PATentrevista“El color es determinante para mis diseños,porque es un lenguaje emocional”.de pesos para casarse envueltas en el tanpersonal y noble espíritu que confierensus diseños.¿Cómo se mantiene a un público cautivodurante tantos años?Mira, yo casé a toda la DemocraciaCristiana con mis vestidos de novia. Alas hijas de Gabriel Valdés, a todas. Auna le bordé con perlas una sabanillade Chiloé; y luego casé a sus hijas. Unaseñora me dice que le diseñé el vestidode novia el año 81, y que ahora se vaa casar su hija. Y me trae el vestido. Yla hija quiere algo parecido, pero másactual, con más escote, con otra forma,acorde a lo que ahora se usa. Una se vaadaptando, es muy inconsciente todo,pero cada momento cultural influyesobre el vestuario.“Mi memoria es visual”Inés Solimano captó la atención delas chilenas desde el comienzo. Supropuesta se conectaba de maneramuy natural con la estética delmomento, pero también calzaba conlos discursos latinoamericanistas y defortalecimiento de la industria chilenaque caracterizaron las políticas de FreiMontalva y, luego, de Allende. “Fue unverdadero chilenazo”, comenta Inés.Archivo María Inés Solimano“Siento que los mapuchesson demasiado apegados a latierra, y yo soy más aérea. Lochilote es más ‘volado’, másconectado con el cielo y el mar”.Por esos años, en la fábrica Yarur,intervenida por el Estado, se realizóun novedoso proyecto que tomabamotivos pascuenses y diaguitas paraestamparlos en telas de algodón.Elocuente es el hecho de que, en 1972,el Museo Nacional de Bellas Artesmontara la exposición de vestuario“Un Chile oculto”, auspiciada por estatextilera, yque formaba parte de la“Campaña de la moda y el vestuarioautóctono chileno” impulsada porel Gobierno. Aunque María Inés noparticipó de esa muestra, pertenecíaal movimiento. Pero nunca le interesóseguirlo al pie de la letra: prefería, másbien, mezclar elementos de distintastradiciones, transformándolos con suimaginación imparable.¿A qué atribuyes esa importancia que sedio a la ropa hecha en Chile?En ese momento imperaba un idearionacionalista, pero además no habíaimportaciones, lo que provocó unboom de lo artesanal y una auténticavaloración de lo propio. Sencillamente,no había oferta extranjera.¿Y qué piensas de los nuevos diseñadoresque rescatan la artesanía?Hay varios que están recuperandotécnicas ancestrales y materialestradicionales, y eso es importante.Pero creo que todavía son iniciativasaisladas, que no marcan la pauta: nohay una cultura realmente interesadaen lo propio, y se sigue mirando muchohacia afuera. La situación no puedecompararse con el movimiento de losaños 70, cuando la cultura generalestaba realmente interesada en lo local.Había un sentido de identidad muchomás fuerte.¿Qué elementos patrimoniales tienetu ropa?No soy muy conscientede eso, porque trabajocon la intuición. Peropuedo decir que recuperoalgo originario; algoque pertenece a unmundo pasado y queno solo es chileno olatinoamericano. Por otraparte, creo que lo míotiene mucho que ver conla naturaleza. Y si hay un patrimoniochileno importante —algo que nosidentifique—, son los paisajes. A lasmujeres que trabajan conmigo les digoque tejan los ponchos como un cerro: loscolores se van degradando hacia arribay va subiendo la luz. Y las líneas no sonrectas, sino como lomas que sevan fundiendo.¿Qué importancia tiene el color en tusdiseños?Para mí es determinante, porque es unlenguaje emocional. Me gusta observarmucho las cosas, ver los diferentesmatices y llevarlos a mis diseños. A mistejedoras les digo: “Mire esta piedra. ¿Dequé color es? Tiene puntitos blancos,puntitos azules, está llena de miles dedetalles que no se notan a simple vista”.El mirar las cosas en su totalidad tehace creativa.¿Qué valor le asignas a la durabilidad?Es algo sentimental. Soy dueña de pocaropa, pero de calidad, y le tengo cariño.También hay gente que me regala cosasbuenas, como un pantalón europeode una lana maravillosa que me legóuna amiga de su madre muerta. A míme gusta la ropa con historia, lo quees austero y noble en su material y ensu factura. Un vestido de hilo de sedapuede durar toda la vida.“Siempre me estoyreinventando”¿Algunas vez utilizaste, por ejemplo,motivos étnicos en tus diseños?No. Nunca recurrí a una traduccióndirecta de las imágenes, como se hizocon la moda autóctona. No he usadomotivos mapuches o pascuenses odiaguitas, sino que he tomado elementostradicionales que me gustan a mí, perosiempre para experimentar, para hacercruces nuevos.54 Primavera, 2013 / Nº <strong>57</strong>
¿Qué elementos, por ejemplo?En Europa Oriental, por ejemplo —donde viajé de joven—, la ropa tienecortes cuadrados en las mangas; no esredonda, sino más bien como túnica.Eso me encantó, y cuando despuésfui a México, me di cuenta de que alláusaban el mismo tipo de manga, conuna estructura más antigua, diferentea la que se usa en el mundo occidental.Con esa idea cosí vestidos de osnaburgo—una tela sin fibra y muy resistentecon la que se fabricaban las sábanasde los más pobres—. Y se me ocurrióbordarlos con hilos de seda brillante: ahígeneraba una tensión entre lo rústicoy lo fino. Los dibujos eran ventanas decasas populares chilenas o pajaritos. Asímezclaba distintas influencias.Archivo María Inés SolimanoY, en términos más específicos, ¿quécultura tradicional chilena te interesa?He usado la lana chilota. Yo veía esostejidos y me parecía que el materialera increíble, pero que los diseños eranduros y las prendas no estaban bienterminadas. Entonces las agarré y lescambié el diseño y las terminaciones.¿Y lo mapuche?No tanto. Siento que los mapuches sondemasiado apegados a la tierra, y yosoy más aérea. Me parece que lo chilotees más “volado”, más conectado con elcielo y el mar.De la artesanía latinoamericana, ¿quéhas tomado?Lo que más me interesó fue lo mexicano.Cuando llegué de un viaje a México,lo único que quería era bordar. Por esomis primeros trajes tenían muchosbordados. Pero los motivos no eran nimexicanos ni chilenos: eran diseñosinspirados en trabajos de artistas.¿Y cómo ha evolucionado tu trabajo enel tiempo?Siempre me estoy reinventando. En los70 hacía ropa más loca y más variada:vestidos con bordados, teñidos, mezclasde diseños y colores más fuertes, queprimaban en ese momento. Ahora lostonos son más “terremoteados”, comodigo yo; entre verde y café, entre rosay gris, más indefinidos. Además, ya nohago costura, sino solo tejidos y vestidosde novia.¿Por qué?Es parte del mismo proceso, y ademástuve que adecuarme para que mitrabajo fuera un negocio del cualpudiera vivir. En los 80, con la crisiseconómica, salí a vender mi ropa aEuropa y Nueva York. Y entonces hicevestidos más simples, más austeros.Las francesas no me compraban nada,porque ellas siguen la moda al pie de laletra. Pero en Italia me fue bien, porqueallá se aprecia mucho lo que está hechoa mano con buenas terminaciones.En los 90 tuve que buscar un nicho,acotarme y profesionalizar el trabajo.“Las mujeres lleganacá como tejedoras‘de cositas’ y terminansiendo verdaderasartistas”.55