ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México
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El orante sabe por experiencia que el Dios de la paz<br />
necesariamente naufraga en ese mar turbulento y agitado; y<br />
siente la necesidad urgente de una purificación que no vendrá<br />
sino por el camino de una reconciliación general que consiste<br />
en apagar las llamas, silenciar los conflictos, sanar las heridas,<br />
asumir historias dolientes, aceptar rasgos negativos de la<br />
personalidad, perdonarse a sí mismo, perdonar a los hermanos,<br />
en una palabra, eliminar las guerras interiores.<br />
Oración de abandono<br />
Pero démonos cuenta desde el primer momento de que esta<br />
reconciliación, a pesar de ser una terapia enormemente<br />
purificadora, no la consideramos aquí ni la usamos como<br />
terapia, sino como oración; y, por cierto, la más alta y profunda<br />
expresión de la oración evangélica: la oración de abandono.<br />
En efecto, como se verá a lo largo de estas páginas, en esta<br />
oración de abandono hay encerrado, primeramente, un<br />
homenaje de silencio y fe, porque el creyente trata de atravesar,<br />
con una mirada de fe, el bosque de los fenómenos empíricos,<br />
causas primarias y apariencias exteriores, y más allá de todo,<br />
descubre a aquel que es el fundamento fundante de toda<br />
realidad: Dios Padre; detrás de lo que se ve, descubre al que no<br />
se le ve.<br />
En segundo lugar, la oración de abandono contiene el amor<br />
mas evangélicamente puro, el amor oblativo. Hablamos de<br />
oblativo porque hay un sacrificar, un morir a una criatura<br />
vivísima, pero autodestructiva como el resentimiento, la<br />
vergüenza, la tristeza, la repugnancia... con un «no se haga lo<br />
que yo quiero, sino lo que quieres tu». Hay pues, en esta<br />
oración, un morir a todas las fuerzas regresivas y agresivas del<br />
corazón como homenaje de silencio, fe y amor. «Hágase tu<br />
voluntad».<br />
un vacío interior como quien apaga la luz de la habitación.<br />
Todo se ha borrado. Todo esta vacío. Dentro de mi no hay<br />
nada, fuera de mi no hay nada. ¿Qué queda? Lo más<br />
importante: la presencia de mí mismo a mí mismo en silencio y<br />
paz.<br />
Sólo en este momento puedo verdaderamente sentir y decir:<br />
tu eres mi Dios; estás conmigo.<br />
Ahora -viene a decir Jesús- percibirás que el Padre está<br />
contigo. El Padre también antes estaba contigo, pero la<br />
polvareda y la dispersión impedían percibir su presencia. Pero<br />
ahora que la polvareda se la llevó el viento del silenciamiento, y<br />
la atmósfera interior quedó transparente y quieta, ahora<br />
percibirás que la presencia del Padre se hace patente y evidente<br />
para ti. En suma, percibirás que el Padre está contigo.<br />
Ahora bien; si yo me encuentro a solas con mi Padre, ¿Qué<br />
hacer ahora?, ¿cómo adorar? Mira, ya que el Padre está contigo,<br />
simplemente quédate con El. ¿Qué significa quedarse con El?<br />
Significa establecer una corriente atencional y afectiva con un<br />
tú. Mis energías mentales y afectivas salen de mi, se proyectan<br />
en un tú, se quedan en un tú; y todo mi ser permanece quieto,<br />
concentrado, compenetrado en un tú, con un tú, en silencio, en<br />
la fe, en el amor.<br />
Significa hablar con Él, y hablar no significa un intercambio<br />
de palabras, sino de interioridades: yo contigo, tu conmigo.<br />
De tal manera que dos presencias, como dijimos, previamente<br />
conocidas y amadas, se hacen mutuamente presentes y<br />
se establece aquella corriente alterna y circular de dar y recibir,<br />
amar y sentirse amados. Dejando a un lado las expresiones<br />
teóricas, digamos que todo lo dicho se reduce a la experiencia<br />
del «estás conmigo». Mi Dios me envuelve, me compenetra, me<br />
ama.<br />
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