You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Se trataba de una parte d<strong>el</strong> bosque donde, junto a un río, <strong>el</strong> su<strong>el</strong>oestaba cubierto de flores, y, en los huecos de los árboles, los fugaceshabían fijado sus residencias.-Ésta es la zona más b<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> bosque -dijo Ona.Los condujo a través de <strong>el</strong>la, siguiendo <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> arroyo. A supaso se asomaban, curiosos, multitud de fugaces, desde detrás de losmatorrales, de las hojas, desde <strong>el</strong> interior de las flores o desde loshuecos de los árboles.-Es muy hermoso, Ona -dijo Elga.-Es mi casa -suspiró la fugaz.Un grupo de fugaces les salió al paso, y los escoltaron -manteniéndose a una prudencial distancia- al palacio de la Reina d<strong>el</strong>os fugaces.-Os tienen miedo -susurró Ona al oído de <strong>Lorris</strong>-. ¡No estánacostumbrados a ver a gente tan grande!<strong>Lorris</strong> sonrió. Apartó una rama que le impedía <strong>el</strong> paso.Se movía con total soltura entre la espesura. Se sentía a susanchas en <strong>el</strong> reino de los Fugaces. No sucedía lo mismo con Elgaquien, acostumbrada al pueblo que la había visto crecer, no estabahabituada a caminar por la maleza.-¡Mira eso! -exclamó Elga excitada, dando botes de alegríasobre <strong>el</strong> hombro d<strong>el</strong> <strong>el</strong>fo-. ¡El palacio de Fr<strong>el</strong>a Darildia!Elga apartó un matorral que le tapaba la visión y echó unvistazo.En mitad de un pequeño claro se alzaba, purísimo, un palacioblanco como la nieve y d<strong>el</strong>icado como <strong>el</strong> cristal. Sus picos más altosr<strong>el</strong>ucían bajo los rayos de luz que se filtraban entre las hojas, y,pretendiendo llegar al ci<strong>el</strong>o, se <strong>el</strong>evaban como afiladas agujas dehi<strong>el</strong>o...todo aqu<strong>el</strong>lo, por supuesto, a un tamaño minúsculo, a medidade un fugaz, que no sobrepasaba los diez centímetros de altura. Aúnasí, <strong>el</strong> palacio era de la altura de Elga, lo que hacía suponer que paralos fugaces era gigantesco.-No vamos a poder entrar ahí, Ona -dijo la muchacha con unasonrisa-. Somos demasiado grandes.-No hará falta, joven humana -respondió entonces una voz.