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Diferentes-desiguales-y-desconectados_Garcia-Canclini

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Hay algunas páginas espléndidas en esta argumentación, por ejemplo<br />

cuando habla sobre el enlace negativo que existe en la televisión<br />

«entre la urgencia y el pensamiento». Pregunta «si se puede pensar en<br />

medio de la velocidad» sin ser repetidor de ideas recibidas, que a su vez<br />

fueron antes recibidas por otros, porque en esa prisa del «fastfood cultural»<br />

no es posible plantear el problema de la recepción. Pero, salvo<br />

unas pocas observaciones incisivas, predomina en su análisis y en las<br />

condiciones estilísticas que elige para intervenir en la televisión, un rechazo<br />

a usar, problematizar y por tanto entender la dinámica propia<br />

del medio y las oportunidades de pensar a través de imágenes electrónicas.<br />

En un tiempo que ha tendido tantos puentes entre escrituras e<br />

imágenes, que ha reflexionado sobre los vínculos entre imágenes para<br />

entretener y para conocer (desde la antropología visual hasta Jean-Luc<br />

Godard y Wim Wenders), trazar un cordón sanitario rígido entre discursos<br />

gnoseológicos y discursos comunicacionales o espectaculares es<br />

desconocer la historia o consagrar el epistemocentrismo.<br />

Es sintomática la reducción que Bourdieu hace en sus conferencias<br />

del campo mediático o televisivo al «campo periodístico». Casi todos<br />

los ejemplos, tomados de las prácticas informativas de la televisión y la<br />

prensa, intelectualizan la problemática comunicacional. Nunca estudia,<br />

como parte del campo, las funciones lúdicas o de entretenimiento<br />

de los medios. Cita una vez a Raymond Williams, pero no recoge su<br />

examen más sofisticado y matizado de la cultura y la comunicación,<br />

que incluye «las estructuras de sentimiento» (Williams, 1980: 150-158).<br />

Por tanto, tampoco se pregunta por los problemas específicos del lenguaje<br />

televisivo, los tipos de interacción que establece con diversos receptores<br />

y la posibilidad de elaborar críticamente esos vínculos.<br />

La sociedad no aparece en Sobre la televisión más que como un<br />

conjunto homogéneo de espectadores, contradiciendo la crítica a la<br />

noción de opinión pública que Bourdieu realizó en un texto famoso,<br />

«La opinión pública no existe» (Bourdieu, 1990: 239-250). No reconoce<br />

los varios tipos de audiencia, ni las diversas estrategias seguidas<br />

por los medios respecto de diferentes destinatarios. Tampoco trata el<br />

papel del ombudsman, de las asociaciones de televidentes, ni las complejas<br />

participaciones, más o menos simuladas y controladas, en los<br />

programas que aceptan la discusión del público. Ni el papel diferente<br />

de distintos informativos, de los programas que parodian a otros programas<br />

de la televisión o auspician el debate. Solo analiza la desigual<br />

distribución de la palabra, la manipulación de la urgencia, del reloj,<br />

para interrumpir y controlar (ibíd.: 35).<br />

Para problematizar el lugar en que el científico social puede situarse<br />

al hablar de lo que cuestiona su práctica, es útil detenernos en lo<br />

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