13.5- Vampires gone wild

Vampires Gone Wild
—Sí, he vuelto —respondió ella.
—Bueno, por el amor de la tierra, salga de ahí y díganos cómo fue todo.
Hemos estado muy preocupados por usted.
—Bajaré en breve. —Pamela se quitó el cinturón de herramientas y lo puso
con cuidado en la cama, así los diversos cuchillos y estrellas ninja no se
engancharían en su colcha de raso rosada.
Con un suspiro, se bajó la cremallera frontal de su traje. Tal vez no debería
estar desbordada por los acontecimientos de la noche. Después de todo, había
ayudado a los hombres a derrotar a los traficantes y a devolver a los cautivos a
casa. La explosión de la granada de mano la había asustado, pero no lo suficiente
como para hacerla huir. Al parecer, la perspectiva de un beso era más aterradora
que una explosión.
Se quitó la capa, a continuación, salió de su traje de látex. Con razón él se la
había imaginado desnuda. ¿Cómo se atrevía a mirarla de esa manera tan lasciva?
Sus ojos habían brillado de color rojo. ¿Cómo podía la pasión de un hombre
estallar tan caliente, tan rápidamente?
—Engreído. —Ella se puso una bata de seda y ató el cinturón alrededor de su
cintura. El hombre era un bárbaro. Probablemente le daba miradas lascivas a
docenas de mujeres todas las noches, y las miraba de reojo a todas con los
brillantes ojos rojos.
Prepárate para ser saqueada, sin duda. ¿Quién se creía que era? ¿Un guerrero
vikingo que forzaba a mujeres inocentes?
¿Y si se hubiera quedado? ¿Dónde podría haberla tocado? ¿Y besado? Sin
duda, un bárbaro haría cosas perversas que un caballero nunca haría. La piel de
gallina erizó su piel.
Se frotó los brazos mientras se dirigía hacia la puerta.
—No le dedicaré otro pensamiento.
Estaba a mitad de camino por las escaleras cuando recordó su reacción al
trailer llena de chicas bastante mortales. Sus ojos no se habían vuelto rojizos por
ellas. Al igual que ella, él había deseado llevarlas a casa, y las había tratado con
cuidado para calmar sus temores. Había sido sorprendentemente amable... para ser
un bárbaro.
—¡Gracias a Dios que está viva y saludable! —anunció la Princesa Joanna
cuando Pamela entró en el salón.
Love At Stake #13.5