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Diferentes-desiguales-y-desconectados_Garcia-Canclini

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de explicarnos por qué todos los intelectuales pequeñoburgueses no<br />

son Valéry (Sartre, 1963: 57).<br />

La teoría de los campos permitió salir de este sociologismo torpe,<br />

sin regresar al idealismo del «carácter único de cada obra de arte» o la<br />

inexplicabilidad de la «creación» cultural. En su texto «Campo intelectual<br />

y proyecto creador», Bourdieu observa que «para dar su objeto<br />

propio a la sociología de la creación intelectual» (1967: 135) hay que situar<br />

al artista y su obra en el sistema de relaciones constituido por los<br />

agentes sociales directamente vinculados con la producción y comunicación<br />

de la obra. Este sistema de relaciones, que incluye a artistas, editores,<br />

marchantes, críticos y público, que determina las condiciones<br />

específicas de producción y circulación de sus productos, es el campo<br />

cultural.<br />

¿Qué es lo que constituye a un campo? Dos elementos: la existencia<br />

de un capital común y la lucha por su apropiación. A lo largo de la<br />

historia, el campo científico o el artístico han acumulado un capital (de<br />

conocimiento, habilidades, creencias) respecto del cual actúan dos posiciones:<br />

la de quienes detentan el capital y la de quienes aspiran a<br />

poseerlo. Un campo existe en la medida en que uno no logra comprender<br />

una obra (un libro de economía, una escultura) sin conocer la historia<br />

del campo de producción de la obra. Quienes participan en él tienen<br />

un conjunto de intereses comunes, un lenguaje, una «complicidad<br />

objetiva que subyace en todos los antagonismos» (Bourdieu, 1984:<br />

115), y por eso el hecho de intervenir en la lucha contribuye a la reproducción<br />

del juego mediante la creencia en el valor de ese juego. Sobre<br />

esa complicidad básica se construyen las posiciones enfrentadas. Quienes<br />

dominan el capital acumulado, fundamento del poder o de la autoridad<br />

de un campo, tienden a adoptar estrategias de conservación y ortodoxia,<br />

en tanto los más deprovistos de capital, o recién llegados,<br />

prefieren las estrategias de subversión o herejía.<br />

Así funcionan los campos más autónomos, los habitualmente llamados<br />

culturales (la ciencia, la filosofía o el arte), y también otros en<br />

apariencia más dependientes de la estructura socioeconómica general.<br />

Bourdieu extendió la teoría, entre otros, al «campo de la alta costura».<br />

(Bourdieu y Desaut, 1975). Lo dominan quienes ejercen el poder de<br />

construir el valor de los objetos por su rareza o escasez, mediante el<br />

procedimiento de la marca. Pese a que él reconoce las determinaciones<br />

mercantiles sobre la moda, y su relación con los estilos de vida que se<br />

forman en otras áreas de la organización social, sostiene que la oposición<br />

estructuradora de ese campo es la que enfrenta a los modistos<br />

consagrados con quienes les disputan ese lugar. Dior y Balmain establecieron<br />

durante décadas los estilos de vida capaces de distinguir a las<br />

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