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Como leones rugientes - Editorial Sal Terrae

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«<strong>Como</strong> <strong>leones</strong> <strong>rugientes</strong>»


Las cataratas de Iguazú«Perdóneme, Padre, pero me aburro en Misa».El correo electrónico tiene ventajas psicológicasy pastorales. Se pueden manifestar con toda naturalidadintimidades escondidas y debilidades embarazosas.La pantalla no se ruboriza. Ni al escribirla nial leerla. Invita a la espontaneidad y respeta la privacidad.Tu confianza me llega instantáneamente alalma y me inspira irremediablemente a contestartecon la misma sinceridad. Me quedo un rato mirandotu frase en pantalla: «Perdóneme, Padre, perome aburro en Misa». Respeto mucho el correo, porquerespeto a quienes me escriben. No me apresuroa teclear un cumplido vulgar. Te contesto despacio.«Gracias por tu confianza, Ángela. Enhorabuenapor tu honestidad. Bienvenida sea tu ayuda. Porqueme ayudas a ser sincero también conmigo mismo y«COMO LEONES RUGIENTES» 7


– Digo lo que siento, señor.– Ya lo veo, pero también me ha dicho ustedque lleva más de diez años enseñando día a día elmismo paisaje.– Así es.– ¿Y no le aburre eso un poco? Repetir todoslos días lo mismo, por grandioso que sea el espectáculo,¿no degenera en rutina y repetición y desgana?– Admito que a veces sí, y unos días me sale lagira mejor y otros peor, pero siempre procuro animara los visitantes y apreciar yo mismo la suerteque tengo de contemplar todos los días esta maravillaque ustedes pagan por venir a ver y a mí mepagan por enseñarla.– Le felicito.– Y ahora permítame a mí también una pregunta.Usted me ha dicho que es sacerdote, ¿no?– Sí, lo soy.– Y usted dice misa todos los días.– Sí.– Es decir, que usted también repite más o menoslas mismas oraciones cada día.– Así es.– ¿Y no le aburre eso?– A veces sí, y no todos los días son lo mismo,pero también yo procuro animar a mis oyentes ydoy gracias por mi suerte en tener este oficio.– Sí, pero yo le llevo a usted una ventaja: yocambio de oyentes todos los días, y usted tiene10 CARLOS G. VALLÉS


siempre los mismos. Yo también le aprecio a usted,y acuérdese de las cataratas.Me acordaré toda la vida.Cuando reflexioné, caí en la cuenta de que la experienciadel guía ante los turistas había sidotambién la mía como profesor ante los alumnos.Durante treinta años enseñé matemáticas en launiversidad y tenía ante mí, en la clase, a cienmuchachos y muchachas que eran la flor y natade la juventud estudiantil. Lo pasábamos engrande. Yo preparaba bien mis clases, afilaba losteoremas, trabajaba las ecuaciones, creaba elsuspense, alargaba la prueba, cuestionaba planteamientos,invitaba sugerencias, cometía erroresa idea para medir la atención de mis alumnosy que me corrigieran sobre la marcha, simulabala angustia, gastaba tizas, borraba pizarras enteras,aceleraba el desenlace, llegaba a la fórmulafinal al golpe de la campana de fin de clase.Sonrisas, ojos grandes, respiros de alivio, a veceshasta aplausos. Aquello era la gloria. Me decíanotros profesores que no les gustaba tener clasedespués de la mía, porque dejaba agotados a losalumnos. Algo había de cierto. Nos divertíamosla mar.Pero, claro, ya lo adivinas. No todos los días.Matemáticas es la más encantadora asignatura delmundo, como cualquier estudiante de la materia tedirá, pero matemáticas mañana y tarde, cinco días a«COMO LEONES RUGIENTES» 11


la semana, son muchas matemáticas. Y la mismaclase dada a varias secciones y el mismo programarepetido en varios años tampoco ayudan. No haysuspense que agarre ni truco que resulte. El primeroen aburrirme a veces era yo mismo. Y cuando yome aburría, se aburrían todos. Clases monótonas,ecuaciones borrosas, equivocaciones engorrosas,pruebas inacabadas, resultados frustrados. Ahí noaguanta ni Euclides con sus triángulos. Yo me aburría.Y cuando yo me aburría, se aburrían todos, claro.Borra la pizarra y desaparece cuanto antes. Hoysalió mal la clase.Ya has entendido la parábola. Compartimos responsabilidades.Cuando el sacerdote que celebra laEucaristía disfruta con ella, disfrutan todos los asistentes.Cuando él se apaga, se apagan todos. Si elanimador no anima, se desanima el equipo. Todosqueremos hacerlo bien. Pero a todos nos asalta a vecesla rutina, y en nuestra debilidad podemos realizarlas acciones más celestiales con la indiferenciamás terrena. De entrada, no hay que asustarse. Loimportante es caer en la cuenta de la situación, y aeso puede ayudar la sinceridad de un correo electrónicoque me despierta. Una vez que caemos en lacuenta, anotamos, reflexionamos, enmendamos. Laobservación ayuda, y la experiencia acompaña. Hayque recoger datos antes de proceder al diagnóstico.12 CARLOS G. VALLÉS


Se me ocurre una idea traviesa y casi irrespetuosa,pero en el fondo consoladora, al tratar del delicadotema de nuestra atención en los actos de culto.Seguro que José y María llevaban a Jesús todos lossábados a la sinagoga desde muy pequeño, como lollevaron al Templo de Jerusalén en cuanto llegó a laedad para ello. Y probablemente los niños judíos seaburrían en la sinagoga los sábados tanto como losniños cristianos se aburren en la iglesia los domingos.No suelen disfrutar mucho los niños de la liturgia.Tampoco era Jesús el único pequeño en la sinagoga,y ya habría gestos y guiños y risas y carreraspor el suelo sagrado entre pequeños asistentes.Y quizá también se quedaba a veces Jesús dormidoen brazos de su Madre mientras el rabino de turnoexplicaba escriturísticamente a los profetas. CuandoJesús mismo se presentó más tarde en la sinagogade Nazaret como maestro, cuenta san Lucas que«le entregaron el rollo del profeta Isaías, lo desenrolló,leyó, lo volvió a enrollar y se lo devolvió alsacristán» (Lucas 4,17-20). Mucho rollo, que diríanlos jóvenes. Es posible que Jesús, de pequeño, tambiénse aburriera los sábados en la sinagoga. Habríaque preguntárselo a su Madre.¿Qué dijo el rabino en la sinagoga esta mañana?«COMO LEONES RUGIENTES» 13


Del siglo XIVHE asistido a una solemne concelebración. Todomuy digno y muy devoto. Al salir, le he dicho porlo bajo al compañero de al lado: «¿Te has fijado? Elcelebrante ha hablado todo el rato en “La bemol”.Hasta el sermón». Sonrió. Sonrisa de cómplice.Porque él también lo había notado. El sacerdote quepresidía la concelebración, y rezó y recitó y predicóy exhortó, lo hizo todo muy bien y muy dignamente,pero lo hizo todo el rato en La bemol. Nocambió el tono. Ni una nota para arriba ni una notapara abajo. Ni un semitono. Ni que llevara diapasón.Añadí: «Además, todo el rato en corcheas». Lamisma separación de una sílaba a otra, de una palabraa otra, desde el principio hasta el final. Ni acelerarsepor la emoción ni demorarse por la reflexión.Ni una semifusa. Ni un calderón. Compás decompasillo. La Canción del Olvido.«COMO LEONES RUGIENTES» 15


Un amigo mío jesuita vino a Madrid desde la India,y lo llevé a ver Toledo. Visitamos juntos la catedral.Era domingo, y nos quedamos a la Misa.Hubo sermón sobre el evangelio del día, que erantres parábolas: el tesoro escondido en el campo, laperla de gran valor y la red de peces de todas clasesque había que separar. Buena exégesis. Clara doctrina.Aplicaciones prácticas. Todo muy bien. Al salir,mi amigo, que sabía bastante castellano y habíaseguido el sermón, me dijo: «¿Me has dicho que estacatedral se hizo en el siglo XIV? Pues ese sermóntambién. Pudo haberse predicado exactamenteigual el día de la consagración de la catedral hacetodos esos siglos, porque no había en él ni una solareferencia a nuestros tiempos, a la actualidad dehoy, a la Iglesia viva. ¡A buen sitio me has traído...!».Le consolé con unos mazapanes de SantoTomé. Calle Santo Tomé, 3. Le encantaron.Otro venerable compañero jesuita se sentó cansinoen frente de mí en la cena un día y me dijo:– ¿Sabes cuántas Misas he dicho hoy, Carlos?– ¿Tres?– Cinco.– ¿Cinco?– Sí. Una en el convento al que voy todos losdías; otra en otro convento que se había quedado sincapellán y me han llamado las monjas; otra que mepidió el padre de la misa de 12 que le supliera; otra16 CARLOS G. VALLÉS


porque he tenido que casar a una sobrina mía; yahora la misa de comunidad. que nos tocaba hoy todosjuntos. En ésta ya me he quedado sentado en elúltimo banco de la capilla, porque no podía más.– Que descanses un poco, Ignacio.Yo creí entonces que había oído el límite deMisas celebradas por un mismo sacerdote en un día.Pero a los pocos días recibí un correo electrónico dealguien que se identificaba como un joven sacerdotemexicano y que me decía:«Hoy es domingo y me siento un rato a comunicarmecon usted. Me va servir de descanso. Sabráusted que hoy, domingo, he celebrado onceveces la Eucaristía en once sitios diferentes. Somospocos sacerdotes en mi diócesis y procuramosllegar a las más parroquias posibles los domingos.Pero le confieso que cansa un poco».No le pregunté si había repetido once veces lamisma homilía. Respeto y delicadeza ante todo, ycomprensión y cariño. Pero algo hay aquí que noencaja. Y no se trata sólo de la crisis en el númerode sacerdotes y las propuestas de ampliar la ordenaciónsacerdotal a hombres casados o aun a mujeres,que son cuestiones enteramente distintas queno entran aquí. Aquí tratamos de la misma Misa celebradacon frecuencia, que puede llevar a la rutinay que, en su dignidad y profundidad, reclama atencióny devoción en cualquier circunstancia y en to-«COMO LEONES RUGIENTES» 17


do momento. Es lo que queremos estudiar y mejorar.Y ya se nos van concretando las ideas. La Eucaristíacomo acto de culto ha dominado la prácticacristiana y se antepone justamente a todo lo demás,apoyada por la dedicación de los sacerdotes y la devociónde los fieles. Pero ya sospechamos que laEucaristía es muchísimo más que un acto de culto;y según vayamos descubriendo su sentido, iremostambién enriqueciendo su práctica.Sigo con indicios semejantes, esta vez con un toquede humor. Tuve el privilegio y el consuelo decelebrar con frecuencia la Eucaristía para mi madreen su vejez, durante años antes de su muerte, cosaque hacía con tanta alegría como devoción con ellay otros miembros de la familia que asistían en sucasa. De ordinario, teníamos la Eucaristía antes delalmuerzo al mediodía, cosa que nos venía bien a todos,y la celebración doméstica unía la soberaníadel sacramento a la intimidad de la familia. Un día,iba yo a estar ocupado durante la mañana y le dijetemprano: «Madre, ¿te importaría que hoy dijéramosla Misa un poco antes, por ejemplo a las 10,porque luego yo estaré ocupado el resto de la mañana?»La santa mujer, que andaba ya por los 100años, me dijo alegremente: «No, hijo mío, no hayproblema ninguno. Tenemos la misa ahora enseguida,cuando tú quieras. Mira, mejor así todavía: asíya nos la quitamos de encima».18 CARLOS G. VALLÉS


«Nos la quitamos de encima». La buena mujerhabía asistido a la santa Misa todos los días de suvida con devoción y fidelidad, madrugando condespertador, caminando con frío o con lluvia hastala iglesia más próxima, comulgando con fervor,considerando la Eucaristía justamente como el actomás importante del día, apreciando su valor y atesorandosu memoria. Estaba acostumbrada a ella,no se encontraba sin ella, le faltaba algo al día si noempezaba con la Misa, se sentía culpable si por descuidoo por pereza o por indisposición se la perdíaalgún día. Costumbre inmemorial. Compromisoreal. Obligación. Compulsión. Hay algo muy nobleen que la Eucaristía se haga tan parte de la vida quenos desasosiegue el día que nos quedamos sin ella.Y hay algo también un poco triste en que la Misapor ese mismo conducto llegue a ser algo que hayque «quitarse de encima» para poder acceder contranquilidad al resto del día. ¿Qué compromisostendría mi buena madre a los cien años, qué obligacionesy citas y actividades la esperaban durante eldía que tenía que despejar las horas y liberarse deresponsabilidades para estar disponible? Ninguna.Solo era el hábito, la necesidad, el escrúpulo, elsentido de culpa. Un amigo mío me decía que rezabael rosario todos los días, pero de vez en cuandolo dejaba «para no acostumbrarse». Puede ser unsabio consejo.«COMO LEONES RUGIENTES» 19


Con frecuencia se hacen esfuerzos muy dignosde estima para animar la ceremonia. Todo lo que sehaga con ese fin merece aprecio y apoyo, pues ayudaa dar vida a lo que todos queremos que tenga lamayor vida posible. Pero la animación verdaderaviene de dentro y no de elementos añadidos de fuera.Guitarras y acordeones traen melodía a la liturgia,y tambores y panderetas marcan ritmos para lageneración joven de los gestos y los movimientos,pero los decibelios no son la solución para la Eucaristía.Los cánticos ayudan muchísimo, pero hacefalta cierta dirección y práctica y cooperación conjuntay decidida de todos los asistentes para que alcancentodo su valor. Voz y melodía y fuerza y compás.Un tímido murmullo tibiamente sinfónico entrebancos dispersos no hace liturgia. No hace mucho,un grupo amigo de unas veinte personas ya entradasen años tuvimos una Eucaristía conjunta, yalguien atrevidamente entonó el primer compás deun canto religioso bien conocido. Todos generosamentenos lanzamos al reto, aunque no andábamosmuy seguros de las notas. Había buena voluntad,pero oídos y gargantas no estaban a la altura de losbuenos deseos. Cantamos a voces. Es decir, que, siéramos veinte personas, eran veinte voces distintas,cada una con su partitura. O falta de ella. Desafinamosa gusto. Al menos nos reímos con ganas ante elresultado poco armónico, y eso sí ayudó a animar lacelebración. Decidimos que la próxima vez habríaque tener un ensayo de música previo.20 CARLOS G. VALLÉS


La música sacra ha sido una de las manifestacionesde arte más bellas y profundas del sentimientoy el talento humanos. Desde el canto gregorianohasta la Misa Solemne de Beethoven, la mejormúsica ha acompañado y resaltado siempre laemoción más digna y el pensamiento más hondodel ser humano sobre la tierra. Las Cantatas deBach son acompañamiento para la Misa. Ahora hanquedado más para programas de conciertos sinfónicos.Pero también la música, aun la mejor música,puede distraer en vez de ayudar. Cuando Bach estrenósu Pasión según San Juan en la Nikolaikirchede Leipzig, el Viernes Santo de 1724, hubo admiracióny hubo protestas. Esto escribe Stephen Rose enlas notas a la Pasión según San Juan de Bach paraun concierto en la Semana Religiosa de Cuenca elMartes Santo de 2008:«A principios del siglo XVIII era muy polémicoescribir una música para la Pasión en estilo operístico.Si bien algunos defendían que el estilooperístico permitía a los compositores expresarlas emociones de la Pasión, otros luteranos preferíanlos viejos estilos, tales como el motete,que transmitían solemnidad y devoción con moderacióny recato. Las opiniones polarizadas quebrotaban de obras similares a la Pasión segúnSan Juan pueden verse claramente en estos dostestimonios de la época. Gottfried EphraimScheibel (1721) decía a su favor que el estilooperístico era una manera de atraer mucha gente«COMO LEONES RUGIENTES» 21


a la iglesia, refiriéndose a su propia experienciaun Viernes Santo:“Si hubiera sido sólo por el pastor y por lanarración, seguro que no habría venido a la iglesiatanta gente y tan puntual. No venían por elpastor, sino por la música. El texto no es más queel relato de los sufrimientos de Cristo en losevangelios, y sin embargo yo estaba maravilladoal ver la atención con que la gente escuchaba laconmovedora música. Aunque el oficio duró másde cuatro horas, todos y cada uno permanecieronen su sitio hasta que finalizó por completo”».Por el contrario, Christian Gerber (1732) fue unacérrimo adversario de la música eclesiástica elaborada,y manifestó su oposición a las innovacionesde los compositores como Bach:«“Por desgracia, poco a poco se ha ido cambiandoel estilo tradicional del canto en la iglesia,y así la historia de la Pasión, que antiguamentese cantaba en simple canto llano, humildey reverente, ha empezado a cantarse con todaclase de instrumentos de cuerda y de viento y segúnla moda más complicada. Cuando esta modernamúsica de la Pasión fue ejecutada por primeravez en una de nuestras grandes ciudadescon doce violines, muchos oboes, fagotes y otrosinstrumentos, muchos recibieron un duro golpe yno sabían qué hacer. Varios nobles y damas queestaban sentados en el banco de una familia ilustrecantaron el primer himno del libro de la22 CARLOS G. VALLÉS


Pasión con gran devoción; pero cuando empezóesta música teatral, un gran asombro se apoderóde toda esta gente, se miraron los unos a los otroscon extrañeza y desagrado y comenzaron a decir:‘Que Dios nos guarde, es como si uno estuvieraen la ópera o en el teatro’. Todos desaprobaronfirmemente la música e interpusieron justificadasquejas.Pero, por supuesto, también había algunos espíritusque encontraban placer en tales aberraciones,especialmente aquellos que poseen un carácterligero y son propensos a la voluptuosidad”».No se sabe muy bien a qué ejecuciones en concretose referían Gerber y Scheibel, pero sus anécdotasnos dan una idea de las diferentes maneras enque la congregación de Bach respondió a la Pasiónsegún San Juan en su tiempo».La música, la pintura, la arquitectura y la literaturahan florecido en torno a la religión en todos lostiempos, se han nutrido de su inspiración y, a suvez, han enriquecido la tradición religiosa con suexpresión, su sentimiento, su arte. Pero hay ocasionesen que el arte cuenta más que la devoción. Nohace mucho, vi la Misa de la Coronación de Mozartanunciada en una parroquia de Madrid para su Misasolemne del siguiente domingo. Asistí y disfrutétanto musical como espiritualmente. La iglesia estaballena a rebosar de gente en los bancos y de pieen las naves. Pero muy pocos comulgaron. Por lo«COMO LEONES RUGIENTES» 23


visto, la mayoría había acudido sólo por Mozart. Laentrada era gratis.El obispo de Ahmedabad, en la India, que me ordenóa mí sacerdote, no tenía catedral cuando loconsagraron obispo. Un día que celebraba Misa enun pueblo en la calle entre dos filas de casas, unosmonos que querían pasar de un tejado a otro decidieronusar la cabeza del obispo –llamativa y atractivacon su solideo colorado– como punto de apoyoen su trayectoria, y fueron aterrizando uno tras otropor un momento en el cráneo episcopal como trampolínpara saltar de tejado en tejado. El buen obispono levantó la cabeza, y al final preguntó quién lehabía estado tocando por encima durante el canonde la Misa. Se rió cuando se lo contaron, y refirió laanécdota en su viaje a América para recaudar fondos,con lo que divirtió a los oyentes y consiguió losuficiente para edificar su catedral. Luego decía quele habían edificado la catedral los monos. No erauna catedral gótica, pero al menos protegía de losmonos.La historia tiene una segunda parte. El día de lasolemne inauguración de la catedral, el señor obispocomenzó la misa solemne haciendo la señal de lacruz: «En el nombre del Padre y del Hijo y del EspírituSanto»; pero le pareció que el micrófono nofuncionaba. De hecho, sí que funcionaba, pero él24 CARLOS G. VALLÉS

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