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¿Alguien puede hacerse una idea de lo que supone poder llegar a hacer que un ser humano degüelle a<br />
otro ser humano? Pues eso es lo que estamos observando a diario en las redes sociales, actos cometidos,<br />
no solo por individuos lejanos y directamente concernidos por los conflictos, sino que son acciones<br />
cometidas por ‘nuestros jihadistas’, los mismos que -antes o después- volverán a vivir en nuestras<br />
ciudades y barrios, los que acudirán a los supermercados donde compran nuestras familias, y contarán<br />
-además- con apoyo de individuos que no fueron capaces de movilizarse, pero que no dudarán en mitificar<br />
a estos ‘mujahidines’ cuando de nuevo se encuentren aquí. Volverán para ser nuestros vecinos...<br />
y para evitar que actúen con impunidad necesitamos generar dinámicas sociales adecuadas para que<br />
desde sus propios ámbitos, religiosos y culturales, se pongan de manifiesto o se denuncien las conductas<br />
que puedan conducir a conductas violentas. Los estados deben favorecer las acciones sociales,<br />
culturales, educativas y preventivas para evitar que el jihadismo siga ganando espacio y adeptos.<br />
El editorialista del Washington Post David Ignatius, uno de los mejores expertos en servicios de inteligencia,<br />
especialmente conocedor de la CIA y del GID jordano, pone en boca de uno de los personajes<br />
de ‘Body of Lie’ el siguiente discurso:<br />
“¿Deberíamos estar ahí o no? Da igual cual sea la respuesta, porque estamos ahí, estamos cansados y<br />
no vemos el final. Ni siquiera podemos consolarnos pensando que nuestro enemigo está tan cansado<br />
como nosotros, porque no lo está. Es una falacia eso de que una guerra prolongada debilita al enemigo<br />
ocupado.<br />
Lo más probable es que el enemigo se fortalezca, se acostumbre a la privación, se adapte y responda en<br />
consecuencia. Mientras, en nuestros países, cada muerte hace que la opinión pública pase rápidamente<br />
de estar a favor de la intervención a estar en contra, y de ahí a ser completamente hostil. La gente está<br />
harta de guardar minutos de silencio, quiere oír que todo esto se ha acabado.<br />
A pesar de que hemos incrementado sensiblemente nuestra intensidad operativa no se produce<br />
ningún progreso.<br />
Nos enfrentamos a una conflagración global en potencia y, para sofocarla, hay que aplicar una diligencia<br />
constante.<br />
Nuestro enemigo se ha percatado de que se enfrenta a individuos del futuro; eso es tan brillante como<br />
irritante. Si uno vive en el pasado y se comporta como en el pasado, a la gente del futuro le resulta<br />
difícil encontrarlo. Se tira el teléfono móvil, no se mandan e-mails. Se dan las instrucciones cara a cara,<br />
mano a mano; se da la espalda a la tecnología y se desaparece entre la multitud, sin banderas ni uniformes.<br />
Nosotros, los del futuro, somos unos ‘pisahormigas’ y miramos hacia abajo, de un lado a otro,<br />
y nos preguntamos ¿Contra quién mierda luchamos? En una situación como ésta, nuestros amigos<br />
visten igual que nuestros enemigos y nuestros enemigos visten igual que nuestros amigos.<br />
Y lo que quiero que entiendan es que esa gente no quiere negociar en absoluto. Quieren que el califato<br />
universal se instaure en toda la faz de la tierra y quieren a los infieles convertidos o muertos.<br />
Así pues, lo que ha cambiado es que nuestro enemigo, supuestamente nada sofisticado, ha descubierto<br />
la verdad objetiva y nada sofisticada: SOMOS UN BLANCO FÁCIL y poner fin a nuestro mundo es mucho<br />
más simple de lo que parece. Si le quitamos el pie de la garganta a este enemigo un solo minuto,<br />
nuestro mundo CAMBIA por completo”.<br />
INSTITUTO DE SEGURIDAD GLOBAL 38