Caza de la mujer - Viento Sur

Esta problemática evoluciona a medida que se elabora la crítica de la economía
política. Pero muestra constantemente a la economía como un campo de
racionalidad parcelada en la autonomía ilusoria. La capacidad del ser humano vivo
para producir sobretrabajo se refiere en último análisis a un hecho
extraeconómico: "El solo hecho extraeconómico es que el hombre no necesita de
todo su tiempo para producir artículos de primera necesidad y dispone de tiempo
libre más allá del tiempo de trabajo necesario para su supervivencia, aunque puede
eventualmente efectuar un sobretrabajo" /5. Marx insiste con una notable
constancia sobre esta exhuberancia del trabajo vivo, cuya impetuosidad desborda
el cálculo económico y hace estallar el corsé de su medida.
Estos razonamientos nos llevan al problema del concepto de naturaleza y de sus
variaciones en Marx. Su precoz aversión por el naturalismo romántico y sus
dudosas mitologías ha bastado a numerosos exégetas para apresurarse a imputarle
una especie de cartesianismo productivista al cuadrado, una voluntad desbocada
de posesión y de dominación de la anturaleza. Algunas interpretaciones, como la
de Lukács, que reduce la naturaleza a una categoría social, han podido aportar
agua a su molino. Pero es más convincente Alfred Schmidt cuando establece que,
por el contrario, en Marx la naturaleza no puede reducirse a una categoría social y
que el trabajo lleva siempre la marca de la irrupción dolorosa de la vida en la no
vida: del "tormento de la materia" /6.
En efecto, en los textos de juventud, Marx desarrolla una concepción no mecánica
de la materia, cuyas referencias se remontan a Jacob Bóhme. Como en Hegel, la
mecánica y las matemáticas no son en él más que momentos del movimiento cuya
totalidad concreta implica una lógica de lo vivo. El uso de términos como aliento,
espíritu vital, fuerza, tensión, tiene que ver con esta representación.
Por consiguiente, la naturaleza no puede ser considerada en exterioridad
subordinada e inerte a lo humano, como el ser humano no debe erigirse en sujeto
dominador. En realidad, la oposición (hoy cuestionada gracias a la reflexión
ecologista) entre sujetos de derecho y objetos de conocimiento desconoce la
unidad dialéctica del sujeto y el objeto. Por ello no puede aceptarse la idea de una
naturaleza abstractamente excluida de la esfera cultural. No deja de tener interés
en este aspecto que los "objetos híbridos" (fuerzas sociale y naturales a la vez) o la
comprensión de la "ciencia como relación social" están próximos a una preocupación
inaugurada por las Tesis sobre Feuerbach y su común rechazo del materialismo
pasivo y del activismo místico: las categorías prácticas de Marx son ya y
siempre "híbridos" de materia y de conocimiento. Él, tampoco en esto, ha sido
jamás moderno /7.
La opción de las Tesis sobre Feuerbach conducirá lógicamente diez años
después a los desarrollos de los Grundrisse /8.
El valor de cambio, en su unidad contradictoria con el valor de uso, permite una
toma de distancias (un desenraizamiento, decía Marx) hacia la naturaleza y sus
5/ Karl Marx, Grundrisse.
6/Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, Siglo XXI.
7/ Bruno latour, Nous n'avons jamáis été modernes. La Découverte, 1991. Ver también los artículos de Bruno
latour y de Catherine Larrére en el n s 5 de Ecologie Politique.
8/ Karl Marx, Manuscritos de 1857-1858.
108 VIENTO SUR Número 17¡Octubre 1994