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VE-02 MAYO 2014

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La desesperanza la empujó al garaje junto a su moto. Al campo, a volar hacia<br />

el sur. «Maldito buen tiempo, estúpida alegría de todos», no podía<br />

soportarlo. Todos estaban en contra de su amor y ella no había hecho nada<br />

para evitarlo. Apretó a fondo el acelerador. Febo, deslumbrante, caía a su<br />

derecha y por el retrovisor unas nubes comenzaban a cambiar el color del<br />

cielo.<br />

«¿Dónde estarás?¿Dónde voy?» pensó Ludmila mientras tomaba las curvas<br />

una tras otra sin pensar. Un viento suave frenaba su moto, de frente, viento<br />

del sur. Las ondas del terreno le recordaban la tristeza en los ojos de Marcelo.<br />

«Debió decirle cuánto lo amaba, pero por ellos...», esa estúpida chusma que<br />

la rodeaba. Él lo sabría seguramente, tenía que saberlo. «Pero no se lo dije».<br />

El viento del sur, intenso, la empujaba a volver a casa. Volver al sol de verano,<br />

a la primavera insuperable. Ludmila cambió de marcha para emprender la<br />

cuesta y superar la resistencia del viento. A lo lejos una imagen extraña.<br />

En lo alto de la colina se dibujaba una silueta sencilla. Una puerta. ¿Una<br />

puerta? En medio del camino, un arco blanco y una puerta negra. Un arco,<br />

deslumbrante imagen del sol de verano y hacia el sur un agujero negro. Una<br />

puerta de monasterio, antigua, redondeada, negra, oscura. Una puerta para<br />

desaparecer, para buscar a Marcelo…, una puerta al fin del mundo, donde<br />

nunca debió dejarlo ir.<br />

El motor rugía entre sus piernas y el viento casi frenaba la motocicleta<br />

cuando la puerta se hizo del tamaño de una niña. Ludmila escondió el rostro<br />

detrás de la pantalla de la moto, aceleró al máximo y sostuvo el manillar con<br />

todas sus fuerzas. El vendaval era constante y el motor la estremecía y la<br />

colina llegaba a su fin y la noche caía en los retrovisores y la luz se apagaba<br />

alrededor de la puerta negra, cada vez más negra, cada vez más intrigante,<br />

cada vez más grande y oscura. Al llegar a la cima el viento levantó la rueda<br />

delantera de la motocicleta y Ludmila cerró los ojos y aceleró y soltó el<br />

manillar. Voló por encima de la moto. La luz y la oscuridad y Marcelo y ya no<br />

hay viento y un estruendo… todo se para, y la oscuridad...<br />

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