Revista: Chispas No.8 - conafe.edu.mx
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12<br />
chispazo<br />
<strong>Chispas</strong><br />
en el tiempo y espacio<br />
Jesús Nieto. Matemático y radioapasionado.<br />
Todavía recuerdo aquella tarde en que me senté a escuchar esas historias de mi abuelo Guillermo.<br />
Él me contó de todo eso que encierra una cajita con sonidos, cómo los meten ahí y cómo es que<br />
salen. El abuelo estaba fascinado con la casualidad de que él como el gran inventor de la telegrafía<br />
sin hilos, un italiano, se llamaba Guglielmo que traducido al español se decía Guillermo, como el<br />
nombre de mi abuelo. Esa tarde la historia comenzó con el clásico: “pon atención, Marcos, porque no te<br />
voy a repetir la historia que te quiero contar”; así siempre empezaba mi abuelo, no sólo para llamar mi<br />
atención sino también para mantenerla en sentido estricto bajo un “no distracción”.<br />
No podía evitar que al escuchar las historias que me contaba Guillermo volará mi imaginación, así que<br />
siempre puse atención pero era inevitable no imaginarme cosas y cuando lo hacía de repente la voz de mi<br />
abuelo Guillermo sólo era un dulce sonido que me hipnotizaba y hacía que salieran sonidos e<br />
imágenes en mi cabeza.<br />
Guglielmo era un visionario, dijo el abuelo, yo puse<br />
atención pero, ¿qué carambas quería decir con Guglielmo?<br />
¿Qué era visionario? Así que me atreví a preguntar al<br />
instante porque luego sería una peor interrupción y sin<br />
utilidad para mi aprendizaje.<br />
Guglielmo no es otra cosa que Guillermo en español,<br />
sólo que en otro país que se llama Italia a los<br />
Guillermos les dicen Guglielmos y visionario es esa<br />
persona que puede ver lo que va a pasar antes de que<br />
pase. Una vez aclarado esto me dijo que me contaría<br />
la historia y al finalizar me aclararía las palabras que<br />
yo no entendiera y que para eso pusiera todavía más<br />
atención para no perder de vista la historia y tampoco<br />
las palabras que no entendiera para su explicación posterior.<br />
Tenía apenas 21 años. Un día, en su casa de Bolonia en Italia, Guglielmo<br />
—que ya quedamos que se dice Guillermo en español— Marconi hizo sonar