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MARTES 2 DE AGOSTO DE 2011
trata… ¡Dios mío! Nadie ganó tanto dinero como los ingleses
con la trata de esclavos. Cuando perdieron las Trece Colonias
y luego el abolicionismo comenzó a ganar adeptos en los
Estados Unidos, cuando comprendieron que sus islitas azucareras
nunca podrían competir con Cuba ni con Brasil, entonces
se convirtieron en apóstoles de la abolición de la esclavitud…
mientras hacían la guerra en China para imponer el
tráfico del opio.
¿Así que pretendo justificar la esclavitud? Eso me recuerda
a Beatriz del Risco cuando me acusaba de pertenecer al G-2
porque sólo alguien con acceso a los archivos de esa institución
podía saber que Alfredo Guevara, el zar criollo del cine,
era homosexual. Yo no tengo que justificar algo que dejó de
existir cuando mis abuelos y abuelas eran niños, ni pienso
dejar en paz a los que practican la demagogia racial ni el odio
contra los blancos. ¿Que hago alarde de mi blancura? No,
señora. Lo que sucede es que no reniego de ella y desprecio a
quienes lo hacen. ¿Le molesta la hipocresía? A mí también.
En una gasolinera de Miami Gardens tres negros asesinaron
sin objetivo ni motivo a una pareja de blancos de origen cubano.
Si los asesinados hubiesen sido negros y blancos los asesinos,
ya se estaría hablando de ¨un crimen motivado por el
odio racial¨.
Detalle curioso: desde mis lejanos tiempos en el Nuevo
Herald, personas que me tienen mala voluntad, pero que no
pueden dejar de leerme, buscan consuelo en el hecho de que
yo nunca asistí a una escuela de periodismo. Martí, Manuel
Sanguily, Juan Gualberto Gómez, Manuel Márquez-Sterling
(el abuelo), Jorge Mañach, Sergio Carbó, Pablo de la
Torriente Brau, Pepín Rivero, Gastón Baquero, Ramón
Vasconcelos, Francisco Ichaso, Luis Ortega, Emma Pérez,
Humberto Medrano: ninguno de esos articulistas estrellas
asistió a una escuela de periodismo. ¿Cómo iban a hacerlo si
la Escuela de Periodismo de Cuba se fundó en 1943 cuando ya
ellos eran quienes eran? ¿Y Rolando Masferrer, que vino después?
Prefirió estudiar Derecho. ¿Y Tamargo, recién llegado
de Puerto Padre? No era bachiller.
Los estelares de ahora, Márquez-Sterling (el nieto), el hace
poco fallecido Rivero Caro, Armando González, Montaner,
Echerri, tampoco estudiaron en la Escuela de Periodismo; el
único periodista de renombre que pasó por dicha escuela fue
Guillermo Cabrera Infante, que no se graduó. En cambio,
Wilfredo Cancio Isla, hábil para escalar posiciones, nulo
como articulista, fue no ya graduado, sino profesor de ella. Ni
él ni ninguno de los que se graduaron en esa benemérita institución
pueden competir con los que he mencionado.
Tampoco con otro que no menciono porque mi proverbial
modestia me lo impide.
JAN Y CUJE
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Nunca asistí a una escuela de periodismo
Martí, Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez, Manuel Márquez-Sterling (el abuelo), Jorge
Mañach, Sergio Carbó, Pablo de la Torriente Brau, Pepín Rivero, Gastón Baquero, Ramón
Vasconcelos, Francisco Ichaso, Luis Ortega, Emma Pérez, Humberto Medrano: ninguno de esos
articulistas estrellas asistió a una escuela de periodismo.
Comunicarse con los demás a través de la palabra escrita,
hacerse leer incluso por personas que nos muestran antipatía,
eso es un don. No se aprende en ninguna escuela.
* Vamos ahora con otro lector, Mario Llossas y Baldesogo.
¿Es el teniente coronel de igual nombre y apellidos o un hijo
suyo? Ignoraba que fuese holguinero. De todos modos, si el
tono de mi respuesta es distinto al que usé con la señora
Quintana es porque el tono de su carta también es distinto.
¿Alguna vez los cubanos le daremos a Fulgencio Batista el
lugar que le corresponde? Los detractores del ¨cruel dictador¨,
del ¨asesino de Guiteras¨ (Antonio Guiteras era un fugitivo de la
justicia buscado, entre otros delitos, por el secuestro de un
millonario; cuando murió, estaba armado y en compañía de un
matón extranjero), siempre van a pasar por alto la laboriosidad
y el espíritu de superación de aquel mulato pobre salido de un
pequeño pueblo oriental; el que fuera un factor fundamental en
el fin de la violencia que desangró al país de 1930 a 1935; el que
mostró un indudable interés en la educación y la salud pública;
el que entregara la Presidencia al candidato que había vencido
al que él apoyaba; el que siempre intentara convertirse en un
caballero en un país que terminó hundido en la chusmería y
gobernado por chusmas.
En la otra esquina, los irreductibles partidarios de Batista se
niegan a tomar en cuenta que se enriqueció en el poder; que el
golpe del 10 de marzo no tiene justificación posible; que su
manera de enfrentar la oposición armada fue desastrosa; que se
mostró débil con subordinados a los que debió encarcelar, como
los Tabernilla, los Salas Cañizares y unos cuantos más; que dejó
impunes crímenes que quizás no ordenó, pero que permitió, y
que mancharon de sangre su imagen.
Sin embargo, algunos parecen venerar su recuerdo. Llosas
Baldesogo lo coloca en plan de héroe con esa frase de que no
permitiría ¨el desembarco de un solo marine¨. Como militar,
sabe mejor que yo que los marines hubiesen aniquilado a
los 17, 000 hombres que mandaba Batista, como aniquilaron a
los 30, 000 japoneses que enfrentaron en Iwo Jima, mejores soldados
que los cubanos y mandados por oficiales con años de
experiencia de guerra, no por sargentos que nunca habían combatido.
Además, la Enmienda Platt, que autorizaba el desembarco
de los americanos, era parte de la Constitución vigente ¿Qué
autoridad tenían para abolirla un sargento y esos pentarcas nombrados
por estudiantes?
Ni prócer ni monstruo. Quizás algún día escriba un libro sobre
Fulgencio Batista. Si lo hiciera, tendría que estar alerta: escritor
de profesión y parte de un pueblo que rechaza la lectura, tendré
que hacer un esfuerzo para no ser demasiado condescendiente
con alguien a quien alguna vez llamaron el soldado polilla.
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