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A Primera Vista

Este libro nos da una lección de vida y nos plasma la trágica historia de amor de un hombre enamorado.

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miel. La palabra «no» no formaba parte del vocabulario de Lexie, y Jeremy llegó a la conclusión de que<br />

la desinhibición que ella demostraba no se debía sólo al hecho de que ahora fueran oficialmente una<br />

pareja, ante los ojos de Dios y de todo el mundo, sino también a que ella lo encontraba irresistible.<br />

Estaba seguro de ello, y se sentía tan eufórico ante tal pensamiento que incluso soñaba despierto con ella<br />

mientras realizaba alguno que otro trabajo en la casa. Visualizaba las suaves curvas de su cuerpo. O<br />

recordaba la sensación del tacto sedoso de su piel desnuda. Jeremy suspiraba profundamente al recordar<br />

su aliento cálido y dulzón, o la lascivia que sentía al peinarle la seductora melena con los dedos. A la<br />

hora en que Lexie regresaba a casa, él se tenía que contener para ofrecerle simplemente un beso<br />

afectuoso, y se pasaba la cena mirándole los labios mientras ella comía y esperando con ansiedad la<br />

oportunidad de hacerle el amor. Ella jamás lo rechazaba. Jeremy podía estar sucio y no oler precisamente<br />

a rosas después del duro trabajo en el jardín, pero, sin embargo, en cuanto se encerraban en la habitación,<br />

parecía como si ninguno de los dos tuviera suficiente paciencia para desnudarse.<br />

Pero entonces, las cosas cambiaron en un abrir y cerrar de ojos. Fue como si el sol apareciera una<br />

mañana y, a la hora de ponerse, la Lexie que él conocía hubiera sido reemplazada por una hermana<br />

gemela absolutamente frígida. Lo recordaba claramente, ya que fue la primera vez que ella lo rechazó:<br />

fue el 17 de junio, y Jeremy se había pasado el resto de la mañana intentando convencerse de que no<br />

pasaba nada y preguntándose si había hecho algo indebido. Más tarde, esa noche, volvió a suceder lo<br />

mismo y, durante los siguientes ocho días, la escena se repitió cada vez que él quería hacer el amor con<br />

ella. El empezaba a acariciarla, y ella alegaba alguna excusa como que se sentía cansada o que<br />

simplemente no estaba de humor, y entonces él se tumbaba a su lado, con la cara enfurruñada,<br />

preguntándose cómo era posible que ella lo tratara como a un simple compañero de piso al que todavía<br />

necesitaba para que le hiciera compañía antes de quedarse dormida en una habitación que parecía un<br />

horno.<br />

—Esta mañana te has levantado con el pie izquierdo —dijo ella a la mañana siguiente después de<br />

rechazarlo por primera vez.<br />

—No he dormido bien.<br />

—¿Por culpa de alguna pesadilla? —preguntó ella, con expresión preocupada.<br />

A pesar de la melena enmarañada y del pijama de manga larga, Lexie estaba irresistiblemente<br />

atractiva, y Jeremy no sabía si mostrarse enfadado o avergonzado de sí mismo por pensar en ella en<br />

términos sexuales cada vez que la veía. Sabía que ése era el peligro de adquirir hábitos. Claro, para él<br />

las semanas previas se habían convertido en una deliciosa costumbre, pero, en cambio, era obvio que<br />

ella tenía una opinión distinta al respecto. Aunque si algo había aprendido durante su primer matrimonio<br />

era a no quejarse jamás de la frecuencia del sexo. En este aspecto, los hombres y las mujeres eran<br />

diferentes. A las mujeres les apetecía a veces; los hombres siempre lo necesitaban. Ésa era una<br />

diferencia más que notable, una diferencia que, en la mejor de las circunstancias, era posible conducir<br />

hasta una especie de compromiso razonable que nunca satisfacía a ninguna de las dos partes, pero que, de<br />

alguna manera, era aceptable para ambas. Jeremy sabía que Lexie lo tomaría por un quejica si él<br />

expresaba en voz alta que le gustaría que la luna de miel hubiera durado un poco más. Digamos, unos<br />

cincuenta años más.<br />

—No estoy seguro —respondió finalmente Jeremy.<br />

Durante las semanas siguientes, su confusión aumentó por el hecho de que, durante el día, ella se<br />

comportaba igual que siempre. Leían la prensa, comentaban los artículos más interesantes y ella le pedía<br />

que la acompañara al baño para continuar charlando mientras se arreglaba para marcharse a trabajar.<br />

Jeremy se pasó esos días intentando no obsesionarse con la idea. Pero cada noche sucedía lo<br />

mismo: él se metía en la cama e intentaba acariciarla hasta que ella lo dejaba frío con otra ronda de<br />

rechazos. Entonces él intentaba convencerse a sí mismo de que no debía preocuparse, al menos no antes<br />

de realizar los movimientos pasivo—agresivos para volver a poner el termostato del aire acondicionado

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