ITINERARIO hacia DIOS - Pastoral Vocacional México
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dimensión contemplativa, que va más allá de las palabras.<br />
Cuando Francisco de Asís intentó expresar alguna idea<br />
acerca de la oración, dijo: «...adorar y contemplar al Señor Dios<br />
vivo y verdadero con corazón y alma puros». Nosotros también<br />
utilizaremos indistintamente las dos palabras: orar y adorar; y<br />
al utilizarlas, siempre estaremos pensando en un trato de<br />
intimidad con el Señor, en una convergencia de interioridades<br />
consumada en el silencio del corazón, en la fe, en el amor.<br />
En la oración de intercesión, en la oración de alabanza y, en<br />
general, en las oraciones vocales entra todo el mundo:<br />
necesidades del pueblo, salud de los enfermos, intenciones del<br />
Santo Padre...<br />
En la adoración desaparece todo el mundo y quedamos a<br />
solas tú y yo, sin interés de ninguna clase, sin otra presencia que<br />
la Presencia. Y si no quedamos a solas tu y yo, no habrá<br />
propiamente encuentro con Dios.<br />
Podría estar yo en medio de un grupo orante de cinco mil<br />
personas, todas las cuales aclaman y cantan al Señor. Si yo, en<br />
mi ultima instancia, no quedara a solas con mi Dios, como si<br />
nadie existiera en este mundo, no habría encuentro verdadero<br />
con Dios.<br />
Al final de esta exposición de ideas vamos a llegar a la<br />
conclusión de que todo encuentro es intimidad, y toda intimidad<br />
es el momento y el punto en que se cruzan dos interioridades:<br />
yo contigo, tu conmigo.<br />
Digamos así, por hablar de alguna manera, que toda<br />
intimidad es un recinto cerrado, un «a solas».<br />
Los textos bíblicos que hacen referencia al trato con<br />
Dios lo expresan a modo de un recinto cerrado: «Vendremos a<br />
Él y haremos un hogar en Él». Por cierto, el hogar es un recinto<br />
cerrado. «Estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre la<br />
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luchar y combatir con todas las armas disponibles y con la<br />
colaboración de los demás para alterar lo poco o mucho que sea<br />
posible cambiar.<br />
Mientras las posibilidades están dadas, y los horizontes<br />
abiertos, no hay que rendirse ante nada, sino poner en juego<br />
todas las energías para afrontar todos los posibles y conducirlos<br />
a la solución final.<br />
Sin embargo, mirando la realidad con la cabeza fría, el ser<br />
humano descubre con harta frecuencia que gran parte de las<br />
cosas que le disgustan, le entristecen o le avergüenzan no tienen<br />
absolutamente ninguna solución, o la solución no está en sus<br />
manos; las llamamos situaciones limite, fronteras absolutas,<br />
hechos consumados.<br />
En este libro las denominamos los imposibles. Es decir, a la<br />
pregunta: «Esto que nos está aconteciendo y que nos está<br />
destrozando, ¿tiene alguna solución?». Si la respuesta es: «No<br />
hay solución posible, no hay nada que hacer», entonces es inútil<br />
lamentarse; la realidad, fatalmente, es así. Son los imposibles.<br />
La existencia no me la propusieron, me la impusieron. En la<br />
vida ni entramos ni salimos; nos empujan a ella y nos sacan de<br />
ella, y no precisamente cuando nosotros queremos.<br />
Yo no escogí a mis padres, ni esta anatomía, ni este<br />
temperamento. No escogí la suerte de mi vida, el rumbo de mis<br />
actividades, la hora de mi muerte.<br />
Todo lo que sucedió desde este minuto para atrás son<br />
hechos consumados que no serán alterados por siempre jamás.<br />
Son los imposibles.<br />
Las personas suelen vivir con mucha frecuencia irritadas,<br />
avergonzadas, resentidas porque aquello acabó en fracaso, no<br />
hubo suerte en aquello otro, por aquel accidente desgraciado,<br />
por aquella lamentable equivocación. Hechos que no serán