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FOLKLORE<br />
Y si en algunas cosas no ha tenido Tacarigua la dicha de ser pródiga, en otras sin<br />
embargo, la naturaleza misma, la ha sabido dotar de compensaciones como para que<br />
su nombre perdure asociado a las más arraigadas tradiciones y siga de boca en boca<br />
por todos los rumbos de la Isla, aunado al recuerdo de sus diversiones, chistes,<br />
pasatiempos y episodios ancestrales, que en vez de opacarla o ridiculizarla, -como<br />
muchos pobres de espíritu han creído , más bien la han realzado y contribuido a que<br />
por doquiera se escuche mencionar a la "Tacarigua Festiva". La de los bailes<br />
populares, llevados a cabo pretextando cualquier cosa o causa, como la llegada de la<br />
lluvia o la recolección de las cosechas abundantes y famosas; las construcciones de<br />
las casas de bahareque efectuadas en dos o tres días; las fiestas patronales o los<br />
simples cumpleaños, matrimonios, bautizos u otros actos similares, donde hombres<br />
y mujeres, ataviados a la usanza popular y al compás de típicos conjuntos<br />
orquestales, compuestos de: cuatro, maracas, bandolas, charrascos, tambores, etc.,<br />
etc., que ejecutaban alegres joropos, vals, pasodobles, danzas y polkas, bailaban<br />
hasta caer en el delirio, aupados sus ánimos por los efectos de la "chicha", el fuerte<br />
"carato", el casero "anisao" o el aguardiente, que entonces era abundante y<br />
baratísimo. Hechos que por haber carecido de quien los recogiese en escrituras, solo<br />
han venido transmitiéndose de generación en generación, por el imperfecto sistema<br />
oral, que tiende muchas veces a aniquilarlos o fantasearlos, de acuerdo con la<br />
capacidad descriptiva del narrador, pero sin hacerles perder en ningún momento su<br />
originalidad. Y así se recuerdan a cada momento las quemas de "judas", que aquí<br />
tuvieron destacada figuración desde tiempos lejanos, quedándose patentizados en la<br />
mente algunos, como el que organizó Eladio Velásquez e hizo célebre las<br />
chistoserías de los hermanos José Apolinar y Angel Gil, complementadas<br />
sabiamente por el maestro Rafael Gil Sánchez, al ir leyendo con su sencilla y<br />
risueña voz, incapaz de conquistarle enemistades ni en los momentos más<br />
enardecidos, cada uno de los pasajes del "Testamento", donde picarescamente iba<br />
escudriñando los más íntimos pormenores de la vida hogareña, para irlos asociando<br />
a la repartición de la fabulosa pero ficticia herencia; también a la célebre "Siborea",<br />
de la reyerta entre Chuíto González y Nicolás Malaver; y de igual manera a