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"El Neo-Espartano", único órgano semioficial, que circulaba en la Isla, con una<br />
subscripción mensual de "tres reales"; tampoco el de Pablo Millán, muerto con<br />
derroche de coraje, defendiendo la causa revolucionaria, en la ruda batalla de "La<br />
Ermita" de Pedregales, el día 1° de febrero de 1901, dejando en la orfandad, como<br />
saldo de su tenacidad, su tierno y floreciente hogar, nutrido de inocente y numerosa<br />
prole; ni al del Capitán Severiano Ibarra Franco, quién hasta hace pocos años,<br />
bastante anciano, pero siempre dejando destacar su porte militar que le caracterizó e<br />
hizo gala en sus años de juventud, y aunque luciendo su blanca cabellera y<br />
envejecido rostro, hablaba con orgullo del grado militar, obtenido a fuerza de<br />
disciplina y constancia, en los Cuarteles del País, donde logró dejar una estela de<br />
destacada brillantez y bien sentado el nombre del pueblo que le vió nacer; como<br />
tampoco, a los de: José González (José el de Justa, como se le decía en el pueblo) ni<br />
a Dámaso González (Macho el de la verea, como popularmente se le conoció),<br />
quienes estuvieron por espacio de 10 y 12 años, respectivamente, sentando plaza<br />
como personal de tropa, en el llamado "Cuartel del Hoyo", de la Caracas de antaño<br />
ni mucho menos a Telésforo Millán, detective de intuición natural y Militar de<br />
vocación, y menos aún, a Julián Romero Brito, quien después de varios y penosos<br />
años en las filas Castrenses, donde dejó lo mejor de su juventud, hoy se encuentra<br />
formando parte de las actividades civiles, dedicado de lleno con destacada<br />
honestidad, al levantamiento de su numerosa familia, que son timbre y orgullo de<br />
sus afanes cotidianos.<br />
INSTRUCCIÓN<br />
No fue el noble pueblo de Tacarigua afortunado en lo que a instrucción respecta,<br />
el analfabetismo, mal heredado del coloniaje, sentó bien hondas sus malignas<br />
garras, durante mucho tiempo, en toda su estructura; el pan educativo tenían que<br />
recibirlo los que mejor podían, en los pueblos vecinos, y éstos en número por demás<br />
reducido, debido a su pobreza, motivo que lo hizo durante muchas décadas,<br />
mantenerlo acomplejado entre los demás pueblos de la Isla; hasta que un buen día,<br />
pudo llegar hasta él, un poco de luz, traído de la mano y en la mente de un buen<br />
hijo, IGNACIO JIMENEZ se llamó el feliz afortunado, quien había logrado<br />
traspasar las fronteras de su pueblo natal y adquirir una mediana instrucción en<br />
otros lares, que a fuerza de entusiasmo y abnegación y sacrificios pecuniarios, logró<br />
propagar entre algunos de sus conterráneos, costeando y dirigiendo durante muchos