Revista: Chispas No.8 - conafe.edu.mx

El Alamar está ubicado a una altura de 2000
metros sobre el nivel del mar, a pesar de ser un
obstáculo para llegar, el río es muy bonito. La
vegetación son arbustos, matorrales y encinos,
siempre sopla el viento suave y fresco que trae
consigo la frescura de los nacimientos de agua
que hay en el camino. Lo que más me ha maravillado
es su gente: tranquila y hospitalaria. Hay una
familia que aprecio mucho porque me ha recibido
como un miembro más de su casa, la familia López
Alejandro, ellos han sabido darme incondicionalmente
comida, techo y afecto, es una familia a
todo dar.
Todos los domingos en la comunidad, puesto
que no hay luz eléctrica ni señal de televisión,
ellos se reúnen a jugar en la casa de una señora,
juegan a la chalupa y en diciembre se reúnen para
romper una piñata y festejar, hacen tamales y disfrutan
de las pláticas.
Aquí el trabajo que hacen los señores es el
pastoreo de cabras, que es a lo que la mayoría
de la gente se dedica, incluso los niños hacen
esta labor; ¡hasta yo me dedico a eso ahora para
acompañarlos! También siembran maíz para su
sustento, algunos señores se dedican a la tala de
lechuguilla para hacer mecates y peines de ixtle.
Bueno, esto es algo breve de la comunidad que
yo atiendo, de mi comunidad porque ahora me
considero de ahí: el lugar donde el cielo baja y acaricia
la tierra para regalarnos un paisaje hermoso
y para recordarnos que en este mundo estamos
con un propósito, por eso ahora que les he explicado
cómo es mi comunidad y el llegar ahí para
dar clases ahora podrán entender lo que contesté:
¿quién es Benjamín Robledo? Pues soy el instructor
comunitario de El Alamar porque encontré mi
propósito que es poder servir a los demás y sobre
todo a mis niños. Sé que voy a extrañar El Alamar
cuando deje de ser instructor, pero el camino lo
tengo en el corazón y nada me impedirá hacer más
por esa comunidad, por eso me prepararé, porque
esta experiencia que se llama Conafe me ha hecho
valorar aún más las cosas que tengo y a mi familia
que me apoya, y como ellos me dicen: mientras
sea para bien, tú ponle todas las ganas, que nosotros
estaremos apoyándote y que nunca se te olvide
de dónde vienes pero, sobre todo, nunca dejes de
ser humilde.
Quizá no soy un maestro titulado pero me esfuerzo
y me intereso de verdad por mis niños de
primaria y de preescolar. Sé que está lejos y todo
lo que implica desplazarse hasta la comunidad,
pero nuevamente les recuerdo que soy el instructor
comunitario Benjamín Robledo, y mi esfuerzo
es para esos niños para poder verlos el día de
mañana realizados y seguir estando muy orgulloso
de ellos y muy a mi manera quiero darles las
gracias en este poema que escribí en una de esas
tardes en mi comunidad.
Gracias
Niños que he instruido,
niños que de mí han aprendido
y que en uno de ellos
me he convertido.
Niños, que en mi corazón los llevo
y ya sea por el destino
o en el camino:
Siempre los recordaré.
Recordaré que con ustedes yo jugué
y como ustedes a veces me porté.
La despedida será difícil
pero es por su bien, que así será.
Y con una palabra de
aliento les digo:
¡Ánimo, mis queridos amigos!
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