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Leer Libro - Fundación Cheguaco

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cuchillos, etc., e irlos pacientemente acomodando en un solitario rincón, a fin de<br />

declararlos en receso forzado, y luego ir "colocando boca abajo" dentro de la cocina,<br />

todos los utensilios de uso cotidiano, desde las cazuelas y los platos cercadeños,<br />

pasando por la ollita del café, hasta el más insignificante objeto culinario, y seguir<br />

tapando rigurosamente, las "piedras de moler”, el pilón y la escusa (minúscula y<br />

rústica despensa colgante del techo), y luego apagar los últimos vestigios de la<br />

lumbre mantenida permanentemente en el fogón, a base de leña fuerte, para esperar<br />

en tal estado, la hora del "encierro" destinada a declararlos fuera de toda actividad<br />

material y también de algunas corporales, y dar comiezo a la rigurosa inactividad,<br />

que no rompían "ni por la cosa más necesaria del mundo", por temor al castigo<br />

eterno, llevándolos el ciego fanatismo, a ir gastando las horas en un prolongado<br />

misticismo que interrumpían sólo para ingerir algunos sorbos de agua, una que otra<br />

fruta almacenada previamente y pequeñas raciones de harina de maíz tostado y<br />

"entaparada" con anticipación, debido a la creencia, de que toda actuación de<br />

fuerzas que se hiciese en estos "Santos Días", iría a chocar directamente contra el<br />

"divino cuerpo del Dios muerto" y sobrevendría irremisiblemente el "eterno<br />

castigo", representado en males de toda laya para los caídos de exprofeso en tan<br />

brutal herejía, narrándose con lujo de detalles y a manera de ejemplos, los diversos<br />

casos de heridas, aporreos, accidentes, muertes mismas y cuanto pudiese traducirse<br />

en explicación, sucedidos una y otra vez a los desacatantes de la tradicional<br />

creencia, y viniendo a poner coto al total aislamiento, el SABADO DE GLORIA, al<br />

oírse el repique que anunciaba tan trascendental acto, volviendo desde ese instante,<br />

la alegría a los hogares, la lumbre a los fogones, el trabajo a los huertos, la actividad<br />

a las casas, las vacas y las cabras a los ordeñaderos, la carne y los pescados a los<br />

puestos de venta y por ende la vida a su lucha incesante, como si nada hubiese<br />

acontecido. Claro que de estas costumbres ya casi nada queda, amén de los<br />

recuerdos y el murmullo criticón de alguna que otra vieja, que no ha tenido el valor<br />

suficiente de adaptarse a las transformaciones.<br />

LEYENDAS ARCAICAS<br />

Se puede asegurar sin temor a equivocaciones, que el pueblo de Tacarigua, es uno<br />

de los más antiguos de Margarita, e igualmente, que era uno de los tantos<br />

asentamientos de aborígenes ubicados en la "Paraguachoa" cuando en hora

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