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DT 53-Armando_Martinez_Web - ielat

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<strong>Armando</strong> Martínez. La ambición desmedida: una nación continental llamada Colombia(IELAT‐ Agosto 2013)estado libre e independiente, separado para siempre de la Corona y gobierno deEspaña, pero no mencionó proyecto alguno de construir alguna nación nueva. Másbien se quejó amargamente del desamparo en que los reyes habían dejado a la naciónespañola al “pasarse a un país extranjero”, y de que los españoles peninsulares habíanmaltratado a los españoles americanos, tratándolos de insurgentes, con lo cual habíanmanchando el suelo americano con la sangre de los mismos españoles americanos yeuropeos, en vez de haberla conservado “para derramarla contra cualquier naciónextranjera que quisiera privarnos de los derechos que nos eran comunes”. En prendade esa lealtad a la nación española, los cundinamarqueses alegaron que durante tresaños no solo se habían negado a desconocer formalmente al rey Fernando, sino que suterritorio había sido “el asilo de cuantos españoles europeos se veían perseguidos enotras provincias”.Las declaraciones de Antioquia y Tunja siguieron el ejemplo dado porCundinamarca, aunque esta última usó los más negros colores para condenarmoralmente a la “moribunda España” por haber hecho gemir entre cadenas, por tressiglos, a “las colonias” que habían fundado los españoles en América desde fines delsiglo XV. Allí donde habían existido “colonias” también tenía que existir una“metrópoli”, cuyo único cuidado había sido “mandarnos un gobernante español querecogiese los impuestos con que se nos agobiaba, y que debían servir para mantener ellujo de su Nación”. Pese a esta caracterización negativa de la nación española que yano era “nuestra”, el doctor José Joaquín Camacho tampoco determinó con claridad elcamino hacia la formación de “nuestra” nueva nación.El acta de federación y la Constitución de Cundinamarca resultaron ser, en lapráctica, discursos realizativos contradictorios y, en consecuencia, razones para laguerra civil entre las provincias. El régimen dictatorial de Nariño y luego de Álvarezresultaban intolerables para los abogados de las Provincias Unidas, y para aquellos erainaceptable la reducción de Cundinamarca a la condición de unus inter pares. Solo laintervención del general Bolívar al mando de un ejército integrado por 600 socorranosy tunjanos, más 1.200 pardos venezolanos traídos por Rafael Urdaneta del occidentede Venezuela, obligó a los dirigentes de Santa Fe a capitular. El 12 de diciembre de1814 entró Bolívar a Santa Fe con una comisión civil del Congreso de las ProvinciasUnidas, integrada por Camilo Torres, Antonio Baraya y José María del Castillo, pararecibir “los homenajes y juramentos de obediencia de las corporaciones y autoridadesde la ciudad”. Pero ya era muy tarde para avanzar hacia alguna nación granadina, puespor el sur y por el norte ya avanzaban las fuerzas leales al restablecido rey FernandoVII en su trono. Todos los esfuerzos se concentraron y se perdieron en la defensamilitar de la efímera unión de estados provinciales, y cuando se agotaron vino larestauración del Nuevo Reino de Granada a su estado anterior.El canto del cisne fue la alocución pronunciada por el general Bolívar ante elpresidente del triunvirato de gobierno del Congreso, una vez instalado en Santa Fe.Después de considerar que la guerra civil había terminado, que “sobre ella se haelevado la paz doméstica y los ciudadanos reposan tranquilos bajo los auspicios de ungobierno justo y legal”, y de prometer que haría “tremolar las banderas granadinasInstituto de Estudios Latinoamericanos – Universidad de Alcalá | 79

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