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Sabotaje biológico fuzzy
inaugural, la única con la que el saboteador debería tener un
nexo causal directo, debería ser lo más legal posible y, preferiblemente,
respetuosa para con los derechos individuales.
Cuantos más eslabones en la cadena, mejor desde un punto
de vista legal, aunque cuanto más larga sea la cadena causal
mayores dificultades se tendrán para controlar el aumento
exponencial de variables que podrían condenar dicha acción
al fracaso. La mayoría de estas acciones constan de dos únicas
fases: el acto legítimo o fuzzy y la consiguiente agitación.
Las autoridades se verán en la difícil tarea de demostrar la
ilegalidad de un acto indirecto, tarea muy ingrata para los
fiscales. En definitiva, el sabotaje fuzzy, a diferencia de la
desobediencia civil, no requiere ni una confrontación física
con la autoridad ni, en muchos casos, ningún tipo de infracción
legal.
Si una acción se realiza de forma correcta, el saboteador
fuzzy gozará de una red de seguridad adicional brindada por
los gobiernos de todo el mundo: la negación plausible. Durante
siglos, las fuerzas del Estado se han saboteado mutuamente
por diversos métodos que no pueden ser demostrados
en ningún sistema judicial que no sea el de la justicia militar.
Basta con crear un escenario no agresivo, o negar categóricamente
haber hecho algo, para que los responsables de la
discordia eviten ser directamente incriminados. Este escudo
simbólico podría ponerse al servicio de la cultura de la resistencia.
Con un poco de suerte, el saboteador fuzzy no tendrá
que hacer uso de este escudo, pero si fuera necesario, podría
crear una plataforma pública donde recurrir a la «táctica del
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