Caza de la mujer - Viento Sur

ideológicos para reanudar el diálogo teórico, con el convencimiento de que las
cuestiones mas recientes permitirán comprender de otro modo las de ayer y
recuperar pistas que fueron abandonadas
Acontecimientos ecológicos y
conmensurabilidad
Los acontecimientos ecológicos se refieren a la larga, o incluso muy larga
duración. Hasta el punto de hacer incierta la posibilidad de una común medida
entre su registro temporal y el del intercambio social en un modo de producción
dado. Consciente de esta inconmensurabilidad, J. B. Say se resignaba a abandonar
los recursos naturales en un mas allá inaccesible a la racionalidad económica: "Las
riquezas naturales, escribía, son inagotables porque en otro caso, no las
obtendríamos gratuitamente. Como no puede ser multiplicadas ni agotadas, no son
objeto de las ciencias económicas". Su razonamiento es circular: si las riquezas
naturales son gratuitas, no son escasas; si no son escasas, son inagotables; ergo: las
riquezas llamadas naturales no son riquezas económicas.
Say presupone una idea establecida de la economía concebida como la gestión de
recursos escasos. Pero su noción de gratuidad es una categoría económica (ligada al
intercambio de bienes limitados) exportada, sin precauciones, a la esfera
"extraeconómica" (según su propia definición) de la riqueza natural. Pero, ¿aquello
que es considerado gratuito, en los límites de un modo de producción determinado,
puede seguirlo siendo a otra escala espacio-temporal? La querella entre la ecología y
la economía (al menos, tal como la entiende la economía clásica y neoclásica) remite
al divorcio entre dos temporalidades a primera vista heterogéneas: la económica,
ritmada por la reproducción del capital y de la fuerza de trabajo; la ecológica, regida
por el almacenanmiento y el gasto de energía, que es también tiempo almacenado.
Desde 1840, las ciencias y las técnicas se apasionaban por sus consecuencias.
Aún sin llegar a calcular en términos de flujos de energía y sin tomar en
consideración el coste energético de los fertilizantes, Liébig buscaba el puente
prometedor entre una agricultura de explotación y una agricultura de restitución.
Ya era posible determinar la parte de energía solar transformada en carbono por
las plantas. Desde comienzos de los años 1880, Podolinski trataba de introducir el
problema de la energía en la crítica de la economía política. En fin, en su folleto
de 1885 sobre las reservas energéticas y su utilización al servicio de la humanidad,
Clausius hacía sonar la alarma sobre el carbón: "Estamos consumiendo desde
ahora esas reservas y nos comportamos como herederos pródigos".
Sin embargo, los descubrimientos sobre la transformación y la disipación de la
energía no tuvieron repercusiones inmediatas sobre la teoría económica. Los
obstáculos para una crítica de la ecología política eran considerables. El
florecimiento del capitalismo favorecía la división del trabajo y el poderoso ascenso
de la razón instrumental. La economía apologética se orientaba hacia una
racionalización confinada a un horizonte mercantil que se suponía eterno. La
expansión espacial de la acumulación capitalista reducía las presiones temporales
más inmediatas. En pleno período de conquistas imperialistas, no era cuestión de
preocuparse con las ecuaciones morales de un intercambio ecológicamente desigual.
100 VIENTO SUR Número 17/Octuhre 1994