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Estamos ante un conglomerado que no es más que una bazofia ideológico-religiosa, que
alienta a que ciertos grupos e individuos se arroguen -ilícitamente desde el punto de vista
islámico- la capacidad de dictaminar quién es un buen o un mal musulmán y el castigo
que ha de recibir por ello, así como qué sociedades deben pagar por ser infieles.
Las fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia de Marruecos dedican un esfuerzo
sustantivo en cuanto a la lucha contra el terrorismo y las actividades de grupos jihadistas,
tanto en la prevención de acciones que puedan producirse en el interior del Reino como
en su colaboración internacional. Es francamente muy destacable el nivel de cooperación
con la policía española donde no sólo hay contactos ‘ad hoc’ , en relación con operaciones
o investigaciones puntuales, sino que existe una gran fluidez en cuanto a las relaciones
de responsables policiales en el ámbito de las respectivas estructuras de información antiterrorista.
Este nivel de colaboración ha permitido desarrollar, precisamente en estas
ciudades, pero también en otras de Marruecos y España, destacadas operaciones que se
han saldado con la detención y puesta a disposición judicial de un importante número de
jihadistas y de sus ‘captadores’ y ‘facilitadores’.
Cualquier mirada que relativice el papel que desempeñan este tipo de células, dedicadas
prioritariamente a la captación de individuos, en el sentido de considerarlas células de
perfil no operativo, es un error. Son células terroristas, que no admiten adjetivos que relativicen
su conducta; plantearse como mal menor el hecho de que su operativa esté dirigida
primariamente al envío de jihadistas a lugares de conflicto es caer en la trampa de no considerar
ese terrorismo como algo que nos afecta directamente. Los jihadistas que viajan a
Siria, Irak u otros conflictos se ‘pre-fabrican’ aquí o en lugares vecinos. Aquellos analistas
que incurren en tal adjetivación, en nuestra opinión, son unos imprudentes o simplemente
se dedican al ‘análisis de salón’, da la sensación de que no tomaran la amenaza del
jihadismo internacional como lo que realmente es, un fenómeno terrorista complejo, con
una teleología global y, por ello, debemos sentirnos concernidos por su amenaza, mucho
más cuando España no sólo ha sufrido alguno de los ataques más brutales de ese fenómeno,
sino que se mantiene en su punto de mira y -además- se ha convertido en un ‘mercado
emisor’ de terroristas de los que algunos han regresado y, otros muchos, antes o después,
habrán de retornar. Entre estos terroristas, que también cuentan con nacionalidad española
o con vinculaciones a nuestro país, los hay que han ejecutado acciones suicidas con
las que se han cometido asesinatos de forma indiscriminada, degüellan, exhiben brutales
torturas a seres humanos, en ocasiones a niños, y lo hacen sin pudor alguno; se regodean
en las acciones criminales más viles en las que ponen de manifiesto un grado de deshumanización
absolutamente extraordinario y se manifiestan orgullosos de todo ello. Estos
individuos son los que esas células han sabido trabajar, radicalizar y convertir en verdaderas
bestias, ¿cómo puede alguien, mínimamente responsable, pensar que sus captadores
no se conforman como células de perfil Operativo?.
INSTITUTO DE SEGURIDAD GLOBAL 33