />

Como se generan las guerras interiores<br />

El ser humano (usted, yo), sin haberlo querido, sin haber<br />

escogido ni optado por la vida, se encuentra aquí sorpresivamente<br />

como persona. Y, al entrar en relación con todo lo<br />

que él no es, le nace al hombre el primer motivo de conducta: el<br />

«principio del placer». Me explicaré. El hombre encuentra,<br />

dentro de sí y fuera de sí, cosas que le gustan, realidades que le<br />

causan sensación agradable, y otras realidades que no le gustan,<br />

que le causan desagrado.<br />

Al saborear las realidades agradables, le nace al hombre<br />

espontáneamente la complacencia, la adhesión, en suma, la<br />

apropiación. Dicho de otra manera: las cosas agradables el<br />

hombre se las apropia emocionalmente, y establece con ellas<br />

una adhesión posesiva.<br />

Cuando la cosa agradable la siente amenazada con peligro<br />

de perderla, el hombre se turba. Es el temor, que no es otra cosa<br />

que una descarga de energía agresiva para la defensa de la<br />

propiedad amenazada. Nace la guerra.<br />

Sucede también otra cosa: aquellas realidades que le<br />

57<br />

El Concilio acaba diciéndonos que «<strong>hacia</strong> ese valor tienden<br />

las energías vitales del hombre cuando, busca el silenciamiento<br />

para la contemplación».<br />

Tratemos de expresar estas ideas con nuestras propias<br />

palabras: cuando una persona se capta experimentalmente a si<br />

misma, esta persona tiene la percepción de que ella «consta» de<br />

diferentes niveles de profundidad o interioridad, y de que hay<br />

un ultimo nivel donde nadie puede hacerse presente salvo Aquel<br />

que supera todo tiempo y todo espacio.<br />

Ya en la Edad Media Duns Scoto definía el misterio de la<br />

persona con estas palabras: «la ultima soledad del ser».<br />

Hay, pues, en la constitución del ser humano un «algo» que<br />

le hace ser «él mismo», diferente a todos, y que, como una<br />

franja de luz, atraviesa toda la esfera de la persona dándole<br />

propiedad, diferenciación e identificación.<br />

Esta soledad (ser uno mismo) es percibida cuando se<br />

silencia todo el ser: es decir, el mundo mental, corporal y<br />

emocional. De tal manera que, a la hora de experimentarse, se<br />

identifican y se confunden estas dos expresiones: silencio y<br />

soledad. Dicho de otra manera: la percepción de su identidad<br />

personal (soledad) es el resultado del silenciamiento total.<br />

«La cena que recrea y enamora»<br />

La primera condición para «estar» con el Padre, según<br />

Jesús, es: «Entra en tu cuarto». El concepto de ese «cuarto» hay<br />

que ampliarlo, entendiéndolo en sentido figurado. Hoy<br />

diríamos: hazte presente en la última soledad del ser.<br />

Segunda condición: «Cierra las puertas». Esas puertas no

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