VE-14 JUNIO 2015
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El vals de la curación<br />
Cúrame, cúrame de esto que perturba mi vientre y vaga errante<br />
por mis huesos desnudos cometiendo atentados celestiales. Cúrame<br />
llevando una margarita a aquella tumba donde descansan mis<br />
fragmentos óseos y no me preguntes por qué sollozan, solo tápate los<br />
oídos, solo arráncale a esa figura manierista que patea sobre el<br />
asfalto esos dedos adictos a las tediosas partidas de blackjack sin<br />
crupier que se le adhieren a los muñones. Él ahuyentó a los colibríes<br />
que libaban el néctar de las petunias que alumbraban mis venas a<br />
cada amanecer, esculpió cuervos polígamos de lenguas mutiladas que<br />
picoteaban mis nudillos cada vez que la piel magullada de la luna<br />
conversaba con los demás astros, y tachó las últimas semanas de<br />
todos los meses que figuraban en el calendario con un aspa. Creció<br />
entre los brazos marchitos de un cuerpo geométrico, se deslizó por<br />
suelos de mármol lanzando risas inmotivadas, lo internaron en un<br />
invernadero con orquídeas blancas para que recuperara la cordura, y<br />
durante su larga estancia escribió veintiuna novelas. Yo aparecía en<br />
ellas, aunque en todas mi personaje moría al inicio de la página<br />
treinta y las mil novecientas sesenta y ocho páginas siguientes<br />
desarrollaban un soliloquio con numerosas mutaciones del<br />
pensamiento, hipérboles en cadena, matices esquizoides y metáforas<br />
hilarantes. Siguió en ese invernadero hasta que la pureza lo intoxicó<br />
por completo, realizó los trámites necesarios y salió. Deambuló<br />
buscándome henchido de cólera, encontrándome junto a los<br />
enfermos árboles talados, acariciando mis pómulos fracturados,<br />
besando mis omóplatos agrietados, y estrangulándome con sus<br />
manos endemoniadas. Él atravesó con sus piernas de insigne<br />
arqueólogo el quebradizo silencio hasta llegar a mí, hasta alcanzar la<br />
imposible desnudez de mis esféricas pupilas, la intocable sepultura<br />
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