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temporada - IOCO

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CARMEN O LA PASIÓN<br />

Hay óperas que preferiría poder olvidar. Por ejemplo, Carmen.<br />

Porque así las podría ver y vivir, escuchar y sentir, sin saber el final.<br />

Y es que las óperas en directo me han suscitado las segundas emociones más intensas de mi vida,<br />

como resultado de la sinergia de diversos estímulos estéticos: la historia que cuenta, la música<br />

que subraya los estados de ánimos, las interpretaciones de los actores-cantantes, la puesta en<br />

escena. La ópera es el Gesamtkustwerk, la obra de arte total. Debe ser por eso que volvemos a<br />

ver los mismos títulos una vez y otra.<br />

La literatura de temática española ha aportado diversos mitos al imaginario occidental: Don<br />

Quijote, Sancho, Don Juan y...Carmen. Y es curioso observar que tanto en esta ópera como en el<br />

Don Giovanni de Mozart, los protagonistas saben que están a punto de condenarse o morir pero<br />

siguen repitiendo “¡no, no, no!”, ya sea respondiendo a los requerimientos de un Don José loco<br />

de celos o de un Comendador que, a pesar de todas las maldades del Burlador, aún le ofrece la<br />

salvación eterna. Es la típica cabezonería hispánica, tan poco práctica, al fin y al cabo.<br />

Próspero Merimée publicó su novela en el 1845 basándose en un hecho real que le explicó Eugenia<br />

de Montijo, la futura emperatriz de Francia con Napoleón III. Treinta años más tarde, Georges<br />

Bizet decidió poner música a aquella historia siguiendo la corriente estética de la espagnolade, y<br />

es que en la Europa del romanticismo se dejaba sentir con fuerza el atractivo de una España que<br />

veían apasionada, irracional, imprevisible, mística y misteriosa, con una pasado árabe, oriental;<br />

una religiosidad exacerbada, casi pagana; con procesiones de pasos suntuosos portados a la espalda<br />

por costaleros casi miserables; con la fascinación que produce la decadencia de un imperio<br />

perdido ya casi del todo, con palacios arruinados e iglesias monumentales que se caían a trozos,<br />

donde el mendigo más miserable tenia un sentido del honor similar al del hidalgo más elevado y<br />

las reacciones de las personas eran tan excesivas como su sol.<br />

Pero, para los europeos, la quintaesencia de España no era Madrid - demasiado estirado y burocrático<br />

- si no Sevilla, y la prueba es que es el escenario de noventa y seis óperas, un amplio<br />

espectro que comprende desde el simpático Barbiere de Rossini hasta la dramática Fidelio de<br />

Beethoven, incluyendo dos de Mozart: la revolucionaria (socialmente, no musicalmente) Bodas<br />

de Fígaro y la sobrecogedora Don Giovanni.<br />

Es interesante observar que en la narración de Merimée no aparece Micaela, la dulce contrafigura<br />

de la salvaje Carmen. Su voz de soprano, espiritual y pura, contrasta con la carnal sensualidad de<br />

la mezzo que interpreta a la gitana Carmen. Los libretistas de Bizet, Méilhac y Halévy, tuvieron<br />

pues un acierto. La enamorada de Don José añade una tensión dramática muy intensa a la acción,<br />

viene a ser la equivalente de la Doña Inés del Tenorio de Zorrilla o la Marguerite de Fausto:<br />

un camino hacia la salvación a través del amor que, de todas maneras, Don José, embrujado por<br />

la gitana, no aprovechará.<br />

Cuando los dos se ven por primera vez ella le tira una flor, una provocación equivalente al “mal<br />

bocí” de les “rondalles” mallorquinas: a partir de ese momento en el ánimo de aquel honrado<br />

y confiable soldado navarro se produce el enfrentamiento ancestral entre los príncipes Ra y Sen<br />

que habitan en toda persona y tan a menudo entran en guerra: RAzón contra SENtimiento.<br />

Micaela ha cruzado toda España en diligencia (en un dia!) para ver a su amado y entregarle una<br />

carta de su madre; representa para Don José la perspectiva de una vida tranquila y cómoda. Pero<br />

l’amour, l’oiseau rebelle, o mejor dicho, la tormenta hormonal que zarandea al militar, es mucho<br />

más fuerte que ese panorama hogareño... y un poco aburrido. Carmen y Micaela encarnan los<br />

arquetipos de la mujer en la literatura: la sensual-fatal y la abnegada, respectivamente. Al fin y al<br />

cabo, en la epopeya de Gilgamesh, la primera novela de la historia, ya aparecen los tres caracteres<br />

1<br />

en los personajes de Shamhat, Ishtar y Siduri.<br />

Una cosa que chirría en esta ópera es oír a los gitanos andaluces cantando en un francés impecable.<br />

A finales del XIX en el Liceu se cantaba Wagner traducido al catalán; ¿por qué pues nadie<br />

ha traducido Carmen al castellano? ¿No sonarían mejor los diálogos en un saleroso andaluz?<br />

¿Podéis imaginar una Carmen cantada - ¡y bailada! - por una gitana de pura cepa? Y es que en<br />

el segundo acto, cuando Carmen baila para Son José en la taberna de Lillas Pastia, se han visto<br />

danzas penosas, si no francamente ridículas. Hoy Carmen es una de las óperas más representadas<br />

del repertorio, y eso que cuando se estrenó en París, el 3 de marzo de 1875, fue un fracaso relativo,<br />

cosa que afectó al pobre Bizet de tal manera que murió tres meses después a los36 años.<br />

Alguien ha dicho (seguro que era francés) que la mejor música española la han compuesto autores<br />

franceses: Bizet, Ravel, Debussy, Lalo, Chabrier, Massenet... También aquí se podría decir<br />

que la mejor música andaluza fue compuesta por catalanes: Pedrell, Albéniz, Granados, Tàrrega..<br />

Manuel de Falla y Matheu, nació en Cádiz, pero era hijo de valenciano y catalana.<br />

Efectivamente, Bizet utiliza diversas danzas españolas, como la seguidilla o una habanera, un<br />

ritmo africano llevado a las Antillas por los esclavos y que volvió a cruzar otra vez el Atlántico<br />

hasta España en las cubiertas de los veleros. Su ritmo evoca el vaivén de las hojas de palmera,<br />

de una mecedora en un porche. O el canto de los marineros de una taberna de Calella, ebrios de<br />

añoranza por el Caribe.<br />

Desde que los teatros de ópera ponen subtítulos ya no hace falta explicar los argumentos en el<br />

programa, sobre todo para respetar el trabajo de los libretistas para mantener la tensión de los<br />

espectadores que ven la obra por primera vez y se identifican con los protagonistas. Así, los que<br />

tomen partido por Don José, estarán expectantes por saber si volverá al cuartel al oír el toque<br />

de retreta, pero justo en ese momento llegarà el teniente Zúñiga para cortejar a Carmen. Era una<br />

oportunidad para reconducir su situación, pero el enfrentamiento con su superior le precipita<br />

dentro de la espiral de autodestrucción.<br />

La segunda oportunidad para salvarse del encanto de Carmen la tiene cuando la valiente Micaela,<br />

superando su miedo, (au fond du coeur je meurs d’effroi) le encuentra en la sierra, en la guarida<br />

de los contrabandistas. Entonces, Don José se va con ella y parece que todo esta encaminado,<br />

pero... poco después lo veremos delante de la plaza de toros de Sevilla, en un último intento de<br />

evitar que Carmen se vaya con el toreador. Y lo consigue. ¡Y de qué manera!<br />

La conclusión es que si no existiesen los celos, desaparecerían la mayor parte de las óperas que<br />

conocemos. Por ejemplo, esta.<br />

Pero por otra parte, la vida sería mucho más divertida.<br />

Pere Morey Servera. http://www.escriptors.cat/autors/moreyp<br />

1. Moyà Bareche, Lluis. Personajes de mujer en el cine. Conferencia pronunciada en el Centre de Cultura de<br />

Sa Nostra el 25.10.2010<br />

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