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13.5- Vampires gone wild

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Kerrelyn Sparks<br />

<strong>Vampires</strong> Gone Wild<br />

sorpresa. ¡Qué bárbaro! Cuan... maravillosamente salvaje. Se retorció debajo de él<br />

hasta que se hizo añicos con el clímax más fuerte que había experimentado nunca.<br />

Aún estaba pulsando con las réplicas cuando sintió el primer tirón del sueño<br />

mortal. El sol estaba saliendo, y se estaban quedando sin tiempo.<br />

—Mikhail— jadeó ella, alcanzándole. Él había pasado todo su tiempo<br />

dándola placer. ¿Cómo podía no amar a semejante hombre preciado?<br />

—Maldito sol. —Él se quitó los pantalones y se situó entre sus piernas.<br />

Ella jadeó. Era enorme. Pero incluso tan fiero y poderoso como era, no podía<br />

evitar que el sol saliera. Otro tirón del sueño mortal tiró de ella.<br />

Él colapsó a su lado y la empujó a sus brazos, su erección presionaba contra<br />

su estómago.<br />

—Mañana, serás mía.<br />

Un afilado dolor apretaba su pecho cuando el sueño mortal la reclamó.<br />

Mañana, pensó ella, cuando cayó en la oscuridad.<br />

52<br />

Ambos se despertaron de una sacudida al mismo tiempo.<br />

Pam miró su cara, solo a unas pulgadas de distancia, y la enormidad de sus<br />

acciones la robaron la respiración. Se había entregado a un hombre que<br />

difícilmente conocía. Cierto, el sexo había estado más allá de sus imaginaciones<br />

más salvajes, pero había hecho más que tener sexo. Le había dado su corazón.<br />

Su boca se curvó cuando sus ojos se volvieron rojos.<br />

—¿Deberíamos continuar dónde lo dejamos?<br />

Con un jadeo, ella sintió la madurez hinchándose contra su vientre.<br />

—Y... yo debería comer primero. Tengo un poco de hambre cuando me<br />

despierto.<br />

—Entonces muérdeme. —Él empujó su pelo sobre un hombro para exponer<br />

su cuello.<br />

Ella tragó. Nunca antes había mordido a un vampiro. Ni siquiera a su último<br />

marido. Y Mikhail tenía seiscientos años. Sin duda su sangre sería extremadamente<br />

rica y poderosa. Era sorprendente que él si quiera se la ofreciera.<br />

Qué hombre dulce y generoso era. Sin sorprenderse había caído enamorada

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