ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México
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Definitivamente, no hay derrota posible para los que se<br />
abandonan.<br />
He aquí, pues, que, desde ahora y en las paginas que siguen,<br />
abrimos una ancha alameda por la que avanzará la<br />
reconciliación a banderas. desplegadas. Expondremos<br />
desmenuzadamente la vivencia de la oración de abandono, cuya<br />
practica dejará al cristiano en estado de armonía y paz, para<br />
después internarse resueltamente en las profundidades divinas,<br />
según el propósito de este trabajo. Expliquémonos.<br />
Como se generan las guerras interiores<br />
El ser humano (usted, yo), sin haberlo querido, sin haber<br />
escogido ni optado por la vida, se encuentra aquí sorpresivamente<br />
como persona. Y, al entrar en relación con todo lo<br />
que él no es, le nace al hombre el primer motivo de conducta: el<br />
«principio del placer». Me explicaré. El hombre encuentra,<br />
dentro de sí y fuera de sí, cosas que le gustan, realidades que le<br />
causan sensación agradable, y otras realidades que no le gustan,<br />
que le causan desagrado.<br />
Al saborear las realidades agradables, le nace al hombre<br />
espontáneamente la complacencia, la adhesión, en suma, la<br />
apropiación. Dicho de otra manera: las cosas agradables el<br />
hombre se las apropia emocionalmente, y establece con ellas<br />
una adhesión posesiva.<br />
Cuando la cosa agradable la siente amenazada con peligro<br />
de perderla, el hombre se turba. Es el temor, que no es otra cosa<br />
que una descarga de energía agresiva para la defensa de la<br />
propiedad amenazada. Nace la guerra.<br />
Sucede también otra cosa: aquellas realidades que le<br />
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El Concilio acaba diciéndonos que «<strong>hacia</strong> ese valor tienden<br />
las energías vitales del hombre cuando, busca el silenciamiento<br />
para la contemplación».<br />
Tratemos de expresar estas ideas con nuestras propias<br />
palabras: cuando una persona se capta experimentalmente a si<br />
misma, esta persona tiene la percepción de que ella «consta» de<br />
diferentes niveles de profundidad o interioridad, y de que hay<br />
un ultimo nivel donde nadie puede hacerse presente salvo Aquel<br />
que supera todo tiempo y todo espacio.<br />
Ya en la Edad Media Duns Scoto definía el misterio de la<br />
persona con estas palabras: «la ultima soledad del ser».<br />
Hay, pues, en la constitución del ser humano un «algo» que<br />
le hace ser «él mismo», diferente a todos, y que, como una<br />
franja de luz, atraviesa toda la esfera de la persona dándole<br />
propiedad, diferenciación e identificación.<br />
Esta soledad (ser uno mismo) es percibida cuando se<br />
silencia todo el ser: es decir, el mundo mental, corporal y<br />
emocional. De tal manera que, a la hora de experimentarse, se<br />
identifican y se confunden estas dos expresiones: silencio y<br />
soledad. Dicho de otra manera: la percepción de su identidad<br />
personal (soledad) es el resultado del silenciamiento total.<br />
«La cena que recrea y enamora»<br />
La primera condición para «estar» con el Padre, según<br />
Jesús, es: «Entra en tu cuarto». El concepto de ese «cuarto» hay<br />
que ampliarlo, entendiéndolo en sentido figurado. Hoy<br />
diríamos: hazte presente en la última soledad del ser.<br />
Segunda condición: «Cierra las puertas». Esas puertas no