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Argentina - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

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calizada, nacionalista. Entonces, le dije a mi hija: “No me gusta nada este tipo de culto a la personalidad<br />

que se hace ahí”. Y ella respondió: “Bueno, a mí tampoco, pero sólo así se logra que la gente<br />

acá se interese por una causa”.<br />

-¿A qué causa se refería<br />

-Montoneros, obviamente. Mi argumento de que estábamos en plena dictadura militar y que no<br />

era el mejor momento para este tipo de cosas, la hacía enojar.<br />

En ese entonces, Leonor trabajaba en Mataderos. El trabajo era en el sótano de una imprenta. Allí<br />

se hacían los trabajos típicos del rubro. Pero, también imprimían folletos y panfletos que, en la noche, se<br />

repartían por el barrio. Claro, los impresos trataban de temas como Evita, Montoneros y ese tipo de<br />

cosas. Y eso lo denunció un vecino ante la Policía. Eso me lo contó, después, un amigo de mi hija.<br />

-¿Cómo era Leonor<br />

-Desde pequeña fue una chica muy enérgica. Se interesaba mucho por el otro. Por ejemplo, cuando<br />

yo iba al dentista, muchas veces me esperó delante de la puerta, porque sabía que yo la pasaba<br />

mal cuando me tocaba ir. Después, a eso de los 15 años, comenzó a trabajar en las villas miserias.<br />

Allí se ocupaba de los chicos: les ayudaba con los deberes.<br />

-¿Cómo desapareció su hija<br />

-El 21 de agosto de 1976, un domingo, ella había acordado con amigos en encontrarse en el<br />

centro (de <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong>) para ir al cine. Todos fueron, pero ella faltó. Yo me enteré enseguida. Y<br />

de inmediato me puse en marcha: la primera semana estuve desde la mañana hasta la noche visitando<br />

lugares, oficinas, personas para tratar de averiguar su paradero. En mi lugar de trabajo se<br />

portaron muy bien conmigo. Es algo que nunca voy a olvidar. Me daban consejos a dónde ir, a<br />

quién preguntar. Porque todos sabían, por los comentarios de parientes y conocidos, de lugares en<br />

los que se podía dejar los datos de contacto para que, en el caso de que hubiera algún tipo de<br />

información, uno fuera avisado.<br />

-¿Como soportó la desaparición<br />

-En esa primera semana fumé muchísimo. Estaba todo el tiempo caminando. Un día, durante el<br />

desayuno, yo estaba sentada entre mi marido y mi hijo menor, y me di cuenta de algo: “Yo también<br />

tengo el deber de estar para ellos dos”. Desde ese día no fumé más, me organicé.<br />

-¿En qué sentido<br />

-Empecé a visitar los ministerios uno detrás del otro. Después visité todas las comisarías que pudieran<br />

tener alguna relación con el caso. En una dependencia me dijeron: “Acá no llegó ninguno”. Pero, después<br />

me enteré de todo lo contrario.Todos habían estado ahí. A todos los habían maltratado. Habían estado en<br />

las celdas. Algunos fueron lastimados, para que dijeran lo que sabían y para que denuncien a otros. A pesar<br />

de eso, muchos se habían quedado callados. Luego se los había trasladado a otra comisaría.<br />

-¿En algún momento usted aceptó que su hija no volvería<br />

-¡Jamás!<br />

-¿Que sintió cuando su hija no aparecía<br />

-La desesperación de toda madre. Pero, no estaba sola. En<br />

nuestro grupo de madres tuvimos por lo menos a 100 hijos que no<br />

estaban. Entre las madres alemanas, nos reuníamos cada dos<br />

semanas, en la calle Esmeralda. Allí tiene sus oficinas la Iglesia<br />

Evangélica, que nos prestaba una sala. A eso se le unió luego la<br />

Iglesia de Belgrano. Ellos nos apoyaron mucho, siempre con<br />

mucha delicadeza y con disposición a ayudar. El Pastor, por ejemplo,<br />

atendía siempre al principio, nos preguntaba cómo estábamos,<br />

qué noticias teníamos. Y después nos dejaba, para que pudiéramos<br />

hablar. Y eso trascendió a Alemania. Ésas eran las cosas que nosotras,<br />

como madres, podíamos hacer. El grupo existió luego por<br />

mucho tiempo y lo que nos quedó es, justamente, el Nunca Más.<br />

-¿Cómo se organizaban<br />

-Visitábamos a los representantes de todos los cultos y religiones.<br />

Les pedíamos información y que recen por nuestros hijos.<br />

Pero, al final del día era siempre lo mismo: nadie sabía nada,<br />

nada, nada…. Era terrible.<br />

Un día, yo había ido a una oficina, creo que era del Ministerio<br />

del Interior; cuando les dije nuestro apellido me llegaron a decir:<br />

“Puede que se la hayan llevado por el nombre”. Otra vez fue: “La<br />

Arriba: Ellen Marx de Pincus (Foto: A. Schwarz).<br />

tendría que haber educado mejor. Entonces, eso no hubiera pasado.”<br />

Ese tipo de respuestas eran las que uno recibía cuando trata-<br />

Abajo: Leonor Marx, con su padre y sus hermanos.<br />

(Foto: gentileza Ellen Marx).<br />

ba de averiguar algo.<br />

Cuando ya habían pasado algunos años desde que mi hija había desaparecido, me recomendaron ir a una<br />

dependencia estatal. Ahí un conocido tenía un amigo, que era abogado. Fui, me invitó a pasar y comenzamos<br />

a hablar. Cuando ya estábamos terminando me pregunta:“Dígame: ¿Qué nacionalidad tiene usted ¿Dónde<br />

nació” Yo le contesto:“En Alemania”.Y él me dice entonces:“Ah bueno, entonces usted tendría que saber.<br />

Allá también hubo campos de concentración”.Yo sólo pude responderle que justamente el país de los campos<br />

de concentración le había hecho muchísimo daño a Europa.Yo lo sabía por experiencia propia.<br />

-¿Durante los años de búsqueda de su hija, usted no entró también en la mira de los agentes de<br />

la Dictadura<br />

-Eso no me importó. Con el resto de las madres era lo mismo. Lo único que nos interesaba era<br />

avanzar con nuestra búsqueda. De cualquier forma. Además, nuestros amigos, muchos de la comuni-<br />

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