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aquà - El Dulce Nombre

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Jesús ante Anás<strong>Dulce</strong> Martes Santoopinión<strong>El</strong> concepto de bellezaCuando esta tarde, justo en el olvido de las horas dela modorra , el canto de los vencejos de SanLorenzo se asuste por el chirrido ferroso, antiguo,ronco del cerrojo que abre las puertas de la iglesia, comenzarána salir de esa trocha del cielolos escoltas de blanco que precedenal nombre más dulce que ningunamadre tenga. Es la hora delMartes Santo en San Lorenzo. Lahora de los claveles suaves y lasbambalinas flamencas. La hora dela primavera hecha mujer en eldolor irreparable de la vida y de lamuerte. Un ciclo vital de eternaregeneración que aquí, en Sevilla,en la patria de Castillo, en estaplaza de San Lorenzo se hace realidadcuando el palio, tan bonito, tan sevillano, tan elegantementecastizo, se asoma a la plaza y la plaza se derramaen emociones paladeando el nombre más dulce, másamable, más complaciente de Sevilla.<strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> de San Lorenzo, el gran poder de la bellezaen su máximo dolor, la alegría angustiada de una mujerque lo pierde todo para darnos la vida. <strong>Dulce</strong>, tan dulce yamargo como tan insoportable drama.A la plaza le han puesto una estatua. Ni más ni menos queel bronce que perfila y engloria a Juan de Mesa. Ojo queno es un torero. Tampoco un cantaor. Ni un político. Ni unhomenaje a la historia o a la elocuencia. Ese bronce encierralos tonos sinceros de un homenaje sevillano al hombreque, soñando a Dios en la Sevilla asustada por las plagasy las miserias, lo fotografió sobre la madera, en un sutiljuego de sombras y luces que sobrecoge a los corazonesmás fríos al borde del interné. En esa plaza han puesto aJuan de Mesa mirando al frente, al templo de donde sale,tan humildemente majestuoso, el Señor de Sevilla. Allí lohan puesto. Para que se estremezca con la emoción de lamadrugada del barrio de Bécquer, esa madrugada quesolo tiene la música del reloj, grave, profundo, melancólico,de su salida.Pero esta tarde noche suenan las bambalinas, susurransuaves pregones agrícolas los claveles, cantan los vencejossus encendidas baladas primaverales y todo SanLorenzo y hasta más allá de la tierra, es una fiesta dulce yapacible, como su nombre marca. Cuando en el fragor dela alegría escuches, desde el corazón de bronce de Juande Mesa, un lamento imposible, no te asuste. Es el escultorque, en un escorzo supremo, quiere marcarse un oblicuoizquierda para no llevarse la bofetá de ver solo por elrabillo del ojo lo que tan por derecho hay que admirar enSan Lorenzo, el gran dulce poder de su belleza…Si la belleza es la propiedad de las cosas que noshace amarlas infundiendo en nosotros deleiteespiritual, María Santísima del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> esbella, muy bella. Si realmente la belleza es un valor distintivodel arte, porque el arteproduce belleza, MaríaSantísima del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> esuna gran obra de arte.La belleza es algo que agradauniversalmente sin necesidadde conceptos, es un valor fundamentalde la estética, y tambiénes una virtud teológica;igual que está aceptado que labelleza sea un arma de mujer.Y es una virtud teológica porquela fe encuentra sus cimientosen el amor, y el amor, en sí mismo, es bello. Todoestá en la divinidad.Dicen que María Santísima del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> se muestraaún más bella cuando está en el paso de palio. Yrealmente el que gana es el paso. La Virgen del <strong>Dulce</strong><strong>Nombre</strong> -su belleza- vence al paso, vence a San Juany le puede a la Parroquia y a las calles de la ciudad. LaVirgen del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> -su belleza- le puede al temploy al tiempo. Y es precisamente su belleza, sin necesidadde aditamentos, la que demuestra que esta imagentiene la propiedad de convencernos para amarlainfundiendo en nosotros ese deleite espiritual.No es posible que Castillo viese a María en carne yhueso. Pero sí es posible que Castillo haya acertadocon el verdadero rostro de la Virgen. ¿Entraba en susplanes acercarse tanto a la belleza teológica, espiritualde María? Lo que parece claro es que acertó en elplano físico. María Santísima del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> esobjetivamente bella, demasiado bella. Y luego está lavirtud mística. La Virgen del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> coincide endemasiados aspectos con la verdadera actitud deMaría. Su entrega, su forma de estar y presentarseante nosotros. De entregar y de entregarse. De aceptary de aceptarse. Tanta belleza en la misma alforja con lasola compañía del discípulo amado tiene una explicación:María Santísima del <strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong> debe parecerseexcepcionalmente a la verdadera Virgen María.Es cierto. La belleza es un rasgo estético subjetivo.Pero el deleite espiritual que nos asalta en su presenciadebe ser algo mucho más místico, más cercano a larealidad contundente. María Santísima del <strong>Dulce</strong><strong>Nombre</strong> es muy bella aunque llore tanto. También Diosera Dios y murió crucificado. Su Madre -la Virgen del<strong>Dulce</strong> <strong>Nombre</strong>- lo vio morir…y no perdió su belleza.8 Cuaresma2006

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