ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México
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38<br />
despreocupado de usted y sus cosas; y usted, supongamos, vive<br />
sobre ascuas recordándolo incesantemente; y siempre que lo<br />
recuerda lo hace con una furiosa descarga agresiva, deseándole<br />
todo mal.<br />
En suma, sigamos suponiendo, usted almacena una carga<br />
vital venenosa que a aquel su enemigo no le llega a tocar ni con<br />
el pétalo de una rosa, mientras a usted lo esta corroyendo y<br />
destruyendo. Es usted el que enciende una ardiente hoguera en<br />
la cual solo usted se quema. Una locura.<br />
Repito: ni siquiera estoy hablando de perdono Simplemente,<br />
le digo: olvídelo, bórrelo, y de paso aproveche la oportunidad<br />
para hacer un sublime acto de fe y amor en las manos amorosas<br />
de nuestro querido Padre, dejando allí tanta historia ácida, y<br />
vera qué inesperado alivio siente. Este es el camino de alta<br />
velocidad para toda liberación y toda felicidad.<br />
A lo largo de mi vida he conocido numerosos casos de<br />
madres a quienes, en una tarde aciaga, la muerte arrebató de sus<br />
brazos a su pequeño de pocos años. Estas madres se<br />
derrumbaron para siempre. Rehusaron sistemáticamente<br />
cualquier consolación. Prefirieron sufrir y llorar, porque les<br />
parecía que era la prueba más expresiva de su amor al pequeño<br />
que se fue.<br />
Pasaron cinco, diez, quince años, y el tiempo, que todo lo<br />
borra, no consiguió borrar aquello. Y cualquier recuerdo del<br />
pequeño que evocaban aquellas madres iba acompañado de<br />
lágrimas.<br />
Yo les dije: el recuerdo de su pequeño es para ustedes<br />
manantial perenne de tristeza porque ustedes están todavía<br />
agarradas a sus pequeños. Sólo les falta una cosa: desprenderse<br />
de ellos y entregarlos. Mientras no lo hagan nunca sabrán qué<br />
cosa sea la alegría.<br />
47<br />
Creer es entregarse. Y entregarse significa caminar sin<br />
descanso <strong>hacia</strong> una patria soberana, y la tal patria no es sino el<br />
mismo Dios.<br />
Creer es, pues, ponerse en camino. Levantarnos cada<br />
mañana y ponernos en busca del rostro del Señor. Somos, pues,<br />
peregrinos, no turistas. Un turista sabe dónde dormirá hoy, qué<br />
museos visitará mañana.. En una peregrinación, en cambio, la<br />
incertidumbre y la fatiga acompañan en todo momento al<br />
peregrino.<br />
Partir, navegar, volar siempre por las rutas nocturnas de la<br />
fe, al impulso y anhelo de dar alcance a Alguien que no tiene<br />
nombre, para abrazarlo, poseerlo, ajustarnos en él y... descansar.<br />
Y cuando parecía que ese Rostro ya estaba al alcance de la<br />
mano, he aquí que el Rostro se desvanece como un sueño, y se<br />
torna en ausencia y silencio, convirtiéndose la aventura de la fe<br />
en una desventura, y la fe misma en un verdadero drama, el<br />
drama de una persona a quien le damos el aperitivo y lo<br />
dejamos sin banquete.<br />
Sí, un drama, porque parece un Rostro perpetuamente<br />
fugitivo, como que aparece y desaparece, se concretiza y se<br />
desvanece, como que se hace presente y se ausenta, siempre tan<br />
cerca y tan lejos. «¿Adonde te escondiste, Amado... ?». «Salí<br />
tras de ti clamando, y ya eras ido».<br />
Una y otra vez se repite monótonamente la misma historia:<br />
salir tras Él clamando y... «eras ido»; de tal manera que la vida<br />
de fe viene a ser una eterna odisea, un sempiterno salir en busca<br />
de Alguien a quien no se le puede dar alcance, no se le puede<br />
«poseer» mientras dure la peregrinación; y san Agustín acabará<br />
diciendo que «encontrar consiste en buscar».<br />
Es la contradicción vital que nos señala la Biblia: por un<br />
lado, nos dice que Dios está con nosotros y, por otro lado, Pablo<br />
nos asegura que nos encontramos «lejos del Señor». ¿Cómo