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En Defensa del Marxismo 38<br />
última farsa había sido preparada por el diputado Juan Balestra, una mezcolanza<br />
de liberal, masón, católico, mangoneador político y caudillo de<br />
arrabal, de donde había traído ahora a un centenar de borrachines para<br />
que vivaran a Falcón junto a un grupo de policías de civil.<br />
Balestra agradece "la obra benéfica de la policía, que ha sabido<br />
imponer el principio de autoridad contra los desmanes de la turba. Este<br />
hombre (por Falcón) es el salvador de la patria. El general Falcón...<br />
¡porque debe ser general, señores!"<br />
Un morochazo sin dientes, feo como él solo, desharrapado, a quien<br />
el vino apenas deja sostenerse en pie, grita:<br />
– ¡Viva el general Falcón! ¡Yo lo hago general! ¡Viva!<br />
Falcón ya está incómodo. Mira fastidiado a Balestra, quiere fingir una<br />
sonrisa y le sale una mueca dura, da media vuelta y se pierde en los pasillos<br />
del edificio policial. Los borrachines van detrás de él, aunque Balestra<br />
quiere pararlos. Finalmente, los guardias los sacan a palos. 6<br />
En dependencias policiales, cuando se hablaba de obreros se decía<br />
"los gringos" o "los rusos". Como quedó dicho, el desarrollo industrial<br />
argentino había sido sostenido, desde la década de 1860, por fuerza de<br />
trabajo extranjera y la inmigración se hizo masiva en las dos últimas décadas<br />
del siglo XIX. En 1909, todavía entre el 60 y el 70 por ciento del<br />
proletariado industrial estaba compuesto por extranjeros; el otro 30 ó 40<br />
por ciento, casi en su totalidad, por hijos de inmigrantes. Los trabajadores<br />
nativos sólo predominaban en el interior -no en el Litoral- y en tareas<br />
rurales. En Buenos Aires, la migración interna no se incorporó a las fábricas<br />
sino lentamente y con dificultades severas. Una franja de los<br />
llegados a la urbe desde las provincias cayó en la marginalidad y se transformó<br />
en elemento lumpen: delincuentes, guapos o compadritos,<br />
matones del caudillo o policías (Palacios llamaba a la policía "chusma sin<br />
oficio"). Por eso, Falcón pudo inculcar en su tropa -más miserable que<br />
los propios obreros- un concepto por entonces novedoso: el odio xenófobo<br />
al extranjero, la idea de que reprimir al proletariado constituía una<br />
suerte de cruzada patriótica contra una invasión foránea.<br />
El gobierno alentaba esa tesis y subrayaba en sus informes que la mayoría<br />
de las víctimas del 1º de Mayo eran extranjeras. El <strong>Partido</strong> Socialista<br />
contestó el 6 de mayo con un manifiesto:<br />
"El patriotismo de los oligarcas les permite pedir a los patrones extranjeros<br />
que manden a sus peones argentinos a votar por las facciones<br />
de la política criolla; les permite vender el país entero a empresas extranjeras,<br />
cuyos abogados son altos personajes políticos y de cuyos directorios<br />
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