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contenido - Yacht Club Argentino

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1 y 3. Imagenes de Laguna. 2. El Iate <strong>Club</strong>e de Laguna.<br />

1 2 3<br />

hacía. Reaccioné y bajé la dosis al 30 %. Efecto placebo o no, nunca<br />

tuve el mínimo problema con el mareo, aún escribiendo o<br />

trabajando bajo cubierta.<br />

por BraSIL<br />

El domingo 6 de febrero a las 0600 izamos el pabellón de cortesía<br />

brasilero. El viento seguía del SE pero mas calmo. A las 1100 arriamos la<br />

vela de capa e izamos la mayor con una mano de rizos. Más tarde, a las<br />

1300 arriamos el genoa 3 e izamos el gennaker. Después el viento rotó<br />

de nuevo hacia proa y al atardecer volvimos a izar el genoa 3,<br />

manteniendo una buena velocidad durante el resto de esta singladura.<br />

en rIo Grande<br />

A medianoche del 6 estábamos frente a las escolleras de Rio Grande.<br />

Llegar de noche a un puerto extraño es siempre una experiencia que<br />

asusta. Todo parece mucho más grande y los edificios a medio iluminar<br />

no son reconocibles.<br />

El antepuerto de Rio Grande es inmenso con altas grúas iluminadas<br />

como arbolitos de navidad. Aquella hora todo estaba en calma y Carlos<br />

que conocía el lugar, nos fue guiando de boya en boya, desde el puerto<br />

marítimo hasta el pesquero, ya en la ciudad vieja. Estábamos en una<br />

‘lagoa’, donde el agua no olía muy bien. El canal de acceso al ICRG había<br />

sido dragado y llegamos rápido al muelle del Museo Oceanográfico,<br />

pegado al Iate <strong>Club</strong>e. Medio muelle estaba libre como esperándonos y<br />

en la otra mitad estaban dos veleros europeos abarloados uno a otro. No<br />

pensamos mucho y tranquilamente tomamos posesión del muelle…<br />

A la mañana siguiente, lunes 7 cuando Carlos fue a presentarse al<br />

Museo, le pidieron que dejáramos el muelle, pues esperaban visitas<br />

importantes. Pudimos recargar nuestros tanques de agua y luego de<br />

varios intentos junto al <strong>Club</strong>, fondeamos del otro lado del canal, justo<br />

frente al “Eco Museu da Ilha da Pólvora”.<br />

Era hora de botar nuestro auxiliar y visitar el Iate <strong>Club</strong>e de Rio Grande,<br />

donde nos esperaban duchas y afeitadas tras dos días usando toallas de<br />

papel, que limpian pero no refrescan. Hasta aquí, las noches habían sido<br />

frescas y era agradable dormir en la cabina. En el Río de la Plata usé mi<br />

bolsa pues sentía frío. Pero las cosas comenzaban a cambiar…<br />

Después del baño, Gabriela, Javier y yo fuimos a la ciudad, a buscar un<br />

centro de internet para bajar una versión actualizada de Ugrib, mientras<br />

Carlos aprovechaba la soledad para descansar.<br />

Posiblemente Rio Grande sea una ciudad que tenga sus encantos, pero<br />

nosotros estuvimos allí corriendo de un servicio a otro, buscando una<br />

farmacia, lavandería, combustible, un lugar para comer… ni tuvimos<br />

tiempo de visitar la ciudad vieja, que estaba casi pegada al Museo...<br />

Para agradecer la hospitalidad del Museo decidimos saludar a su<br />

director. Después de recorrer sus jardines de arriba abajo –estaba<br />

cerrado, por ser lunes– me indicaron que el Dr. Lucio Barcelos estaba en<br />

el lugar y me mostraron donde se encontraba en el sistema cerrado de<br />

televisión. Me sorprendió la excelencia de ese sistema que mostraba<br />

todos los rincones del museo y de sus grandes jardines.<br />

Habíamos entrado en Río Grande para protegernos de un frente con<br />

vientos fuertes que llegó en la madrugada del martes 8, cuando nos<br />

despertamos mojándonos con una lluvia casi horizontal y vientos de 25<br />

nudos o más dentro del puerto, pegados a la ciudad. Cuando pasó lo<br />

peor y completamos todos nuestros mandados, decidimos partir a las<br />

1700, viendo que del oeste llegaba una enorme nube negra –una<br />

‘trovoada’ o ‘pancada’ que algo de viento traería. La nube era tan negra<br />

y amenazadora que parecía dibujada para un ‘comic’ pero la teníamos<br />

muy cerca y era real.<br />

La partida, a la luz del día, fue mucho más fácil y rápida que la llegada.<br />

Pasamos frente a la ciudad vieja, con el edificio de la Alfándega y el<br />

puerto de pescadores, que nos saludaban desde sus barcos –no sé si<br />

para decirnos que no partiéramos o para desearnos buena suerte.<br />

Otra vez nos impresionó la amplitud del puerto y la vista a la Lagoa dos<br />

Patos, con su canal que lleva a Pelotas y a Porto Alegre. Tardamos casi<br />

dos horas desde el puerto de yates hasta el fin de las escolleras.<br />

ruMBo a LaGuna<br />

Creo que a partir de Rio Grande ya nos habíamos acoplado bien unos a<br />

otros, existiendo un ambiente de camaradería entre todos nosotros.<br />

No había a bordo tanta oportunidad para conversar de cosas ajenas a la<br />

navegación, pero algunos atardeceres y las mañanas, sobre todo<br />

durante la guardia de Gabriela antes del mediodía, se prestaban para<br />

conocernos un poco mejor.<br />

Sin expreso acuerdo se había establecido una rutina de cocina, Carlos<br />

preparaba el desayuno, Gabriela el almuerzo, Javier lavaba los platos<br />

después del almuerzo y yo me especialicé en la cena. Cuando el tiempo<br />

permitía, Gabriela sacaba al cockpit una vieja tabla de picar y preparaba<br />

ensaladas en cubierta para acompañar fideos o arroz. Javier y yo le<br />

40 El <strong>Yacht</strong> abril 2011

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