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Scherzo. Núm. 30

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«actualidadLa doble respiraciónMadrid. 3-11-88. Auditorio Nacional. Obras para dos pianos y piano a cuatro manos. Brahms: VenacionesHaydn, Op. 56 b- Rajmaninov: Sutie rt." 2. Op. 17 Lutoslawski: Variaciones Paganini (1941). Schubert;Rondó en La mayor. Op. 107 (D. 951). Ravel: La Valse.A la primera variación Haydn uno yase preguntaba: Pero bueno ¿qué estánhaciendo los intérpretes? En vez delejercicio di bravura de un compositorenseñando su maestría a partir de untema popular tocado por unos distinguidospianistas, Argerich y Freiré noshacían partícipe de un rito primario ytelúrico, provocando la misma sensaciónque los viejos aficionados al flamencollaman arrancarse la camisa: eldeseo de estar solo en la última playa,desnudo ante la última ola. Muy lejosde un Papá Haydn jovial y bonachón,de un Brahms ya sereno y bien nutrido,los intérpretes enlazaron las variacionesHaydn con el Concierto en Remenor. ¿Qué resonancias trágicas producíala música de Haydn en este momentode la vida de Brahms? ¿Quédrama provoca Brahms en estos dospianistas, y delante de tanta gente?¿Qué carga emocional nos arrancan Argerichy Freiré de lo más profundo denuestra existencia, haciéndonos replantearnuestra misma Weltanschauung?Hay trastornos que conducen a un puntode no retorno. Si Arrau es un creadorpánico, Argerich y Freiré están bajoel signo de Shiva de los mil brazos; ellamercuriana, inquieta; él, venusino, ayudándonosa tragar el filtro.A esta altura del concierto era patenteque también Freiré, primus Ínter pares,es uno de los grandísimos pianistas deltiempo: un artista que paga caro su noconformidad a las reglas del circo musical,A pesar de extraordinarias versionesdiscográficas (Chopin, Villa-Lobos,conciertos de Grieg y de Schumann conKempe —para muchos una de lasreferencias—), hasta ahora hizo una carreraapartada del gran público. ¡Quéinterpretación de la iberia podría (debe)ofrecer!Un crítico se lamentaba de que laacústica de la sala impedia distinguir aun solista de otro: Argerich y Freiré tocabanen un sueño paralelo, sombraúnica y sorprendente, donde era imposibleel más mínimo desfase. El dúo depiano es aún más difícil que el dúoviolín-piano donde el arco podría corregiruna posible imprecisión: aquí losataques deben corresponder absolutamente,y como además los dos pianistascantan y parecen inventar sobre lamarcha... Sólo se les podía distinguircuando uno lo decidía a través de uncambio de timbre, de registro: en LaValse, el sonido de Marina era como laalmendra arropada en su vaina por elsonido de Freiré, quien a su vez se adelantabacreando el perfume amargo dela fruta. El hielo raveliano quemaba comoel fuego más seguro. Hubo humorMonha Argerich y Nelsol Freiréimposible de ensayar, scherzo y poesíaespontánea en Laideronnette, Imperairícedes Pagodes; brillantez inimaginableen Lutoslawski.Se suele decir que para tocar la músicarusa, hay que ser Ruso, Español oJudío; habrá que añadir Porteño y Brasileño.Los pianistas exaltaron el ladosalvaje de Rajmaninov sin ninguna referenciaal «lúgubre banquete de mermeladay miel» a menudo asociado alcompositor. Al contrario, cantaron lascualidades del alma rusa: la Dushka yel Uyutno en Romanze, la elegancia cálidaen Valse, la ebriedad creadora enTaran tella.Argerich y Freiré, polifacéticos, pasarondel fuego al aire con Schuben:muy lejos de los Lieder, Landler, Salieri,Viena, Madrid... estuvimos en unanube sonora. Una nube.Existen dúos de pianistas, y muy buenos,pero éste... ¡Ay, la mi madre!Alicia de Larrochacomo Verónica de AlhelíPedro EliasFOTO: A. MUÑOZMadrid. 8-II-S8. A.N.M. Soler: Sonatas en Sol menor. Re mayor, Sol menor. Schumann: Carnaval deViena, Op. 26. Albénii: Iberia (Libros 3 y 4). 8-11-88.Un programa de concierto coherente esmuy distinto al de un disco, sobre todosi no es monográfico. Soler, Schumann yAlbéniz no tienen a primera vista ningunaafinidad electiva ni tampoco parecenopuestos como lo podrían ser Scriabin,Stravinski y Schoenberg. Sin embargo, Larrochapropone un concierto unificadobajo el signo del ritmo, como una posiblehistoria de la pulsación rítmica. Esteoriginal concepto pone de relieve la modernidadde cada compositor. Al inversode otros pianistas que hubieran buscadoun sonido para cada obra, Alicia de Larrochalas interpreta a partir de su estructurarítmica, de su pulsación vital, de suvibración específica.En las sonatas de Antonio Soler la melodíay la armonía se ordenan jerárquicamentea partir de ta pulsación unitariaque las genera.Con e\ pequeño Carnaval (buen humor,exaltación alegre, color y movimiento),Alicia de Larrocha estuvo muy lejos dela embriaguez del travesiido, de la confusiónorgiástica presentes en el gran Carnaval.El tratamiento rítmico fueprodigioso: un continuo andar y venir, eldeseo de cazar la pulsación fugitiva másrápida que un pensamiento. Una terceramano, entre la izquierda y la derecha (insistenciadiscreta de los pulgares), dibujabaun contrarritmo, acentuación furtiva.La pianista estuvo lírica entre los episodiosbailables del Allegro, traviesa en Romanzee,enloquecida en Fínate, peronunca a punto de perder el control.En Albéniz asistimos a unos verdaderosEsludios de rumo: independencia delas manos y de los dedos poco común, paradividir y recomponer los ritmos castizosy andaluces: oído privilegiado, paratratar a los slaccali de forma diversa (condesplante en El Pulo, con sorna en Lavapiés.,,)Alicia de Larrocha ofreció un conciertorevi tal izan te: exaltación de la ligereza,del poder de seducción y de la gracia deuna España ilustrada.P E.<strong>Scherzo</strong> 29

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