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contenido - Yacht Club Argentino

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4. partida de Laguna. 5. Embarcaciones en Ilhabela. 6. el Fjord VI amarrado en un “posto de gasolina” en Ilhabela.<br />

4 5<br />

6<br />

hacíamos compañía, mientras Carlos participaba desde la mesa de<br />

navegación –cuando no aprovechaba la tranquilidad de la mañana para<br />

recuperar un poco de su sueño.<br />

Al salir de Rio Grande tuvimos mucho oleaje y poco viento. Las nubes<br />

negras nunca llegaron y se quedaron en tierra. También por el Este nos<br />

rodeaban tormentas que tampoco llegaron hasta nosotros. Las lluvias,<br />

que las había, en general caían durante la guardia de Gabriela, entre 9 y<br />

12 de la noche. El suyo era el único traje de agua siempre mojado.<br />

Carlos, basándose en el Ugrib, había hecho una derrota a cinco u ocho<br />

millas de la costa, para recibir los vientos leves del oeste y evitar los del<br />

NE. Esa zona tendía a ser inestable, pero con viento suave.<br />

En las guardias de la noche controlábamos cada 15 minutos el rumbo, la<br />

profundidad, el viento, el horizonte en 360 grados, la derrota en el<br />

OziExplorer y las imágenes del AIS.<br />

El miércoles 9 de febrero fue un día cansador. Rodeados de nubes<br />

negras, quedamos encalmados. A la sombra de las velas estaba fresco,<br />

adentro la cabina era un horno. Si nos poníamos un traje de agua,<br />

llegábamos a cubierta empapados.<br />

Aparte del calor, era necesario cada tanto prender motor para enfriar la<br />

heladera y para recargar baterías. Como el motor del Fjord está en el centro<br />

del casco, su calor queda encerrado en la cabina… y nosotros lo sentíamos.<br />

Durante la noche, por medio del AIS, Carlos descubrió que un petrolero<br />

nos seguía a nuestra popa. Como el AIS indica en pantalla el nombre de<br />

cada barco, Carlos lo llamó por radio iniciando una amena conversación<br />

con el oficial del “San Marcos”, un petrolero que iba de Río Grande a<br />

Bahía. Muy amablemente, cambió su ruta y se adelantó por babor. A lo<br />

largo de todo el viaje, los buques grandes fueron muy considerados con<br />

nosotros –tal vez porque se decidió que Gabriela fuera nuestro vocero<br />

oficial, en inglés o castellano– cambiando ellos casi siempre su rumbo<br />

para dejarnos en paz.<br />

Esa noche comencé mi guardia a las 0200, haciéndole compañía a Carlos<br />

y escuchando sus anécdotas. Al principio nos acompañó un cielo<br />

estrellado, luego la lluvia, acabando rodeados de nubes bajas. A las 5<br />

avisté una claridad por el E. A las 0530 se distinguía el horizonte, con<br />

muy poco viento y nubes negras del SE. Amaneció nublado, pero<br />

después sopló. Cuando dejé mi guardia a las 7, recibimos un viento por<br />

la aleta a 15/20 nudos que le quitó el letargo al océano. Después de La<br />

Paloma, la del jueves 10 fue la mejor navegación que tuvimos. El cielo<br />

siguió encubierto pero todos estábamos de muy buen humor y las<br />

charlas se multiplicaron.<br />

Por la noche de aquel jueves vimos las luces de Laguna. Entre nosotros<br />

y la costa una multitud de pesqueros iluminan el lugar. De repente,<br />

vemos una línea continua de luces. Pensamos que son barcos en una<br />

rada, hasta que nos damos cuenta que se trata de veinte pesqueros de<br />

arrastre que en formación rígida, barren el mar.<br />

Durante todo el viaje nos sorprendió ver tan pocos pájaros y peces. Algunas<br />

noches nos rodeaban noctilucas –algas fluorescentes– y llegando a Río nos<br />

acompañaron por algunas horas varios delfines deslucidos, de un color<br />

apagado, pequeños, apenas saltaban, se apiñaban junto a la proa. En Río<br />

Grande vimos garzas moradas y blancas, de gran alzada, como las de los<br />

Esteros del Iberá. Y en Laguna, ya dentro de la lagoa, una bandada de<br />

biguás perseguían un cardumen que se quería alejar a toda velocidad.<br />

Durante más de diez minutos hervía el agua y una nube negra subía y<br />

bajaba, distinguiéndose de vez en cuando un pico que se disparaba al cielo<br />

con un pez aún debatiéndose… Después de la vivencia con los pescadores<br />

en Laguna y en Angra, no nos sorprende que el mar esté tan solitario, ¡<br />

nosotros lo estamos haciendo así !<br />

Mirando con Carlos el cuarterón de Laguna, veo que sobre la boca se lee<br />

“precaución”. Justo frente a la entrada hay una zona baja que genera<br />

olas que con la corriente saliente pueden alcanzar alturas de hasta<br />

cuatro metros. La escollera sale perpendicular al mar con el brazo S más<br />

largo que el N y para entrar hay que acercarse por el N para protegerse<br />

con la saliente de la escollera sur.<br />

Llegamos a la medianoche. Notamos que había más movimiento y que<br />

rolábamos con cierta violencia, pero por la oscuridad no nos llamó<br />

demasiado la atención… otra cosa sería a la salida…<br />

HacIa ILHaBeLa<br />

La salida fue espectacular. Nos acompañaron delfines, que también habían<br />

aparecido en la lagoa. Sobre el continente el cielo estaba negro.<br />

Navegamos en dirección a Florianópolis, entre islotes, rocas y pesqueros.<br />

Carlos le dejó el timón a Javier y se dedicó a preparar la nueva derrota. Al<br />

ocaso el sol iluminaba las nubes de tormenta, dándoles diversos colores.<br />

Al rato el viento encalmó y debimos usar el motor para no retroceder.<br />

Esa noche, en mi guardia de 3 a 6 tuve suerte: el amanecer fue increíble,<br />

con colores que desafían la descripción. Todo ocurrió en menos de una<br />

hora en que saqué infinidad de fotos.<br />

Cuando desperté a media mañana del sábado 12 de febrero, encontré la<br />

toldilla ya armada. El viento era nada. El calor todo. La toldilla nos protege<br />

y refresca la cabina, mientras el motor nos lleva despacio hacia el norte.<br />

abril 2011 El <strong>Yacht</strong> 41

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