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Lucro y miedo en el cuarto dominio
soporta el ser humano, y los monstruos y demonios generados
por el fracaso, la locura, la incapacidad del hombre colman
la tierra. En lo que concierne a la mezcolanza de categorías, la
polaridad entre bien y mal resulta menos ambigua. El reino de
Dios es perfecto. Al contrario de lo que ocurría en el mundo
de los dioses paganos, sobre la tierra no hay monstruos generados
por conflictos en el cielo. Los seres combinados de
los cielos son siempre fascinantes. Por ejemplo, los ángeles
pueden tener alas porque, a diferencia de Dédalo e Ícaro, han
sido concebidos por Dios como parte integrante del cielo. El
vuelo es parte natural de su dominio. Por otra parte, los seres
demoniacos son recombinantes como parte de su lucha
contra el orden natural y espiritual. Son manifestaciones de
la perversión y del mal en las que las características más repulsivas
y peligrosas del dominio terrenal se combinan como
reflejo de una naturaleza interior insubordinada y desafiante.
Los cuadros de El Bosco son excelentes textos visuales que
revelan la prolongación de la asociación del miedo, lo monstruoso
y la muerte en el cuarto dominio. El Bosco ilustra los
elementos distintivos y cambiantes de las concepciones pagana
y cristiana sobre la naturaleza del cuarto dominio. Sus pinturas
rebosan de criaturas mezcladas con la humanidad, y también
representan la transformación de seres humanos en criaturas
mixtas a causa de sus incorregibles transgresiones. La variedad
de criaturas mixtas que representan las distintas depravaciones
es demasiado numerosa para ser catalogada en este ensayo. En
toda su obra, pero especialmente en El jardín de las delicias (jd),
El carro de heno (ch), El juicio final (jf) y Las tentaciones de San
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