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Hasta <strong>el</strong> surgimiento de la neurología, podía hablarse de dos campos de enfermedad: las enfermedades mentalesy las otras, las enfermedades de <strong>ver</strong>dad. A las primeras sólo podía responderse en términos binarios “está efectivament<strong>el</strong>oco” o “no está loco”, las segundas podían definirse en términos de diagnóstico diferencial. Entre amboscampos, existían algunos intermediarios, una región intermedia de confusión e irregularidad, que en esa épocase denominaba “las neurosis”. Esas enfermedades consistían en trastornos de las funciones de r<strong>el</strong>ación”, sin corr<strong>el</strong>acionesanatómicas e incluían las convulsiones, la epilepsia, la histeria, la hipocondría, etc. Con <strong>el</strong> surgimiento d<strong>el</strong>cuerpo neurológico de la neurología se pueden situar las enfermedades “neuróticas”, aqu<strong>el</strong>las que surgen concomponentes sensitivos y motores, d<strong>el</strong> lado de aqu<strong>el</strong>las otras de diagnóstico diferencial. Precisamente por <strong>el</strong> dispositivoclínico de la neurología, las neurosis se acercarán al dominio de las enfermedades serias y <strong>ver</strong>daderas. Esasí como, en palabras de Guillain: “Charcot arrancó la histeria a los psiquiatras” (307).La histeria fue, según Foucault, <strong>el</strong> conjunto de“fenómenos de lucha” que se desarrollaron dentroy fuera d<strong>el</strong> asilo alrededor de este nuevo dispositivomédico que era la clínica neurológica.Para que fuese una <strong>ver</strong>dadera enfermedad, condiagnóstico diferencial, era preciso que presentarauna sintomatología estable. Por otro lado, lascrisis de la enfermedad debían ser ordenadas yregulares, con un desarrollo semejante al de unaenfermedad existente, una enfermedad neurológicaque ya existiese, para que se pudiera aplicarla línea d<strong>el</strong> diagnóstico diferencial. Y a la vezdebía ser diferenciada para que ese diagnósticose produjese.En esta maniobra, puede <strong>ver</strong>se un doble juego,pues al solicitar los síntomas constantes y las crisisregulares, <strong>el</strong> psiquiatra está borrando su función de psiquiatra y de árbitro de la locura y pide a la histeria laoportunidad de hacer un acto estrictamente médico, un diagnóstico diferencial. Pero, por otra parte –he aquí <strong>el</strong>doble juego- la histeria gana <strong>el</strong> derecho a la “no locura”, a la enfermedad, y por tanto escapará a la territorialidadasilar.El médico dejaría de ser neurólogo si la histérica se negase a dar sus síntomas, he aquí su dependencia y lainfluencia de la histérica, que lo consagra como médico, ya no como psiquiatra. En este complemento de poderque se da a la histérica se precipitará toda una gama de síntomas, más de los que <strong>el</strong> médico y su equipo de clínicaneurológica podían controlar, y así se explican las abundantes crisis histéricas de las enfermas de Charcot.Para lograr corregir esta abundancia, se introdujeron dos técnicas: la hipnosis y la sugestión. Estas técnicas permitíanobtener un síntoma histérico perfectamente aislado mediante una orden a voluntad d<strong>el</strong> médico, pero estamanipulación abría <strong>el</strong> problema de saber si <strong>el</strong> síntoma provocado por <strong>el</strong> médico se trataba en sustancia de unaenfermedad. Nuevamente la práctica psiquiátrica necesitaba una garantía, requería contrastar los síntomas conotros enfermos, no hospitalizados, no contaminados, que naturalizaran los efectos de la intervención hipnótica, afin de a<strong>ver</strong>iguar <strong>el</strong> problema de la manipulación hipnótica y sugestiva. Así lograría una instancia de <strong>ver</strong>ificación,de <strong>ver</strong>dad entre la enfermedad y la mentira.He aquí una nueva situación que requiere <strong>el</strong> control d<strong>el</strong> médico, que empieza a encontrarse en una situación fabricadapor él mismo. Por ese motivo, necesita encontrar un marco patológico que integre la hipnosis y los síntomashistéricos producidos dentro de <strong>el</strong>la. Si <strong>el</strong> cuerpo no puede hablar, porque no hay lesión, habrá que encontrar laetiología que explique esos fenómenos. De este modo, Charcot <strong>el</strong>abora la concepción d<strong>el</strong> trauma. Una lesión invisibley patológica que da sentido al conjunto de síntomas. Y es así como esa lesión invisible o acontecimiento fundamentaly esencial servirá de contexto que da sentido a las crisis histéricas, y será actualizado permanentementeen <strong>el</strong> conjunto de síntomas. De ahí la necesidad de las histéricas, mediante hipnosis o sin <strong>el</strong>la, de contar suISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 3 página 125 Análisis de efectos / reseñas

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