Limpieza social
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Mediación local: agentes de la victimización<br />
curso criminalizante de las zonas periféricas de la ciudad. En Ciudad<br />
Bolívar recayó con especial fuerza, descrita como un lugar “al sur<br />
de la capital habitado por gentes pobres, que viven en condiciones<br />
de hacinamiento y por ello anida allí la violencia” (El Tiempo, 1992,<br />
agosto 12). Los vínculos entre pobreza y violencia hacen parte de la<br />
sociología básica del conflicto, enunciados con entera naturalidad<br />
por el sentido común que domina la conciencia pública nacional.<br />
Sin embargo, la necesidad de suprimir la inequidad —un principio<br />
esencial de la paz—, empleada sin ningún inventario crítico, se<br />
convirtió en alimento del estigma y la proscripción. Nació por aquellos<br />
años y hoy todavía no cesa. Apenas dos años atrás un articulista<br />
seguía afirmando que Ciudad Bolívar es “tradicionalmente la más<br />
violenta de la capital” (El Tiempo, 2013, diciembre 19), remarcando<br />
el contraste de la localidad con la característica que le imprime a la<br />
capital el orgullo de ciudad pacífica (Perea y Rincón, 2014) 200 .<br />
Las consecuencias del estigma sobre la proliferación del exterminio<br />
son directas, como lo deja ver la inclemente persecución que ha<br />
caído sobre la juventud en la localidad. Se le echan encima una multiplicidad<br />
de epítetos, se le piensa subversiva o “parchada” en una<br />
esquina con un revólver y consumiendo: “las autoridades piensan<br />
que todos los pelaos son pandilleros, bazuqueros o subversivos. Los<br />
medios de comunicación han difundido esa imagen y los grupos de<br />
limpieza hacen su trabajo” (El Tiempo, 1992, agosto 12). La vida del<br />
barrio se criminaliza, de tal manera que toda persona joven parada<br />
en una esquina no hace más que urdir planes peligrosos y amenazantes.<br />
En una encuesta realizada en 2008, el 40 por ciento de las<br />
personas consultadas expresó miedo al “ver un grupo de jóvenes” o<br />
uno con “un corte o ropa excéntrica”; se lo considera “sospechoso”<br />
se afirmó (El Tiempo, 2009, febrero 7). Peligro y sospecha, miedo<br />
y temor, los códigos desde donde se representa la juventud de la<br />
localidad. Un artículo periodístico lo sentenciaba: “se trata de una<br />
200 Tres rasgos confirman la imagen de ciudad pacífica de Bogotá: uno la caída en<br />
picada del homicidio, una de las más marcadas del país; dos la ausencia de nuevos picos<br />
de ascenso, como sí se constata en Medellín y otras ciudades (en Medellín, por ejemplo,<br />
subió de nuevo por la guerra entre Sebastián y Valenciano); y tres por el nivel que ha<br />
alcanzado siendo una ciudad grande, la tasa de 16 homicidios por 100 mil habitantes.<br />
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