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A mediodía vuelve el viento del oeste. Desarmamos la toldilla y subimos<br />
las velas. Después llegan vientos flojos y cambiantes del N y del NE,<br />
haciendo tirar muchos bordes. Sabemos que tendremos por lo menos<br />
tres noches sin tocar tierra, si no nos apuramos no llegaremos a tiempo<br />
para entregar los premios.<br />
El domingo 13 de febrero seguimos con viento de proa. Ilhabela se<br />
encuentra todavía a más de 220 millas. Hacemos menos de 4 nudos y las<br />
horas se hacen muy largas. El barco cabecea constantemente, afuera el<br />
calor es compensado por el viento, adentro la humedad es muy molesta.<br />
Salvo un petrolero que nos pasa despacio por babor –a menos de 12<br />
nudos– rumbo a Santos, esa mañana el mar está desierto. A la tarde<br />
aparece otro buque en rumbo de colisión con nosotros. Por el AIS<br />
conocemos su nombre y Gabriela lo contacta en inglés. Muy<br />
amablemente cambian su curso y pasan por nuestra popa<br />
A bordo conversamos y hacemos chistes. Por la tarde vuelve el buen<br />
viento. Hacemos 6 nudos y aparecen delfines que nos acompañan y<br />
se acercan a nuestra proa. Carlos hace acrobacias para filmarlos.<br />
Nos llega un SE por la aleta y olvidamos la pesadez de la noche y la<br />
mañana pasadas.<br />
Preparo una cena con sopas instantáneas, pollo frío con ensalada de papas y<br />
compota de peras. Durante mi guardia sigue el viento SE a 17/20 nudos.<br />
Nubes negras, relámpagos, rayos y lluvia a lo lejos, que durante mis tres horas<br />
no llegó hasta nosotros. Le tocó a Javier, que tuvo la guardia siguiente...<br />
El lunes 14 por la mañana temprano pasamos frente a Santos sin<br />
problemas con el tráfico. Dejamos la ‘Lagem de Santos’ por estribor. El<br />
ambiente mejora con las horas. La isla de Saõ Sebastiaõ parece estar al<br />
alcance de la mano.<br />
ILHaBeLa<br />
Dejando por estribor la isla de Alcatraces, polígono de tiro de la marina<br />
brasilera, a las 1730 llegamos al estrecho entre la isla Saõ Sebastiaõ y el<br />
continente. Todo está cubierto de nubes y Carlos pronostica lluvia para<br />
la noche. Tenemos que subir dos terceras partes del estrecho para llegar<br />
al Iate <strong>Club</strong>e de Ilhabela, que en invierno organiza la famosa “Ilhabela<br />
Rolex Sailing Week”. Pasamos varios petroleros anclados a ambos lados<br />
del estrecho, en espera para descargar del lado del continente.<br />
Pensamos como se arruinaría este paraíso tropical con cualquier<br />
accidente que se produjera en la descarga.<br />
A las 1900 estamos frente al <strong>Club</strong>. Nos recibe una lancha y nos dice que<br />
en la marina se paga estadía, pero al borneo podemos quedarnos cuatro<br />
días gratis. Todos estamos por el pago.<br />
Mientras Gabriela está bañándose, llega Carlos bastante molesto y nos<br />
dice que la administración del <strong>Club</strong> pretende 1.000 dólares por pasar<br />
una noche en la marina y que nos dan dos horas para dejarla, si no los<br />
queremos pagar. Corremos a bañarnos Javier y yo. A mi retorno se va<br />
Carlos y empieza la lluvia. Recién cambiado con ropa limpia debo cerrar<br />
en soledad todos los tambuchos y reniego por lo difícil que es hacerlo.<br />
Mientras tanto mi ropa se ha empapado y la que me quité está también<br />
completamente mojada … no fue una experiencia muy agradable.<br />
La lluvia acaba pronto, vuelven todos al Fjord y nos vamos al borneo.<br />
Nadie tiene ganas de pasear, se ha hecho ya muy tarde y comemos a<br />
bordo. Vemos una película –20.000 Leguas de Viaje Submarino– antigua<br />
pero entretenida.<br />
El martes 15 despertamos con la sorpresa de dos enormes cruceros<br />
llegados por la noche para visitar Ilhabela. Más tarde arribó un tercero.<br />
En 1972, Ilhabela era un lugar romántico y apartado de la civilización…<br />
Ahora recibe 3.000 visitantes en un día, que invaden las calles a paso<br />
redoblado, haciendo compras y sacando fotos.<br />
Nos acercamos a un ‘posto de gasolina’ flotante de Petrobras, que<br />
atiende por un lado a los socios del <strong>Club</strong> Ilhabela y por el otro a los<br />
restantes mortales, estando el límite marcado con boyas rojas con<br />
carteles de prohibido pasar. Como hay poco movimiento, nos dejan<br />
quedarnos amarrados unos minutos y bajamos a la playa, junto al puerto<br />
de pescadores. Saco fotos de los barcos de pesca, parece mentira que<br />
sean tan pequeños y que por la noche estén por todos lados y nos den<br />
tantos problemas.<br />
Vamos tres –Javier quedó a bordo, a cargo del barco– a la playa y después<br />
volvemos al barco. Navegamos hasta la Capitanía de Puertos de Saõ<br />
Sebastiaõ. Pasamos frente a la terminal petrolera y de inmediato Carlos se<br />
dirige a una ensenada donde atracan los ferries. Le hago notar que no es el<br />
puerto de yates. Tratamos de amarrar junto a unas lanchas comerciales, pero<br />
nos advierten que el lugar es muy peligroso por las rocas. Sobre el muelle<br />
aparece un auto de la Capitanía de Puertos que sigue con mucha atención<br />
nuestros movimientos. Al fin, Carlos se abarloa a la lancha rápida de la<br />
Capitanía, que estaba en ese momento sin tripulación.<br />
Javier y yo nos quedamos a bordo, Gabriela y Carlos fueron a hacer los<br />
trámites. Demoraron casi una hora y nos comentaron que el chofer del<br />
auto nos acusó de haber invadido la zona exclusiva de ellos, pero por<br />
suerte el Capitán General lo tomó con tranquilidad diciendo que, al fin y<br />
al cabo habíamos concurrido a cumplir con las formalidades– pero<br />
agregó que era el primer barco que se había animado a hacer algo así.<br />
Para evitar problemas decidimos dejar el lugar y volver a Ilhabela, para<br />
conocer el pueblo. Cuando queremos tirar el ancla cerca del muelle<br />
donde desembarcan los turistas, vemos que la corriente es muy fuerte y<br />
el fondo no apropiado, pues comienza a garrear. Hay mucho movimiento<br />
de lanchas de desembarco y en la zona donde queremos quedarnos hay<br />
ya varios yates y cruceros anclados. Decidimos que no es un buen día<br />
para hacer turismo y volvemos a nuestra ruta.<br />
eL traMo FInaL<br />
Con genoa sola y una fuerte corriente y viento a favor recorremos el<br />
estrecho en dirección norte. Ni bien salimos de ese embudo, cae el<br />
viento y frenamos. Por suerte, el viento va cambiando de dirección y<br />
después de ceñir por un buen rato, en mi guardia de la tarde se presta<br />
hasta tenerlo por el través. Consigo hacer 8 nudos, cuidando<br />
continuamente el ángulo de las velas. Pocas veces me divertí tanto.<br />
Avistamos una tormenta por popa pero, como tantas otras veces, ni<br />
llueve ni el viento llega hasta nosotros. En vez de acercarnos a Angra<br />
ponemos proa directamente a las islas Tijuca, para acortar camino y<br />
llegar más pronto a Río. Mi guardia es ahora de medianoche a tres de la<br />
mañana. Fue la noche más movida y que generó más adrenalina en todo<br />
el viaje. Había tantos pesqueros que creíamos imposible pasar entre<br />
ellos. Carlos quedó al timón y yo desde la mesa de navegación, con el<br />
radar en su rango mínimo de 1,5 millas, le iba indicando el movimiento<br />
de los pesqueros. A veces teníamos alrededor nuestro hasta cuatro en<br />
un círculo de 500 metros.<br />
En un momento dado vimos que uno de ellos se dirigía directo a<br />
nosotros, a muy buena velocidad, cortándonos la proa. A Carlos no le<br />
42 El <strong>Yacht</strong> abril 2011