VE-01 ABRIL 2014
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él. Tenía la cara hinchada y los ojos enrojecidos por las lágrimas<br />
derramadas. El aspecto era horrible.<br />
No quería volver a llorar, pero no podía evitarlo. Se echó hacia atrás<br />
sobre la cama y cerró los ojos dejando que el edredón y la almohada la<br />
envolvieran y acariciaran.<br />
¡Seguía allí!<br />
Su fragancia, impregnada en cada hebra de aquella tela, inundó sus<br />
sentidos. Todos sus sentidos. Sentía sus dedos mesándole el cabello. Sus<br />
labios, ardientes, ascendiendo por el cuello hasta el lóbulo de la oreja,<br />
susurrándole aquellas cálidas palabras de amor que su pudor le impedía<br />
reproducir y su mente se negaba a olvidar. Su lengua, explorando los<br />
confines más profundos e íntimos de su garganta. Una vez más sintió sus<br />
manos, rudas, fuertes y expertas, deslizándose entre sus muslos,<br />
buscando con ansia y apetito el más jugoso fruto de la lujuria. Todo su<br />
cuerpo se estremeció.<br />
¿Cómo era posible enamorarse de esa forma si apenas hacía tres días<br />
que le había conocido?<br />
¿Cómo era posible echarle tanto de menos si apenas hacia unas horas<br />
que la había dejado?<br />
¿Cómo era posible derramar un mar de lágrimas por su ausencia si en un<br />
par de días estaría de regreso?<br />
Abrió los ojos y lentamente se incorporó. Plantada delante del espejo,<br />
de cuerpo entero, comprobó que estaba medio vestida. Cruzó los brazos<br />
por sus hombros descendiendo las manos, temblorosas, por los pechos.<br />
Ahí el pulso se hizo firme y los apretó con fuerza. El reflejo de la pared le<br />
insinuó entonces que estaba casi desnuda.<br />
Girando sobre sí misma se acercó al armario. Al abrirlo se dio cuenta que<br />
no había ni una sola prenda de él. Nada. Introdujo la mano entre la<br />
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